K’ara simi (II)
Un compañero k´ara simi (sin pelos en la lengua) pregunta a los candidatos del Foro Sindical de Huanuni: “Acá todos juquean: en la mina, en Santa Elena, en Lucianita, en relaves; ¿qué van a hacer los candidatos?” En sus respuestas, los postulantes amplían la red para incluir a policías, militares, seguridad privada, serenos.
A diferencia del pasado, no se trata de trabajar a escondidas una veta olvidada, hoy se ataca la veta principal donde realiza la actividad productiva la empresa. Aprovechan la hora de descanso del contratista y el tiempo de despeje del polvo; un grupo de jucus penetran al paraje a recoger el mineral desperdigado después del disparo: en medio del polvo y humo realizan esta tarea a toda prisa, pendientes de que no venga la ronda de policías, guardia privada o serenos que son los llamados a resguardar el tope de la galería. Luego vendrá el ascenso a superficie; desde 250 o más metros de profundidad tendrán que salir con una kepirina en la espalda, el bulto pesa unos 30 kilos, la tarea es sacrificada; no es raro que se utilice los medios que tiene la empresa (la jaula, la rampa); en superficie el trabajo no será más holgado, se trata de recorrer a veces kilómetros hasta encontrar al receptor de la carga, que con movilidad trasladará el fruto del juqueo a la comercializadora situada en Llallagua u Oruro, eludiendo en el trayecto los controles militares. La comercializadora se dedicará a “curar” el mineral para entregarlo a la fundición estatal de Vinto o a la privada OMSA. La ley o pureza del mineral tiene cerca del 40%, su valor será Bs 3.000. Valió la pena el susto. La otra forma es la extracción directa de los ingenios y bodega, donde simplemente se recoge, a hurtadillas, la barrilla procesada con una ley de 50%.
Así, la cadena del juqueo se amplía para comprometer a personas en cada una de las etapas, no son muchas, pero están en el lugar y en el momento oportunos. El combate es largo, se ensaya una y otra receta, la delincuencia recrea sus métodos, amplía sus contactos; parece invencible. A veces se acepta con fatalidad convivir con el flagelo. Justificativos no faltan: la desocupación, la oportunidad de salir de pobres, la comparación con quienes tienen un ingreso fijo y permanente y la precariedad de su ingreso, la solidaridad para evitar sanciones a los compañeros. Se impuso una visión de dejar hacer y dejar pasar, aprovechar la oportunidad para enriquecerse, sino, eres zonzo. Una mutación de los valores comunitarios, cristianos y socialistas, para asumir una ideología inculcada en 20 años de neoliberalismo donde la seguridad del Estado, de la familia y de la misma persona valen menos ante la oportunidad del rédito económico.
Más allá de cuestiones operativas para combatir el juqueo, falta la voluntad para aplicarlas, involucrando a todos los actores. Los mismos compañeros jucus piensan en un trabajo digno y permanente, los trabajadores de la empresa sueñan con una entidad administrativamente eficiente y rentable que garantice sueldos dignos y permanentes, una población civil que atienda las necesidades y servicios de las familias de los mineros y sea reconocida por ello, unas fuerzas de seguridad reconocidas por contribuir a la convivencia ciudadana.
Se trata de cambiar los chips, paradigmas dirían los políticos, de las razones de vivir. El capitalismo, con su sed de acumulación y crecimiento induce a romper todas las reglas de convivencia; modelo que lleva a la explotación de los hombres y la naturaleza, crecimiento que pone en peligro a la misma humanidad. Ante esta pandemia, el pueblo boliviano ha elegido el “buen vivir” que no es sino vivir en armonía con nuestros semejantes y la naturaleza.
Anecdóticamente, allá por 1983, la Federación de Mineros pugnaba para poner en vigencia la cogestión obrera, es decir la responsabilidad de todos los trabajadores en el manejo de la empresa, para que —según se decía— no se pierda ni un clavo. Con ese propósito Liber Forti fue destacado a Huanuni para conversar con los trabajadores. En un encuentro con el Lobo, conocido por acciones pro juqueo, le explicó los propósitos de la propuesta, razones que fueron comprendidas, pero su interrogante no tuvo respuesta. “Liber, yo dejo de juquear y ¿tú me garantizas que el gerente no vaya a robar?”
En la ciencia identificar el problema es la mitad de la solución, encontrar ésta es tarea de todos. Los mineros, a partir del conocimiento de la situación que viven, pueden dar el nuevo derrotero a la revolución democrática y cultural.
José Pimentel Castillo fue dirigente sindical minero.