El presidente necesitaba al senador de Virginia Occidental de su lado, pero no estaba seguro de necesitar a su vicepresidenta para conseguirlo. Era verano, y el presidente Joe Biden estaba bajo una inmensa presión para ganarse el apoyo del senador Joe Manchin, cuyo voto decisivo en una cámara dividida en partes iguales lo convertía en el socio negociador más delicado del presidente. Biden había invitado a Manchin al Despacho Oval para exponer en privado los argumentos a favor de su legislación de política interior más importante. Justo antes de que Manchin llegara, se dirigió a la vicepresidenta Kamala Harris.

Lo que necesitaba de ella no era una estrategia ni un consejo. Solo necesitaba que diera un saludo rápido, lo que ella hizo antes de dar media vuelta y abandonar la sala para ir a otra reunión. El momento, descrito como un intercambio de “breves cumplidos” por un alto funcionario de la Casa Blanca y confirmado por otras dos personas que fueron informadas al respecto, fue un vívido recordatorio de la complejidad del cargo que ocupa Harris: aunque la mayoría de los presidentes les prometen a sus vicepresidentes acceso e influencia, al final el poder y la responsabilidad no se reparten por igual, y Biden no siempre siente la necesidad de contar con la opinión de Harris a la hora de sortear algunas de sus relaciones más importantes.

Sin un papel protagónico en algunas de las decisiones más críticas que enfrenta la Casa Blanca, la vicepresidenta está atrapada entre las críticas de que se está quedando corta y el resentimiento entre los partidarios que sienten que está perdiendo terreno en el gobierno al que sirve. Y a sus aliados les preocupa cada vez más que, aunque Biden se apoyó en ella para que le ayudara a ganar la Casa Blanca, no la necesita para gobernar.

Harris se negó a dar una entrevista, pero los funcionarios de la Casa Blanca dijeron que su relación con Biden es una asociación. “La vicepresidenta ha trabajado con diligencia junto al presidente, coordinándose con socios, aliados y miembros demócratas de la Cámara de Representantes y el Senado para promover los objetivos de este gobierno”, declaró Sabrina Singh, vicesecretaria de prensa de Harris.

Harris sigue luchando para definirse en la Casa Blanca de Biden o para corregir de forma significativa lo que ella y sus asesores consideran una percepción injusta de que está a la deriva en el puesto. Ante la caída de sus índices de aprobación, una notoria rotación de personal y las constantes críticas de los republicanos y los medios de comunicación conservadores, ha recurrido a poderosos confidentes, entre ellos Hillary Clinton, para que le ayuden a trazar un camino a seguir.

Harris, que pasó gran parte de sus cuatro años en el Senado como candidata a la presidencia, se enemistó con Manchin después de que ella concedió una serie de entrevistas en Virginia Occidental que él interpretó como una infracción no deseada en su territorio. Cuando se le preguntó sobre el encuentro en el Despacho Oval durante el verano, una vocera de Manchin dijo que el senador goza de “una relación de trabajo amistosa y respetuosa” con la vicepresidenta.

En lo que respecta al derecho al voto, Harris, quien le pidió a Biden que le permitiera encabezar los esfuerzos de su gobierno en este tema, invitó a activistas a la Casa Blanca y pronunció discursos. Pero su oficina no ha desarrollado planes detallados para trabajar con los legisladores a fin de asegurarse de que dos proyectos de ley que reformarían el sistema sean aprobados por el Congreso, según un alto funcionario de su oficina.

Desde que llegó a Washington, Harris ha buscado el consejo de otras mujeres —incluida Clinton, la primera candidata demócrata a la presidencia— que han logrado un éxito político histórico para que la ayuden a encontrar un camino. “Existe una doble moral; por desgracia, eso sigue presente y se hace notar”, dijo Clinton en una entrevista. “En realidad, influye en mucho de lo que se está utilizando para juzgarla, al igual que lo que se usó para juzgarme a mí, o a las mujeres que se postularon en 2020, o a todas las demás”.

Mientras la Casa Blanca se esfuerza por sacar adelante una legislación importante, Biden se ha apoyado en su propia experiencia —36 años en el Senado y ocho años en la vicepresidencia— para conseguir que Estados Unidos supere la pandemia de coronavirus y cumplir una serie de promesas económicas de gran importancia. Mientras tanto, Harris se enfrenta a preguntas sobre cómo encaja en las principales prioridades de la Casa Blanca.

Según cuentan, ella y el presidente mantienen una relación cordial. En las reuniones, los dos suelen intercambiar opiniones y Biden le permite intervenir y hacer preguntas que van más allá de lo que él ha pedido; un asesor lo comparó con el juego del “policía bueno y el policía malo”. Sin embargo, a sus aliados les preocupa que a la vicepresidenta en ocasión se le dé un trato secundario.

 Katie Rogers y Zolan Kanno- Youngs son columnistas de The New York Times.