Omar Fuertes y su amor blindado por el teatro

Al mirar a Omar Fuertes en el escenario, no era él a quien se observaba sino al personaje que, a través de sus gestos, voz y rostro personificaba. Era tanta la pasión y la fuerza que él transmitía en esas presentaciones que, automáticamente, el espectador viajaba y se hacía testigo de esa vivencia o, mejor dicho, se empapaba de espíritu, ese que vibra dentro del Pequeño Teatro, su escuela, su familia.
La vida misma transcurría en escasos minutos. Fuertes presentó a personajes graciosos, humanamente tiernos con los que uno podía identificarse o rememorar a seres queridos, esos que te hacen sonreír y reír a carcajadas, que te elevan en un aura de paz, que te hacen imaginar que todo fluye de manera natural y armoniosa; de repente, te rascan la costra de una herida y te enfrentan al dolor, viene la pena y llega el llanto, todo a la vez, ese fue el trabajo actoral de Omar Fuertes a la hora de encarnar personajes.
Las últimas obras que aprecié y disfruté con él como protagonista fueron: El Soldado, escrita por Guido Arze, quien fue su maestro, director y su “padre mío”, como cariñosamente lo llamaba. En esa obra, que protagonizó junto a Diego Massi, su “pareja de teatro”, Fuertes transmitió al público la ternura e ingenuidad de un joven soldado. Una pieza exquisita que arranca carcajadas y que comparte un mensaje social siempre vigente.
La Razón Blindada es otra obra en la que Fuertes reveló su profesionalismo y su pasión. En ésta encarna a un hombre adulto que ha perdido la razón y que es atendido por su hija en una especie de hospital manicomio, la joven interpretada por la actriz Katherine L. Soto del elenco Mandrágora Teatro, personifica a una enfermera complaciente que, a su vez, interpreta distintos personajes a gusto y capricho de su paciente quien cree ser El Quijote.
La obra fue escrita por el argentino Arístides Vargas, director de Teatro Mala Hierba de Ecuador y adaptada por Fuertes para llevarla a escena durante uno de los Enkuentros de Teatro Breve que organiza todos los años el Pequeño Teatro (PT). La Razón Blindada fue otra de las piezas que previamente arrancó carcajadas al público para luego inyectarse en la profundidad del alma y provocar lágrimas.
Omar Milton Fuertes Prado, actor, director, maestro, músico y médico, además de padre de dos adolescentes, estuvo enamorado del arte teatral hasta el final, su compromiso fue tan fuerte que pese a trasladarse a vivir a la ciudad de Oruro, siempre asistió, cada fin de semana, a La Paz para integrarse al trabajo de Pequeño Teatro.
Inició su carrera como actor muy joven, apenas siendo bachiller, cuando junto a jóvenes universitarios, Diego Massi, Mirna Rivero, Patricia Gamboa y otros, se integró al PT, escuela que surgió entonces de la mano de Guido Arze y Jorge Ortiz. Años dorados los 90 en los cuales, los jóvenes mencionados se proyectaron como “grandes promesas”. La primera obra en la que intervino Fuertes fue El Abrigo, junto a Jorge Ortiz, la segunda: A las 6 en la esquina del boulevard; posteriormente, Variaciones sobre una muerte segura, pieza en la que participó junto a Jorge Ortiz, Sergio Caballero y Cindy Morales.
Fue, sin embargo, en la interpretación del monólogo Quién desordena las rosas que el público pudo apreciar la calidad interpretativa de Omar Fuertes, una pieza que trabajó con total disciplina para integrar voz y movimiento, faena difícil ya que amoldó su cuerpo al cuerpo de un personaje con las extremidades deformes. Con esa pieza, Fuertes recorrió escenarios de Europa, estuvo en Francia, Suecia.
A su retorno del viejo continente decidió crear un elenco en Oruro, a la par que dio talleres, trabajó con jóvenes y siguió participando en los Enkuentros de Teatro Breve. Es así que impulsó el nacimiento de Mandrágora teatro con el mismo espíritu que puede percibirse en el Pequeño Teatro, ese indomable que hace que personas distintas puedan convivir y crear juntas obras que viven y afectan a los que consumen teatro, a un público que renueva sus esperanzas y cree, una vez más, que todo lo bueno es posible.
Omar creía en eso, jamás le dio importancia a las críticas ni a la mala saña de personas que desde su propia subjetividad buscaron opacar su brillo actoral o anular la existencia del Pequeño Teatro; Fuertes continúo soñando, creando e impulsando a otros jóvenes a inclinarse por el arte teatral; siguió a la par, siendo el cómplice, el amigo, hermano, hijo, hasta el médico que acudió a socorrer cuando alguno de los integrantes enfermó, dictó recetas por teléfono, colocó inyecciones y llevó la cuenta de todo lo que su “padre mío” requería en cuestiones de salud.
Omar, el compañero sonriente, con su amor latente y blindado por el teatro, jamás desfalleciente, jamás vencido. El 12 de enero se fue a descansar, su cuerpo no resistió el ataque del virus; sin embargo, su espíritu sigue latente y fortalecerá a quienes quedamos para hacer honor a su existencia en las tablas. No vamos a rendirnos. Los integrantes del Pequeño Teatro seguiremos enamorados como tú. Gracias Omar amigo, hermano nuestro.
Jackeline Rojas Heredia es periodista cultural.