¿Por qué hacemos los mismos propósitos de Año Nuevo año tras año? “Este será el año en que perderé seis kilos y haré ejercicio cinco días a la semana”. “Me propongo dejar de llegar tarde, otra vez”. Hacemos estas promesas, pero la mayoría de nosotros no las cumplimos, y se lo atribuimos a una falta de voluntad.

El problema más profundo, como diría mi padre, es el “triunfo de la esperanza sobre la expectativa”. La única manera de cambiar el camino de la expectativa es afrontar y diseccionar por qué nuestros propósitos fracasaron. Ese camino lleva a muchos destinos inesperados más allá de la fuerza de voluntad. Así es como funciona a nivel individual. ¿Cómo sería ese proceso a nivel de un país? Tomemos como ejemplo uno de los mayores desafíos que tenemos en Estados Unidos: la polarización y las divisiones sociales. Las noticias sobre la opinión que tenemos los unos de los otros son sombrías constantemente. Lo peor es que desconfiamos de manera fundamental los unos de los otros.

Solemos enfocarnos en batallas sobre temas específicos —leyes de armas, políticas de inmigración, aborto— pero los cambios duraderos en Estados Unidos deben ir más allá de los esfuerzos para reformar las áreas políticas individuales. Se requerirá que una mayoría de estadounidenses llegue a creer que lo que tenemos en común con otros estadounidenses es más grande que nuestras diferencias. Para muchos de nosotros, ese cambio requerirá un reconocimiento fundamental de lo que somos y hemos sido como nación.

Los estadounidenses blancos que pueden verse a sí mismos en el relato tradicional de los peregrinos y los pioneros, incluso si nuestras familias llegaron a este país en circunstancias muy diferentes, tendrán que ver la experiencia de la esclavitud, el genocidio, el terrorismo doméstico, la ciudadanía de segunda clase y la extorsión como nuestra historia también. Debemos asumir las formas en las que las desigualdades fundacionales de este país continúan desarrollándose hoy en día.

Solo será posible conciliar esa historia, y sus legados perdurables, con nuestros ideales declarados de libertad, igualdad y justicia universales, si podemos ser radicalmente honestos sobre nuestro pasado, y reunir nuestro valor para reconocerlo, honrarlo, sanarlo y repararlo.

El cambio personal y político depende de procesos diferentes, que difieren según las personas y los sistemas políticos involucrados. Sin embargo, ambos requieren identificar grandes objetivos a largo plazo y los pasos inmediatos más pequeños que nos permitirán alcanzarlos.

Para abordar la polarización nacional estadounidense a nivel individual, podemos intentar recuperar nuestras identidades plurales. En lugar de vernos unos a otros principalmente como republicanos o demócratas, podemos encontrar canales de conexión como mamás, papás, fanáticos de los deportes, personas de fe, sobrevivientes de cáncer, amantes de la ciencia ficción, entusiastas del aire libre. Reconocer que los antagonistas políticos son personas multifacéticas con múltiples razones para sostener sus puntos de vista es un paso hacia lo que la periodista Amanda Ripley describe como “complicar el relato”. Y rechazar un marco simple del bien contra el mal es un paso clave para desactivar el conflicto.

También podríamos reconsiderar nuestro consumo de noticias políticas. Los programas de entrevistas de radio y televisión por cable se benefician de explotar nuestras divisiones. Pero esas divisiones son solo una dimensión de nuestras vidas, no la suma de nuestra humanidad.

Anne-Marie Slaughter es directora de New America y columnista de The New York Times.