Voces

Wednesday 24 Apr 2024 | Actualizado a 03:32 AM

No me espantes las llamas

/ 12 de enero de 2022 / 02:04

El camino es de subida, siempre lo es. Por la izquierda, corre un río encerrado en una bóveda. Por la derecha, ladran perros y nos saluda un espantapájaros disfrazado de cholita. Los comunarios esparcen chuño y sueñan con el hielo. Un joven arenero manguerea en blanco y negro. El camino es de curvas, siempre lo es.

Hemos dejado atrás ya los remansos del sur. Un letrero nos avisa: “prohibido el ingreso de las personas ajenas a la comunidad por el coronavirus”. Los cerros recortados avizoran una tempestad petrificada. La gran ciudad se ve diminuta allá abajo, todos los gigantes son de barro. Las siluetas fálicas, erosionadas durante miles de años, penetran el azul cielo más intenso en este verano gélido.

Aparece de repente una manada de toros salvajes, nos observan con paciencia. Subimos unos metros, ayudados por la coca, y ellos avanzan. Nos detenemos y ellos se detienen. La utopía de Eduardo Galeano no había sido un horizonte sino una manada de cornudos. En la penúltima curva, los toros desaparecen por arte de magia; minutos después se convierten en un lienzo atravesando paisaje de pre cordillera. ¿Y si Enrique Arnal hubiese trepado hasta estas alturas solo para pintarlos?

“Hemos llegado a Ninguna Parte”, me dice Chingo. Un peñón oscuro como el destino bifurca los senderos. Por la derecha, no hay futuro. Por la izquierda, un camino gambetea el cerro y promete esperanza. Unas rocas pintadas de ocre anuncian el fin del camino. Una llama “bianconera” recorta el horizonte en la lejanía. No hay otra, hay que trepar entre roquedales, paso a paso, partido a partido.

Con el silencio bajo bandera y las bocas tragando oxígeno, subimos ensimismados hasta que nuestra llama reaparece de la nada. Curiosa y juguetona, posa y se va. A la izquierda han surgido los picos más nevados del “joven Potosí” y a su derecha, las negruras de la Cumbre y sus nieblas.

“Vamos hasta la antena”, le digo al Chingo que bota el bofe de una semana de puchos. ¿Qué hay detrás de la última montaña? Más montañas. Entonces dos motitas de sal a lo lejos anuncian el presagio. “Es el Illimani”, grito con todas mis fuerzas. Las dos montoneras de sal ya son cuatro y dibujan la inconfundible silueta del “Resplandeciente”. El telón de la cordillera se corre lentamente. Entonces aparece el personaje secundario, su cumbre arrancada de cuajo por un puñetazo del Tata: es el Mururata.

Cuando por fin, tras seis horas de caminata charlada, atravesamos la última montaña, la recompensa nos contagia silencio. Un bofedal, bautizado en los viejos mapas como Huallatani, nos regala otro cuadro: cientos de llamas pastan como si el tiempo no existiese.

Me lanzo cuesta abajo para sacar fotos y dejo atrás al Chingo de nuevo. Me tumbo en la vieja laguna y como mis dos plátanos y mis dos manzanas. Alguien se aproxima. Es un joven llamero. “Puedes sacar todas las fotos que quieras, pero no espantes mis llamas”, me dice enojado. No puedo con mi carácter y discuto. “No te estoy espantando las llamas, están yendo para abajo solitas”, me defiendo. “Las espantas, pues, no hagas” y se da media vuelta. No acierto más que a decir “ya” tres veces. Debería haberle preguntado su nombre, pienso después. No se me ocurre otra cosa que llamarlo al Chingo que observa todo desde muy lejos: “acabo de discutir con el pastor de las llamas”. Las risas se escuchan en todo el valle que siempre es verde. “No jodas más, Bajo, subí, tenemos que bajar, si se hace de noche acá nos morimos de hipotermia”, me dice el veterano explorador de selvas y nevados. No me da tiempo a contarle que yo no había espantado a ninguna llama, ni siquiera a esa melenuda y hippie que me lo había posado con una torre de luz y el Illimani de fondo.

Tenemos apenas tres horas de luz para bajar. Lo hacemos volando, acullicando, charlando de augurios en forma de llama y rocas. Cuando estamos de vuelta en la comunidad, preguntamos: ¿qué se llama la pampa detrás de la última montaña? “Poto Poto” se llama, responden y arrancan carcajadas de ida y vuelta. Dicen que el aymara no es un pueblo divertido. Es mentira.

Nos queda hora y media de camino y la noche amenaza. Un carro destartalado comienza también a descender. Por 10 pesitos nos va a dejar en la ciudad. El chofer se llama “Saimon” y nos interroga: “¿De dónde son? ¿hablan aymara?” Janiwa. “¿Comen chuño?” Eso sí y tunta más. “Entonces, hablan aymara pues”. ¿Quién dijo que los aymaras son serios?

Volvemos cansados, sucios y quemados. No espanté ninguna llama y saludé a gigantes. La montaña es un regalo, siempre lo es.

Ricardo Bajo es periodista y director de la edición boliviana del periódico mensual Le Monde Diplomatique. Twitter: @RicardoBajo.

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El fútbol es cruel

Ricardo Bajo

Por Ricardo Bajo

/ 13 de octubre de 2023 / 00:29

Introducción: el seleccionador Gustavo Costas mete seis cambios con respecto al equipo que perdió con sonrojo frente a la Argentina. Los carrileros son nuevos: Medina y Roca van a subir toda la noche.

Los tres centrales son: Sagredo, Haquín y Cuéllar. Y el doble cinco también es nuevo: Justiniano (que se comerá todo el medio) y Moisés Villarroel.

El sistema (5-3-2) es el mismo. Hay una barra bullanguera en la curva sur donde asoman banderas palestinas. La hinchada no pide mucho: que se deje todo en la cancha.

Se puede perder pero no como el día de la Argentina. El genio de la lámpara va a conceder ese deseo. Ecuador explotará su velocidad, su mejor desempeño físico, su eficacia. Va a tener dos y listo. El fútbol moderno es así. Así de cruel.

Nudo: la “verde” va de menos a más. La actitud y la intensidad aparecen poco a poco. Se presiona arriba por momentos. El fútbol se limita a buscar con pelotazos la cabeza de Marcelo Martins.

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El otro recurso son los disparos de larga distancia. Se intenta hacer la ola mexicana para transmitir entusiasmo de las gradas al césped. Lo mejor que tenemos en el fútbol boliviano es la gente que se ilusiona siempre A la hinchada le das uno y te devuelve cien. No importa que paremos el fútbol un mes. No importan los amaños y la desidia.

En un contragolpe letal, a pura velocidad, Kendry Páez, la joven figura ecuatoriana de 16 años, anota con talento con los centrales bolivianos corriendo para atrás. El fútbol puede ser cruel.

Desenlace: Costas cambia el dibujo en la segunda parte. Mete dos cambios fundamentales. Se van Arrascaita y Ábrego. Saltan el que va a meter el empate (Ramallo) y el que va a revolucionar el partido (un enchufadísimo Henry Vaca con palo incluído). Se le pide a Costas una idea de juego, una identidad.

La segunda parte es lo mejor de Bolivia en la era Costas con desborde eléctrico por los costados; entusiasta Roca; voluntarioso Medina. Quiere el argentino una Bolivia intensa. Ahí la tiene. Es una “verde” que aprieta/muerde, que presiona/entusiasma. El éxtasis llega con el empate a falta de siete minutos. El milagro de la remontada está delante de nuestros ojos. La gente grita: “si se puede”.

La “verde” acaba jugando así: Miranda de carrillero; Ramiro Vaca y Boris Céspedes de doble cinco; y tres delanteros. Esa es la Bolivia (ofensiva) que queremos, sin complejos, a golpe de puro corazón. Otra “contra” ecuatoriana pone el uno a dos en el “score” en un final de infarto. El fútbol es cruel.

Post-scriptum: Bolivia tiene cero de nueve puntos. No todo está perdido. La segunda parte marca el camino: esa es la idea de juego, esa es la actitud. ¿Te imaginas si trabajásemos más y mejor?

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El lobo blanco y la Caperucita

Ricardo Bajo

Por Ricardo Bajo

/ 24 de marzo de 2023 / 16:49

Introducción: es el segundo amistoso del argentino Gustavo Costas en la dirección técnica de Bolivia. El escenario es un espectacular estadio vacío (hay seis hinchas bolivianos, perdón).

La ciudad se llama Yeda y la cancha, “Rey Abdullah”, el antiguo monarca absolutista de la dictadura de Arabia Saudita.

El rival es una ex república de la Unión Soviética, la “poderosa” Uzbekistán, van de blanco.

El partido se “retransmite” a través de una (fallida) plataforma de pago de la Federación.

A partir de la segunda parte, una cadena (Abya Yala) pasa el partido en abierto. La Federación aduce “problemas técnicos” y anunciar reembolsos.

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Es una metáfora de nuestro fútbol. Costas sorprende con la titularidad de Lampe (en vez de un mejor Viscarra) y Martins (sin equipo tras su salida por bajo rendimiento de Cerro Porteño).

El mejor hombre de Bolívar, Ramiro Vaca, está en la banca.

Nudo: Bolivia tiene la pelota pero no hace daño. Los “lobos blancos” uzbekos regalan la tenencia; parecen respetar a una selección sudamericana. Con el paso del tiempo se van a dar cuenta que no pasa naranjas.

El dibujo de Costas es un defensivo 4-1-4-1. El volante central por delante de los zagueros es Danny Bejarano que juega en el Lamia de Grecia.

¿Cuántos partidos ha visto Costas del cruceño? ¿Lo ha visto en vivo alguna vez? En un error en salida de Bejarano llega el primer (y único) gol de los asiáticos.

El otro agujero negro son los laterales. Diego Medina deja espacio a su espalda, no tiene oficio de marcador. Roberto Carlos Fernández, ídem de ídem. ¿No está Roca en mejor forma?

El poco fútbol que tiene la “verde” está en los pies de un atrevido Miguel Terceros; el hombre surgido del proyecto Bolivia 2022 (no viene de la cantera de ningún equipo profesional); el jugador que lleva solo dos partidos en la primera del Santos. Así estamos.

Desenlace: Uzbekistán no es nada del otro mundo y juega a lo único que sabe: contragolpe y verticalidad.

La “verde”, una Caperucita para los “lobos blancos”, marca mal atrás y no genera nada arriba. A la hora entran Jaume Cuéllar (del Lugo, colero de la segunda división española), Carmelo Algarañaz y Gabriel Villamil; entran por Chura, Arrascaita y Ursino.

Se cambia a un esquema más «ofensivo»; un clásico 4-4-2 con Martins y Algarañaz como atacantes. Cuando entran Ramiro Vaca (por un cansado Terceros) y Boris Céspedes (del Servette suizo, por Bejarano), la “verde” aprieta pero no ahoga.

Post-scriptum: de diez selecciones sudamericanas, seis clasificarán directamente al Mundial de Estados Unidos/México/Canadá en 2026; la séptima irá al repechaje. Solo tres países sudamericanos se quedarán afuera. A día de hoy, somos un serio candidato a esos tres malditos cupos.

(24/03/2023)

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El Tigre te acribilla

Ricardo Bajo

Por Ricardo Bajo

/ 18 de febrero de 2023 / 01:01

Introducción: el clásico de viernes de carnaval llena el Siles como en los viejos tiempos. Las luces del estadio se apagan; el seleccionador Gustavo Costas habla por megafonía e ilusiona a la hinchada; las luces de los celulares iluminan la noche antes del diluvio.

La Gloriosa Ultra Sur inunda de humo amarillo la curva mientras un trapo gigante se eleva para honrar a los guerreros gualdinegros de la Guerra del Chaco. Aquellos stronguistas ya no morirán.

Rescalvo comienza a ganar el clásico desde el arranque: repite equipo y dibujo. Beñat comienza a perder el clásico desde su onceno titular: deja afuera a su mejor hombre, Gabriel Villamil (entra “Menona” Saucedo por él).

Daniel Vaca, el gran arquero presente en el clásico nacional, (me) adelanta sobre la cancha que se prepara un partido homenaje. La noche no puede terminar mal.

Nudo: la primera parte es del “Derribador”. El lateral derecho celeste sub 20 Yomar Rocha comete un penal tonto sobre Chura que va a desaparecer el resto del partido.

La tormenta no da tregua, el Tigre tampoco. El lateral derecho gualdinegro sub 20 Ronald Bustos devuelve gentilezas y regala otro penal (uno a uno). Ambos juveniles serán sustituidos al descansoLa lesión del español gambeteador Pablo Hervías (marcado a rajatabla por el buen lateral zurdo pandino Carlos Roca) será un hándicap para la “Academia”.

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Los de Beñat atacan bien por izquierda donde Roberto Carlos Fernández, Ramiro Vaca y Ronnie Fernández hacen un tres contra uno contra Bustos (Ursino no retrocede y no ayuda). El Tigre es más práctico/eficaz, llega más y mejor.

Junior Arias repite lo de la capital: media y vuelta y gol para el 2-1. Los arqueros (Viscarra y Lampe) protagonizan un duelo a parte: con el seleccionador nacional en la grada se disputan la titularidad en la “verde”. Viscarra gana la partida.

Desenlace: la segunda parte es celeste. Bolívar tiene la pelota pero carece de profundidad. Beñat se equivoca feo en los cambios. ¿Me explica alguien porque sacó a un entonado Ramiro Vaca? La hinchada celeste pita la sustitución.

Estamos en la fecha tres y las críticas arrecian contra el vasco. El Tigre se coloca en modo contragolpe: Jaime Darío Arrascaita se pone el equipo al hombro, lo carga desde los Yungas gualdinegros. La defensa celeste, con Bentaberry en su noche más oscura, repite errores de marca. Triverio sentencia el “match” en una “contra” que culmina ese viejo soldado chapaco apellidado Wayar. Rescalva acierta en los cambios. Rescalvo tres; Benat dos.

Post-scriptum: acribillar, en términos bélicos, significa hacer fuego vivo, acertar con muchos proyectiles en posición y fortaleza. Eso hizo el Tigre en el clásico, eso hizo en las cañadas del Chaco Boreal. Está en su ADN marcado a sangre y fuego.

(18/02/2023)

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Es otro Beñat

Ricardo Bajo

Por Ricardo Bajo

/ 12 de febrero de 2023 / 00:09

Introducción: el “speaker” del club Bolívar canta los nombres del “eleven” celeste y la hinchada corea los apellidos. Ramiro Vaca es recibido con ovación.

El pedido del presidente Marcelo Claure de regalar una buena asistencia no se cumple.

Algo pasa en una ciudad como La Paz que ha perdido el hábito de ir a la cancha (el clásico del viernes será otra cosa, por supuesto).

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Beñat San José coloca un dibujo ultra-ofensivo; en el pasado quedan los planteamientos defensivos/timoratos del vasco/donostiarra. Hervías, puntero derecho, se coloca como extraño lateral.

En el medio están Villamil (de cinco), Justiniano (de ocho) con cuatro hombres en la ofensiva: Vaca, el chileno Ronie, Lucas Chávez y Carmelo Algarañaz. Royal Pari se para con línea de cinco para tapar las bandas “académicas”. Será un equipo atrevido.

Nudo: el equipo “inmobiliario” se va a cansar de fallar cara al arco de Lampe; con puntería otra cosa hubiese sido el “score”.

Bolívar es vertical, toca de primera, es una tromba cuando aparecen los espacios. La apuesta, descaradamente ofensiva, enamora a la hinchada.

El problema es el equilibrio, el problema nace por la derecha cuando Hervías, el riojano (ex Málaga), sube y sube, centra y centra, gambetea y gambetea pero no retrocede. El desorden es incluso táctico pues Villamil hace doble laburo: de cinco y de “bombero” en el lateral derecho. Royal Pari ataca poco ese flanco descubierto. El chileno Ronie Fernández no es el mismo de hace seis años.

Ramiro Vaca intercambia posiciones constantemente y “Justi” se siente incómodo con su nueva tarea por delante de un omnipresente Villamil. El uno a cero del descanso es engañoso.

Desenlace: en la segunda parte, Beñat rectifica y arregla la cosa. Diego Bejarano se pone de lateral derecho (en sustitución del juvenil Lucas Leónidas Chávez) y el equipo se para mejor, más ordenado. El tempranero gol de Villamil (dos a cero) parece cerrar el partido.

Cuando a los doce, Algarañaz pone el tercero en una “contra” magistral iniciada con toque de primera de Justiniano, parece anunciarse una goleada de escándalo que nunca va a llegar. Lo que aparecen son los problemas defensivos, ya desnudados en la primera parte.

Los cuatro hombres de refresco (el brasileño Poveda, Moisés Villarroel, Melgar y John Jairo Velasco) suman minutos y variantes. El partido termina como en Montero; con un Bolívar de más a menos.

Post-scriptum: la tarea de Beñat será ardua. Tiene plantel para armar dos equipos de calidad. Pesa sobre su conciencia su otrora fama de defensivo y ahora “obligado” por el potencial del equipo armado conjuntamente con Claure debe encontrar -a la brevedad posible pues la Libertadores está a la vuelta de la esquina- un onceno reconocible, una idea de juego sostenida donde el equilibrio (defensa-ataque) sea una virtud y no un defecto.

(12/02/2023)

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Viscarra, un héroe bajo un diluvio

Ricardo Bajo

Por Ricardo Bajo

/ 5 de febrero de 2023 / 01:53

Introducción: un “trapo” en la recta dice así: “Demasiado amor para una sola vida”. Firmado: Kilomberos. Rescalvo se estrena en casa. Los jugadores de ambos equipos posan juntos.

El Tigre presenta cuatro novedades: el lateral derecho es Corpus, el cinco es el colombiano Robles (Wayar a la banca); el diez es Ursino; y el nueve es Arias (Triverio está sancionado).

El dibujo es un ofensivo 4-3-3 (con tridente para Chura-Arias-Isnaldo). El “Flaco” Illanes va a ser fiel a su estilo, la posesión de la pelota.

El “match” se retrasa por culpa del VAR o de su ausencia. Arranca el juego sin videoarbitraje durante los primeros minutos. Son cosas que pasan solo en nuestro fútbol. Sale el sol en Miraflores. Ortega está en la banca.

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Nudo: el Tigre de Rescalvo no tiene velocidad, ni ritmo, ni intensidad. El experimento de Ursino como enganche no sale bien. La “U” de Vinto propone y ataca. El gualdinegro espera, ni siquiera hace presión alta.

La primera parte termina con silbidos; la estoica curva sur “pide huevo”. Es un Tigre lento, sin dinámica, sin sociedades por banda, sin ritmo. Rescalvo se ha acercado a Quiroga y le ha pedido cambios frontales de juego, un juego que no existe. La profundidad brilla por su ausencia.

Desenlace: los cambios mejoran la cara atigrada, en actitud. Se mastica poco a poco como bolo de coca, otra noche épica. Ortega ha entrado por su compatriota, Robles y Claure por Corpus. Se cambia el dibujo (a un 4-2-3-1) con Ursino mejorando en su lugar.

El (nuevo) diez comienza a filtrar pelotas al espacio. En un descuido defensivo, llega el gol a la contra de un bolivarista, Víctor Abrego. La curva sur se pone en modo remontada. Alienta como nunca, como siempre. Arias, desaparecido como Isnaldo, deja su lugar al “Pito” Sotomayor. Ya estamos todos.

Cuando la lluvia arrecia con todo, el Tigre es una tromba. Empata Ursino, remonta el “Pito”. El línea ha levantado en las dos ocasiones su banderín; el VAR ha rectificado en ambas tras agónica espera.

El diluvio se hace presente con rayos y una lluvia torrencial/bíblica. En los descuentos, minuto 97, Viscarra se disfraza de héroe en la atajada del campeonato (no importa si es el segundo partido de la primera fecha).

Todos nos subimos al arca del Billy. En el minuto cien llega otro balde de agua fría: empata Héctor Cuéllar. El VAR lo anula en el 106. Nadie se mueve del Siles, el resfriado está asegurado, los pies mojados también. Esto es The Strongest. Rescalvo besa a Viscarra tras el pitido final. Es el beso de todo el pueblo stronguista.

Post-scriptum: The Strongest no juega (todavía) bien. La idea de Rescalvo (aún) no está. El que no falla nunca es el viejo, peludo y querido Tigre; su ADN de cañada invencible aparece siempre en noches terribles como ésta. Su historia indica el camino: nunca dejes de creer. Es verdad, es demasiado amor para una sola vida.

(05/02/2023)

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