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¿Vivimos en una simulación?

Voces

Imagina que, cuando tus bisabuelos eran adolescentes, tuvieron en sus manos un novedoso aparato: el primer sistema de entretenimiento de realidad virtual totalmente envolvente del mundo. No eran esas gafas torpes que ahora se ven en todas partes. Este dispositivo parecía salido de Matrix: una elegante banda para la cabeza con electrodos que, de alguna manera, se introducía directamente en el sistema perceptivo del cerebro humano y sustituía todo lo que el usuario veía, oía, sentía, olía e incluso sabía mediante nuevas sensaciones creadas por una máquina.

Esas bandas mágicas pronto se convirtieron en un hecho ineludible de la vida cotidiana. De hecho, tus bisabuelos se conocieron con esos aparatos y sus hijos, tus abuelos, rara vez se encontraron con el mundo fuera de ellos. Las generaciones posteriores —tus padres y tú— nunca lo hicieron. Todo lo que conociste, todo lo que llamas realidad, te lo dio una máquina.

Ese es el tipo de escenario en el que sigo pensando cuando reflexiono sobre la hipótesis de la simulación: la idea, muy discutida entre tecnólogos y filósofos, de que el mundo que nos rodea podría ser una invención digital, algo así como el mundo simulado de un videojuego.

Un nuevo libro del filósofo David Chalmers, Reality+: Virtual Worlds and the Problems of Philosophy, me ha convertido en un simulacionista empedernido. Después de hablar con Chalmers y de leerlo, he llegado a creer que el mundo de la realidad virtual que se avecina podría considerarse algún día tan real como la realidad. Si eso ocurre, nuestra realidad actual quedará en entredicho de inmediato; después de todo, si pudimos inventar mundos virtuales significativos, ¿no es plausible que alguna otra civilización en otro lugar del universo también lo haya hecho? Pero si eso es posible, ¿cómo podemos saber que no estamos ya en su simulación?

Quizá no podamos demostrar que estamos en una simulación, pero como mínimo será una posibilidad que no podemos descartar. Chalmers argumenta que, si estamos en una simulación, no habría razón para pensar que es la única simulación; de la misma manera en que computadoras diferentes en la actualidad están ejecutando Microsoft Excel, muchas máquinas diferentes podrían estar ejecutando una instancia de la simulación. Si ese fuera el caso, los mundos simulados superarían ampliamente a los no simulados, lo que significa que, solo por estadística, no solo sería posible que nuestro mundo fuera una de las muchas simulaciones, sino también probable.

Chalmers es profesor de Filosofía en la Universidad de Nueva York y ha pasado gran parte de su carrera pensando en el misterio de la conciencia. Empezó a pensar de manera profunda en la naturaleza de la realidad simulada tras usar aparatos de realidad virtual como Oculus Quest 2 y darse cuenta de que la tecnología ya es tan buena como para crear situaciones que se sienten visceralmente reales.

La realidad virtual avanza ahora con tanta velocidad que parece bastante razonable suponer que el mundo dentro de la RV podría ser algún día indistinguible del mundo fuera de esta. Chalmers dice que esto podría ocurrir dentro de un siglo; no me sorprendería que superáramos esa meta dentro de unas décadas.

En la actualidad, lo que pasa en internet no se queda en internet; el mundo digital está tan arraigado en nuestras vidas que sus efectos repercuten en toda la sociedad. Después de que muchos pasamos gran parte de la pandemia trabajando y socializando en línea, sería una tontería decir que la vida en internet no es real.

Su conclusión: “La realidad virtual no es lo mismo que la realidad física ordinaria”, pero debido a que sus efectos en el mundo no son fundamentalmente diferentes de los de la realidad física, “es una realidad genuina de cualquier manera”. Por tanto, no deberíamos considerar los mundos virtuales como ilusiones; lo que pasa en la realidad virtual “realmente ocurre”, dice Chalmers, y cuando sea lo suficientemente real, las personas podrán tener vidas “totalmente significativas” en la realidad virtual.

Esto nos lleva a lo profundo e inquietante de la llegada de la realidad virtual. La mezcla de la realidad física y la digital ya ha sumido a la sociedad en una crisis epistemológica: una situación en que diferentes personas creen en diferentes versiones de la realidad en función de las comunidades digitales en las que se reúnen. ¿Cómo podríamos afrontar esta situación en un mundo digital mucho más realista? ¿Podría el mundo físico seguir funcionando en una sociedad en la que todo el mundo tiene uno o varios alter ego virtuales?

No tengo muchas esperanzas de que esto salga bien. Pero las posibilidades aterradoras sugieren la importancia de las investigaciones al parecer abstractas sobre la naturaleza de la realidad en la realidad virtual. Deberíamos empezar a reflexionar sobre los posibles efectos de los mundos virtuales ahora, antes de que sean tan reales que sea demasiado tarde.

Farhad Manjoo es columnista de The New York Times.