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Sunday 14 Apr 2024 | Actualizado a 20:43 PM

Nuevo orden o desorden mundial

/ 12 de enero de 2022 / 02:07

Una de las lecciones que surge de la crisis del COVID19, la crisis económica y la crisis ambiental o emergencia climática mundial es que, si bien ha habido una respuesta relativamente oportuna de los gobiernos, la respuesta multilateral fue lenta y tímida.

El papel de la OMS en la pandemia debe ser evaluado, así como el de los organismos financieros como el FMI y el Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio (OMC) y el de las instituciones de Naciones Unidas.

Una vez más la lección de la crisis pandémica y de la crisis ecológica mundial es que las respuestas unilaterales son por sí mismas insuficientes para resolver problemas públicos que van más allá de las fronteras nacionales como la salud pública y el medio ambiente.

Una de las enseñanzas de la economía es la de diferenciar los bienes públicos de los bienes privados, puesto que teóricamente están disponibles para todos, a diferencia de los bienes privados que solamente tienen acceso para algunos, es decir los bienes públicos “no son excluyentes”. Adicionalmente, tienen la característica de que teóricamente también se supone que pueden ser utilizados una y otra vez por cualquier persona sin que se reduzcan los beneficios que ofrecen a otros, lo que significaría que “no son bienes rivales”.

Sin embargo, a nivel local y nacional es más fácil administrar y proveer bienes públicos, como la cultura, la tecnología, pero a nivel mundial es mucho más difícil como en el caso del medio ambiente y la seguridad sanitaria, puesto que no hay entidades supranacionales con autoridad jurídica y con autonomía financiera para que puedan normar su uso y proveer a todos los países como, por ejemplo, las vacunas contra el COVID-19.

El problema del multilateralismo es de larga data puesto que, en la práctica, ha prevalecido un mundo bipolar o un mundo multipolar como el actual, pero donde se observa la lucha por la hegemonía o por ser el primero entre los relativamente iguales, el llamado primus inter pares.

Si bien los beneficios de la globalización se tienden a aceptar mientras significa la ausencia de obstáculos a los movimientos financieros y de capital, sus costos, como en el caso del deterioro del medio ambiente, no se aceptan puesto que significan compromisos sobre normas a cumplir y recursos a destinar.

Así, el caso de la salida de EEUU del Acuerdo de Paris (COP21 de diciembre de 2015) durante el gobierno de Trump, sobre medio ambiente, fue un claro ejemplo de que primero están los objetivos nacionales y después el resto de mundo. Empero, durante la Cumbre en octubre 2021 sobre la Acción Climática (COP26) convocada por el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, 77 países y más de 100 ciudades se comprometieron a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a cero para 2050.

En la crisis sanitaria, la Organización Mundial de la Salud no tiene la autoridad global para imponer normas y reglas, ni siquiera para estandarizar los carnets sanitarios. No tiene los recursos para proveer de vacunas ni para investigar con laboratorios propios para no depender de las empresas farmacéuticas.

En el ámbito financiero, el FMI reaccionó proporcionando asistencia financiera a 87 países por el impacto económico de la pandemia de COVID-19, por un monto de $US 167.700 millones, concentrando en 20 países de la región de América Latina $US 117.000 millones, a través del financiamiento rápido, en los casos de Bolivia, inicialmente, Ecuador, Costa Rica y Panamá, así como los créditos flexibles en los casos de Chile, Colombia, Perú, México.

Realizó una nueva asignación a 190 países de Derechos Especiales de Giro (DEG), que complementa las reservas y proporciona apoyo de liquidez, aunque los países ricos fueron los más beneficiados porque fue en proporción a su participación en el capital del FMI.

Sin embargo, el rol de su directora ha sido duramente criticado. Kenneth Rogoff, que fue economista jefe del FMI, escribió que “En lugar de abrazar su rol tradicional… el FMI ha venido intentando transformarse en una agencia de ayuda”, defendiendo los tradicionales programas condicionados del FMI, papel que habría sido abandonado durante la pandemia al “Entregar financiamiento con pocos condicionamientos”.

Parece que lo que necesitamos es más orden a nivel mundial para dar una apropiada respuesta multilateral a las crisis.

Gabriel Loza Tellería es economista, cuentapropista y bolivarista.

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¿La economía de Biden o de Trump?

Actualmente, la economía de EEUU creció un 4,9% y un 3,2% en el tercer y cuarto trimestre de 2023

Gabriel Loza

/ 3 de abril de 2024 / 07:12

En tiempo de elecciones, la situación o estado de la economía pareciera que juega un mayor papel que los economistas, ya sean candidatos o asesores, como en el caso de los Estados Unidos.

Es mundialmente conocida la famosa frase utilizada por Bill Clinton, candidato de los demócratas, contra Busch padre en 1992, candidato de los republicanos: “La economía, estúpido”, que le permitió ganar la carrera presidencial y la cuestión, ahora, es si Biden la utilizará después de que la economía de EEUU capeó una posible recesión o si en cambio ganará de todas maneras Trump, como señalan algunas apuestas en Wall Street.

Lea también: ¿Hay o no burbuja financiera?

Generalmente se da por sentado que los problemas económicos o el estado de situación de una economía es muy esencial para definir al candidato ganador como, por ejemplo, en el caso reciente de Milei en Argentina. Sin embargo, utilizando la conocida cita del economista Dany Rodrik: depende.

En un estudio econométrico sobre los presidentes de EEUU y su economía, Alan S. Blinder y Mark W. Watson concluían que: “La economía estadounidense se ha comportado mejor cuando el presidente de Estados Unidos es demócrata que republicano, casi independientemente de cómo se mida el rendimiento. En el caso de muchas medidas, incluido el crecimiento del PIB real (en el que nos centramos), la brecha de rendimiento es grande y significativa. Este artículo se pregunta por qué. La respuesta no se encuentra en cuestiones técnicas de series temporales ni en una política monetaria o fiscal sistemáticamente más expansiva bajo los demócratas. Más bien, parece que la ventaja demócrata se debe principalmente a shocks petroleros más benignos, un desempeño superior de la productividad total de los factores (PTF), un entorno internacional más favorable y quizás expectativas de consumo más optimistas sobre el futuro a corto plazo”.

Tradicionalmente, antes y después de un proceso electoral se muestra la reacción de los mercados bursátiles como un indicador relevante sobre el candidato en cuestión, puesto que hay candidaturas más favorables y otras menos proclives al mercado. Así se tiene que el desempeño del Standard & Poor’s desde 1945 muestra que en promedio su rendimiento fue mejor con los Demócratas (11,2%) que con los Republicanos (6,9%). Esta diferencia se supone que se ampliaría si se toma el rendimiento récord hasta el primer trimestre de 2024.

También tenemos que desde 1945, el PIB de EEUU creció un promedio de 4,1% bajo los demócratas, en comparación con el 2,5% bajo los republicanos, debido a que muchas expansiones económicas han muerto durante las administraciones republicanas. Diez de las últimas 11 recesiones, que se remontan a la década de 1950, comenzaron durante una Casa Blanca dirigida por el Partido Republicano, ojalá no se cumpla esta regla para 2024 con Trump, que fue el primer presidente en no ser reelegido a pesar de ocupar el cargo durante tiempos ampliamente prósperos.

Actualmente, la economía de EEUU creció un 4,9% y un 3,2% en el tercer y cuarto trimestre de 2023 y a febrero de 2024, el desempleo está en 3,9%, la inflación en 3,2% y el crecimiento de los salarios reales ha vuelto a su tendencia alcista previa a la pandemia.

Con el triunfo de Biden sobre Trump en 2020, se pensó que iba a cambiar su política exterior agresiva y en especial su política comercial neoproteccionista. Sin embargo, Biden no solo continuó la política de seguridad nacional de Trump, sino que la profundizó, estableciendo, por ejemplo, en su estrategia nacional como objetivo explícito contener a China.

El neoproteccionismo de Trump, basado en parte en la aplicación de aranceles y restricciones para proteger a algunos productores, se amplió creando oportunidades para construir proyectos, contratar trabajadores y fabricar equipos necesarios para fortalecer las cadenas de suministro nacionales con la aplicación de más de 20 incentivos tributarios, dentro de la llamada Inflation Reduction Act.

Al final, parece que América Latina y el Caribe seguirán esperando, como siempre, algunos cambios de la política exterior de EEUU hacia su patio trasero, que ahora cuenta con un interesado como es China y posiblemente, en un corto plazo, con el arribo de la India.

(*) Gabriel Loza Tellería es economista, cuentapropista y bolivarista

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¿Hay o no burbuja financiera?

La exuberancia reciente en las bolsas se relaciona con las empresas tecnológicas y en particular con la IA

Gabriel Loza

/ 20 de marzo de 2024 / 06:38

Hace un año ocurrió en EEUU una crisis bancaria o minicrisis que se gatilló con la caída del Silicon Valley Bank, uno de los principales prestamistas de las empresas tecnológicas estadounidenses, el décimo sexto banco en el ranking de EEUU y el primer banco grande en desplomarse después de la gran crisis financiera de 2008. Desató una clásica corrida bancaria relacionada con las empresas start up tecnológicas y el colapso del Signature Bank, un banco regional que se había centrado en los activos digitales al convertirse en uno de los pocos bancos que aceptaban criptodepósitos.

Lea también: Derrotar la inflación y el mediano plazo

El gobierno de EEUU actuó rápidamente y después se hicieron algunos cambios regulatorios. Sin embargo, Paul Davies en Las crisis financieras son una característica del sistema estadounidense, no un defecto, en Blomberg, señala que ha transcurrido un año desde los descalabros de Silicon Valley Bank y Signature Bank con los gritos renovados de “nunca más”, pero que los esfuerzos de las autoridades no solucionarán esencialmente el problema de la banca ni dejarán sin crédito a la economía. Concluye que “se trata de simples retoques de acuerdos políticos y sociales de largo plazo, en un país donde el sistema bancario se construye a partir de un equilibrio entre el poder de los grupos de interés para reclamar acceso a los créditos, la habilidad de los banqueros para ejercer presión en favor de sus protecciones y beneficios, y las necesidades de endeudamiento de los propios gobiernos”.

En este contexto del supuesto aterrizaje suave y de condiciones financieras relativamente más laxas, llama mucho la atención la efervescencia de algunos mercados financieros. Así tenemos el ascenso del Standars & Poors 500, uno de los índices bursátiles más representativos, desde un nivel cercano a los 4.000 hace un año hasta escalar a 5.117 el viernes de la semana pasada, equivalente a una suba del 28%

La exuberancia reciente en las bolsas se relaciona con las empresas tecnológicas y en particular con la Inteligencia Artificial. Parece que el capitalismo en su sobrevivencia, pese a fuertes perturbaciones y crisis, encuentra distintos salvavidas y drogas que le permiten alargar su vida y gozar de buena salud hasta ahora.

Según Reuters, el índice de referencia S&P 500 ha subido más del 25% en los últimos cinco meses, un fenómeno que ha ocurrido solo 10 veces desde la década de 1930. En un avance liderado por las sorprendentes ganancias del fabricante de chips Nvidia, el S&P ya ha alcanzado 16 máximos históricos este año, la mayor cantidad en cualquier primer trimestre desde 1945.

Es justamente la exuberancia del mercado, y en especial el boom de empresas como Nvidia (cuyas acciones han subido más del 80% este año después de triplicarse en 2023) lo que hace recordar con crisis pasadas cuando los precios de los activos se dispararon a alturas insostenibles solo para desplomarse, como la crisis de las puntocom de 1999 y los repuntes de las acciones meme (acción que gana popularidad entre los inversores minoristas a través de las redes sociales y generalmente se basa en memes de internet) de 2021.

El problema del auge de S&P 500 está en su alta relación con el desempeño de algunas empresas como Nvidia, aunque hace unos años estaba relacionado con el desempeño de las acciones de Tesla, llegando a decir JPMorgan: «Advertimos a los inversores que es probable que esta relación funcione a la inversa cuando la euforia de la IA alcance su punto máximo».

Adicionalmente, está el auge del Bitcoin (BTC) con un precio rondando los $us 70.000, cuando hace un año estaba en $us 28.000, como resultado de la aprobación en la bolsa de valores, en enero de 2023, del ETF (Exchanged Trade Fund) de Bitcoin, que es un instrumento de inversión que, aunque regulado, funciona como una acción en función del rendimiento del Bitcoin.

En conclusión, es muy difícil predecir si este auge es una burbuja y cuándo va a estallar. Ex post se dice que Roubini predijo el estallido de la crisis subprime en 2007-2008, pero desde hace tiempo sigue insistiendo en una crisis financiera y de deuda. Como ya no existen el oráculo de Delfos ni Nostradamus, las predicciones de los economistas han perdido aceptación y lo que único que podría decir, desde que empecé en mercados financieros internacionales con el Efecto Tequila, en el Banco Central, es que en el ambiente de los mercados financieros algo huele mal.

(*) Gabriel Loza Tellería es economista, cuentapropista y bolivarista

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La otra cara del dólar

Hay que poner un nuevo blindaje acorde con los misiles de esta megacrisis y corregir nuestros errores o tocar madera

/ 10 de marzo de 2024 / 06:46

OPINIÓN

Como de costumbre, cuando se enfrenta un problema la idea no es tanto enfrentarlo sino el arte es echar la culpa a algo o a alguien. En el caso del fuerte desequilibrio externo que atraviesa la economía boliviana, expresada en una elevada escasez de divisas no tan transitoria porque lleva más de un año, aprovechando los datos del INE apareció el culpable, el déficit comercial en 2023 a diferencia del superávit de 2022 y en especial la balanza deficitaria de combustibles. Sin embargo, estos déficits son solo una parte del problema, un lado de una moneda de un dólar.

Como no tenemos los datos de balanza de pagos a diciembre de 2023, con base al tercer trimestre de 2023 podríamos analizar otros componentes; como el pago de intereses por deuda ($us 407 millones) y la remisión de utilidades al exterior ($us 394 millones), que al no ser compensadas por las remesas ($us 809 millones), la balanza de pagos en cuenta corriente presenta un saldo deficitario de $us 457 millones equivalente al 1% del PIB, mientras que en el mismo periodo en 2022 teníamos un superávit de $us 815 millones (Gráfico 1). Lo más probable es que para todo el año, dado además el déficit comercial a diciembre, el saldo negativo en cuenta corriente de la balanza de pagos sea mayor al 1,5% del PIB.

Todo este párrafo quiere decir simplemente que además del problema con la balanza comercial, el país tiene salidas netas negativas de divisas por concepto de servicios financieros, que no son compensadas por el ingreso neto de remesas del exterior, lo que ha ocasionado un déficit en cuenta corriente. Así, el saldo negativo de la cuenta corriente representa el endeudamiento neto (déficit) de la economía frente al resto del mundo. No obstante, este déficit es manejable y menor al de otras economías de la región, dado que las señales de alerta están en torno al 4% del saldo negativo respecto al PIB y, justamente, existe el financiamiento para apoyo de desequilibrios de balanza de pagos por parte del FLAR y el FMI. Cabe recordar que Colombia, Perú y Chile recurrieron al FMI con anticipación en 2022 justamente por los efectos de la pluricrisis. Hace un año exactamente, el 8 de marzo de 2023, en mi artículo de

La Razón (https://www.la-razon.com/voces/2023/03/08/los-efectos-de-la-guerra-y-las-opciones-de-politica/), advertí oportunamente: “El impacto más notorio en la economía boliviana de esta pluricrisis fue en el desequilibrio del sector externo, el cual se puede enfrentar con mayor endeudamiento externo, modificación del tipo de cambio y con uso de las Reservas Internacionales Netas (RIN). Bolivia optó por las RIN, las cuales, en enero de 2020, antes de la primera crisis, eran de $us 6.374 millones y que, a enero de 2023, como resultado de la pluricrisis, cayeron a $us 3.616 millones, mostrando una pérdida acumulada de $us 2.758 millones”. Si actualizamos la caída a $us 1.708,6 millones a diciembre de 2023, la pérdida acumulada desde el inicio de la pluricrisis es de $us 4.665.4 millones, equivalente a un 9,7% del PIB (Gráfico 2).

Empero, además de la cuenta corriente, el problema de fondo de la economía boliviana está en la cuenta financiera que registra “las transacciones relativas a los activos y pasivos financieros que tienen lugar entre residentes y no residentes”, la cuenta financiera mide la forma como se financia el endeudamiento neto según el VI Manual de Balanza de Pagos del FMI. Según el Banco Central (BCB): “La Cuenta Financiera registró un resultado equivalente a -4,7% del PIB ($us 2.142 millones), debido a desembolsos netos de deuda externa pública y el uso de Activos de Reserva, este último por las repercusiones del contexto internacional marcado por incrementos en el nivel de precios de los combustibles respecto al primer y segundo trimestre de 2023 y las tasas de interés a nivel global aún elevadas, desencadenando mayores presiones en el uso de divisas para la importación de carburantes y pago del servicio de la deuda externa”.  Sin embargo, el financiamiento externo neto fue mínimo y todo el ajuste recayó en la pérdida de RIN, puesto que el BCB señala que: “Por su parte, la Cuenta Financiera sin considerar el uso de Activos de Reserva presentó un financiamiento neto del exterior igual a 0,2% del PIB ($us 99 millones), principalmente por el aumento de pasivos en la Cuenta Otra Inversión por préstamos del gobierno general”.

También puede leer: Los inversores prevalecen sobre los ahorradores en el largo plazo

Empero, el reporte de Balanza de Pagos del BCB no hace mención escrita sobre la partida errores y omisiones, solo presenta sus cifras en el balance de pagos en forma separada de la Cuenta Financiera, donde aparece al tercer trimestre de 2023 el dato negativo de $us 1.688 millones, equivalente a un 3,5 % del PIB. El problema es que este saldo siempre ha estado presente en la economía boliviana históricamente (Gráfico 3). Según el FMI, “un valor siempre NEGATIVO para los errores y omisiones netos podría indicar que los asientos de crédito están sobreestimados o los asientos de débito están subestimados”, es decir, son saldos no registrados, ya sea de las transacciones corrientes, como por ejemplo el contrabando o de las transacciones financieras, como la salida de capitales.

Por tanto, podemos concluir que los problemas del desequilibrio externo en 2023 no solo están relacionados, por un lado, con el déficit comercial sino también, por otro lado, la Cuenta Financiera (amortización de la deuda, inversión directa extranjera e inversión en cartera) de y sus servicios (interés de la deuda y remisión de utilidades), a la que se añade un lado oscuro, un lado oculto, que es el monto significativo de la partida de Errores y Omisiones.

En síntesis, estamos frente a un desequilibrio estructural de varios componentes en los flujos comerciales y financieros, legales y no legales, que no responden a una coyuntura determinada ni son transitorios, sino que expresan problemas latentes gatillados por la conjunción de varias crisis desde 2020.  

Para terminar, reitero desanimadamente lo señalado hace un año: “En consecuencia, hay que poner un nuevo blindaje acorde con los misiles de esta megacrisis y corregir oportunamente nuestros errores o tocar madera”.

https://www.la-razon.com/voces/2023/04/05/incrementar-la-liquidez-en-moneda-extranjera/

Gabriel Loza Tellería Economista, cuentapropista y bolivarista

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Derrotar la inflación y el mediano plazo

Resulta que el FMI prescribe adoptar medidas monetarias contractivas para derrotar ‘definitivamente la inflación’

Gabriel Loza

/ 6 de marzo de 2024 / 06:35

A fines de febrero, en la reciente reunión en San Pablo de los ministros de Hacienda y las autoridades de los bancos centrales del G20, que reúne a las economías más avanzadas tanto desarrolladas como emergentes, la directora del FMI repitió las Perspectivas de la Economía Mundial de enero de 2024, en el sentido de que “tras varios años de shocks, prevemos que el crecimiento mundial se sitúe en 3,1% este año, con la inflación a la baja y mercados laborales estables. Esta resiliencia sienta una base para dirigir la atención hacia las tendencias a mediano plazo que están definiendo la economía mundial”.

Entre los economistas es tradicional la discusión entre el corto plazo y el largo plazo. Se hace generalmente mal uso de una cita de Keynes, en diciembre de 1923: “A largo plazo todos estamos muertos”, puesto que no se completa dicha frase y no se dice el contexto, ya que Keynes continúa señalando que “los economistas se plantean una tarea excesivamente fácil e inútil si en las épocas tempestuosas solo pueden decirnos que cuando la tormenta haya pasado de largo, el océano volverá a estar calmado”. Y lo dijo en su Tratado del dinero, cuando los economistas creían que los brotes de inflación se agotaban por sí solos y el mercado volvía al equilibrio inicial o a lo que unos ahora llaman “la nueva normalidad”, a la tasa del 2% de inflación.

Lea también: Buena suerte o buenas políticas

Las palabras de la directora, como el informe del FMI, huelen un poco a los planteamientos de los monetaristas de hace un siglo. Hacen, implícitamente, una separación entre corto y mediano plazo como si fueran dos momentos distintos en el tiempo y no una continuidad, estableciendo un corte entre las acciones que hacemos ahora sin considerar sus consecuencias en el mediano plazo. Así recomienda que “además de adoptar medidas monetarias y fiscales que sienten bases sólidas, las autoridades tienen que abordar con urgencia los factores que impulsan el crecimiento a mediano plazo”. La receta es adoptar medidas monetarias restrictivas y la “consolidación fiscal”, y una vez derrotada la inflación dirigir la atención a los problemas del crecimiento.

Resulta que el FMI prescribe adoptar medidas monetarias contractivas para derrotar “definitivamente la inflación” evitando “una moderación prematura o demasiado rápida de las tasas”. En este contexto, alaba la política del Banco Central de Brasil, de la cual no está de acuerdo el presidente Lula, porque fue uno de los “primeros Bancos Centrales en elevar su tasa de política monetaria, y luego relajar la política conforme la inflación retornaba a su meta”. Lo cierto es que, si bien fue uno de los primeros en subir su tasa hasta alcanzar el 11,75%, equivalente a una tasa real de 7,2 %, 4 puntos porcentuales por encima de la inflación, es casi uno de los últimos en bajar, como sucedió recién en febrero de este año, al reducir su tasa de política monetaria solamente al 11,25% nominal. En el ranking de las altas tasas de interés positivas (por encima de la inflación) está justamente el elogiado Banco Central de Brasil, con la tasa más alta do mundo después de Rusia (a la que por supuesto no alaba el FMI). 

La discusión, que ya se ha iniciado y que seguirá por mucho tiempo, es si los Bancos Centrales actuaron correctamente elevando simultáneamente sus tasas de interés. Para Stiglitz: “El aumento de las tasas de interés no resolvió el problema que enfrentamos: la inflación del lado de la oferta y del desplazamiento de la demanda. En todo caso, la desinflación se ha producido a pesar de las acciones de los Bancos Centrales, no gracias a ellas”.

Una posición más conciliadora es la de Joseph E. Gagnon (PIIE) al concluir que: Los resultados… sugieren que los shocks de oferta fueron los principales culpables, pero que la demanda probablemente jugó un papel de apoyo, especialmente en Estados Unidos.

No sé si esta famosa conclusión absuelve a los Bancos Centrales o los termina de condenar. Si así fuera, ¿se justificaría que, para enfrentar este simple papel de apoyo de la demanda, los Bancos Centrales en forma simultánea hayan desplegado semejante batería disparando sus misiles de elevadas tasas de interés, arengados por la general en jefe del FMI hasta derrotar la inflación?

(*) Gabriel Loza Tellería es economista, cuentapropista y bolivarista

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El ciclo del gas: buena suerte o buenas políticas

Políticas de Estado y la buena suerte influyeron en el ciclo del gas. Va a ser necesario también para el ciclo del litio

Gabriel Loza

/ 21 de febrero de 2024 / 07:05

En el país la tendencia de los análisis económicos, tanto a nivel oficial como no oficial, ha sido de dar más importancia al tema de la renta de hidrocarburos, al take government, es decir a los ingresos fiscales obtenidos por la nacionalización del gas y a su repartición. Pero antes de los ingresos fiscales, primero están los ingresos de divisas provenientes de las exportaciones de gas y, mucho antes, están los gaseoductos para exportar y, previamente, la exploración y explotación de los yacimientos de gas entre pozos viejos (San Alberto con el pozo SAL-X9 descubierto por YPFB en 1990) y nuevos pozos (el campo Margarita fue descubierto a finales de los años 90 y entró en producción en 2003), y a partir de 2010 con la concreción de un nuevo contrato con el mercado argentino, se impulsó el desarrollo del campo Margarita-Huacaya que se convirtió en el principal productor de gas natural con el 32% del total. Así, el 78% del gas proviene de cuatro campos descubiertos antes de 2005.

Lea también: ¿El fin de la Renta o Excedente Comercial de Hidrocarburos?

Es decir, se trata de resultados de políticas estatales de largo plazo y que para no remontarnos muy lejos, a la Guerra del Chaco, nos remitimos solo a hace más de 30 años, a las políticas aplicadas en los años 90 y que recién empezaron a dar frutos a partir de 2000 cuando las exportaciones de gas solo representaban el 12,1% de las exportaciones totales. Durante el boom de los commodities llegaron a subir a un máximo de participación en el total exportado de 54% en 2013 y para luego declinar hasta llegar al 19% de incidencia en 2023, muy cercano al 17,3% de la participación respecto al total exportado que registró en 1992, volviendo de esta manera a principios del ciclo del gas de los 90.

Sin las exportaciones de gas nos hubiera golpeado muy fuerte la crisis global financiera cuando empezaron a caer las reservas internacionales a mediados de 2009, pero llegaba al Banco Central mensualmente la factura del gas por cerca de $us 300 millones y así hasta agosto de 2022, y luego empezaron a bajar a $us 200 millones en enero de 2023 y a $us 170 millones en diciembre, a lo que se sumaron los pagos pendientes por parte de Argentina.

Sin embargo, el tema no solo es el nivel de las exportaciones sino la propiedad y la renta de hidrocarburos. Con la Ley de Hidrocarburos de mayo de 2005, se recuperó la propiedad de los hidrocarburos en boca de pozo para el Estado Boliviano y estableció el Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH) con una alícuota del 32% del total de la producción de hidrocarburos, el cual sumado a la regalía del 18% daba una renta directa del 50%. La ley estableció que esta sumatoria “no será en ningún caso menor al cincuenta por ciento (50%) del valor de la producción de los hidrocarburos en favor del Estado Boliviano” (sic). Con base en esta norma, la llamada nacionalización de los hidrocarburos del 1 de mayo de 2006, el Decreto Supremo “Héroes del Chaco” no dispuso ninguna expropiación, sino una firma obligada de contratos de exploración y explotación y su aprobación en el Congreso, que cambió las anteriores condiciones que tenía Bolivia con las empresas petroleras. Dispuso la obligación de entregar en propiedad a YPFB la producción de hidrocarburos y su comercialización tanto para el mercado interno como externo. Estableció un adicional 32% a través de una participación adicional para YPFB hasta el 82%, y el saldo de 18% para las compañías.

Es decir, hubo un cambio político en la disposición del uso del excedente desde 2004, pero también los astros se alinearon puesto que después de que los precios de los commodities se mantuvieron en un bajo nivel entre 1992 y 2003, llegaron a triplicarse con el llamado boom del precio de los commodities (2004-2014), el cual primero se desinfló con la caída de los precios de la minería en 2011 y después con la caída de los precios del petróleo a partir de 2015. Esta fase declinante duró hasta el COVID-19 en 2020, para luego recuperarse los precios de los commodities en 2021 hasta mediados de 2022, cuando empezaron de nuevo a declinar hasta fines de 2023.

En conclusión, políticas de Estado y la buena suerte influyeron en el ciclo del gas. Va a ser necesario también para el ciclo del litio.

(*) Gabriel Loza Tellería es economista, cuentapropista y bolivarista

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