Descolonizar el arte
La descolonización del arte es un tema actual, imprescindible y poliédrico. Por su importancia y potencia es presa de manoseos tanto de agendas políticas como del onanismo académico. Por ello, van mis “humildes” comentarios en el entendido de que por arte me refiero a todas las expresiones creativas del mundo popular y de la esfera oficial.
Desde tiempos remotos el arte ha desarrollado su existencia, como obra y pensamiento, en los ámbitos donde reinan las paradojas e incertidumbres. Debe su permanencia en la historia a esa cualidad intrínseca que la diferencia de la ciencia, donde las certezas son imprescindibles. Arte y ciencia son travesías diferentes que buscan lo mismo: entender el mundo que nos rodea.
El arte es la manera sublime de interpretar la realidad y por mucho tiempo seguirá surcando las aguas procelosas del océano de la perplejidad. Sin embargo, en diversos momentos de la historia humana, han pretendido apropiarse de esa potencia sublime con diversos fines; sobre todo, en las revoluciones políticas. Sin duda la capacidad del artista para marcar los imaginarios sociales es inmensa como, también, su entidad inasible. Por ello, la manera sublime escapa de todo corsé y eleva lo espiritual e identitario de cualquier sociedad.
Nuestros procesos políticos emplearon diversas estrategias para el usufructo del arte, unos más sutiles y otros burdos. En el siglo pasado tuvimos la urgencia ideológica de un arte “al servicio del proletariado”, hacer lo opuesto era “una creación pequeño burguesa” sin ningún valor social. Pasaron pocas décadas y, como siempre, el arte y su pensamiento se escurrieron por otros senderos. ¿Por qué? Respuesta: porque varían los sentidos de la apropiación y del pensamiento artístico. Ese cambio en la asimilación estética no es, en nuestro medio, un estudio académico autónomo y, por ello, se busca en la sociología, la antropología o la política explicaciones concluyentes. Va un ejemplo: se llega a pensar que la colonia está en los cuadros de Holguín como si la materia per se tuviera ideología (estas disquisiciones sobre el arte se parecen al l.q.q.d. de los pensadores políticos de hoy en día). Como la ideología de una obra artística la establece su práctica social —disímil para cualquier tiempo y lugar social— la colonización es ahora más amplia, sutil y perversa que el reino español de antaño.
Es complejo navegar en el océano paradojal de nuestro arte con una barquita enclenque llamada academia del arte. Urge construir una enorme arca pedagógica para superar la vacuidad de sensibilidad y la ausencia valores en un mundo ofuscado por la política y la tecnología.
Carlos Villagómez es arquitecto.