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Educación de mentiras

SIMPLE Y CLARO

El reloj marca las 07.30, es martes. La universitaria en pijama se sienta a tomar desayuno con su familia, trae consigo su celular, está encendido y se escucha el saludo del docente que inmediatamente comienza su exposición. La alumna se sirve el café, prepara un sándwich de mermelada y hasta ahí llegó la atención: la estudiante comenta que la clase es muy aburrida, quita su imagen, tiene el micrófono cerrado, está lista para disfrutar su desayuno. Media hora más tarde, tres adolescentes están sentadas frente a sus laptop, están juntas porque tuvieron una pijamada, cada una puso un fondo distinto, así que aparentemente están pasando la clase muy atentas y cada una en su casa. Tienen apagados sus micrófonos, están escuchando música y se pasan mensajes por sus celulares. Esas son las clases desde la pandemia. Al comenzar el 2022 y muy cerca del inicio del año escolar es muy fuerte el clamor para que vuelvan las clases presenciales, con un profesor que ve directamente a los estudiantes, que los escucha y ellos se nota que también lo están escuchando. En ese contexto los estudiantes son de carne y hueso, están cuando están y se nota su ausencia cuando no están, los recreos son reales, los exámenes también.

Los padres y tutores piensan que sus hijos no aprendieron lo suficiente, que no están preparados, que fueron dos gestiones casi perdidas, no hay duda, fue así. No puede continuar el autoengaño pensando que esta es una nueva época donde impera la tecnología y el sometimiento de todos a ella. Según datos de la Autoridad de Telecomunicaciones (ATT), en Bolivia existen más de 10 millones de personas conectadas a internet a través de los teléfonos celulares, para chatear con amigos o familiares, redes sociales y búsqueda de información, las redes que más se utilizan son Facebook y WhatsApp, el internet llega solamente al 6% de las poblaciones rurales. Ni el acceso ni el uso que se hace del internet es el apto para garantizar una buena educación.

Con todos estos datos y las escenas de las que se tiene evidencia en los hogares bolivianos, las clases presenciales no tienen reemplazo si se trata de conseguir buenos resultados en la educación. Esto no quiere decir que no debemos avanzar en el uso de las nuevas tecnologías en las actividades pedagógicas, sin embargo la migración debe ser paulatina, acompañada de políticas nacionales relacionadas con un incremento importante de la población al uso de las TIC, una previa preparación de los profesores y docentes en técnicas eficientes y creativas para impartir las clases, así como nuevos métodos de evaluación, diferentes a los exámenes tradicionales. Mientras tanto el único camino es el de retorno a las clases presenciales.

Lucía Sauma es periodista.