Espero que estas palabras lleguen a ti antes que el virus. Aquí, postrado en cama, con la cabeza atormentada por la fiebre, el cuerpo martirizado por dolor y la garganta bloqueada por unas flemas que me impiden respirar como antes, me pregunto cuáles son las razones que te impulsan a exponerte en las calles y gritar tus consignas contra la vacunación.

Tal vez crees que el coronavirus es un invento y que eres inmune porque hasta ahora no te has contagiado. Pero déjame decirte que el virus es real y puede meterse en tus pulmones el rato menos pensado; más si persistes en marchar junto a otras personas sin cubrebocas y en patota, más si no te has inmunizado.

Te diré cómo se siente. En mi caso, empezó con un ardor en la garganta y jaqueca. Como si estuviera resfriado. Luego sentí un cansancio repentino, de esos que te impiden mantenerte de pie por más de un minuto… para que me entiendas, es como el agotamiento que sentirías si marcharas todo el día desde la Ceja hasta la Pérez Velasco, ida y vuelta, sin descanso.

Intenté contrarrestar el malestar con analgésico y antigripal, pero era tarde. Estaba infectado. Una muestra rápida de antígeno comprobó lo que trataba de evitar: di positivo. Te puede resultar difícil de creer, pero en ese momento comenzaron unos padecimientos adicionales peores que la enfermedad en sí.

Me imagino que como pasas buena parte del tiempo en las protestas negacionistas, no trabajas. ¿Sabes? La gran mayoría de los dependientes debemos tramitar de la Caja Nacional de Salud una “baja médica” cuando nos aqueja una dolencia que impide asistir a la fuente laboral. Para obtenerla, en estos días de “cuarta ola”, debes formar fila de pie y en la calle durante horas junto a otros infectados que, al igual que uno, sienten suplicios indescriptibles en las extremidades. Cuando llega tu turno, unas enfermeras irritadas por tanto trabajo te gritan que debes volver horas más tarde a recoger la baja y una receta prescrita a ciegas… nunca ves al médico.

Al recoger los fármacos (paracetamol, aspirinas e ibuprofeno), debes igualmente esperar a que cada licenciada llene y selle cuatro copias distintas de la receta.

Escuché tus estribillos y tus argumentos. Afirmas que “el pueblo ya se ha inmunizado porque usa plantas medicinales”. De verdad te digo, el consumo de mates no frena el avance del virus. Una vez que se introduce en tu cuerpo, destroza tus defensas, obstruye tus vías respiratorias, altera tu digestión y obnubila tu mente hasta causar episodios de amnesia. Se siente una tortura sórdida y lacerante; no puedes ni gritar…y lo que es peor…no sabes sin has transmitido el mal a tus amigos, seres queridos y personas con las que interactuaste.

Es un tránsito directo al suplicio de la fiebre y el temor a morir. Hasta que comienzas, como por milagro, a recuperar la lucidez y el sosiego porque algunos de los ramalazos disminuyen. Tu cuerpo reacciona ante el ataque viral y se atrinchera en las defensas que obtuvo gracias, ¿sabes a qué?, sí, ¡gracias a las vacunas!

Esas dosis de inmunización que condenas salvan vidas. Los datos demuestran que ocho de cada 10 personas que fueron a dar a Unidades de Terapia Intensiva no estaban inoculadas. Es decir, cuando bloqueas y rechazas las vacunas, pides que más gente caiga indefensa y expuesta ante un virus que ya mató a más de cinco millones y medio de personas en el mundo.

Respeto tu derecho a pensar y expresarte libremente. Pero creo que ese ejercicio debería permitirte también usar el pensamiento en relación al derecho que tienen otras personas como tú, a vivir.

José Antonio Aruquipa Z. es periodista y abogado constitucionalista.