Los equidistantes
Por su naturaleza, los equidistantes habitan en el (justo) medio. Están lejos de los extremos. Su actitud los aparta de la polarización. Lo suyo es el centro: distantes de un lado, distantes del otro. No abonan, por tanto, el enfrentamiento. Los equidistantes no apoyan los relatos de los polos, no les creen, no les interesa. Es probable que sean indiferentes, se hayan bloqueado, estén agotados. Claro que pueden moverse, tomar partido. Con los equidistantes nunca se sabe.
En un reciente estudio de opinión pública realizado por la Fundación Friedrich Ebert (FES Bolivia) y Naciones Unidas, que explora percepciones y actitudes, los equidistantes aparecen con cuerpo propio. En un continuo que va desde quienes respaldan con firmeza la narrativa del oficialismo, en un extremo, y quienes respaldan con firmeza la narrativa de la oposición, en el otro extremo (cada uno de ellos con sus respectivos apoyos moderados), los equidistantes se ubican en el centro.
La cosa es así: la polarización llegó para quedarse y está instalada en la política y en la sociedad. Como no es posible “superarla”, debemos aprender a gestionarla y convivir con ella sin que nos desborde.
Cierto que la polarización tiene ecos y se (auto)refuerza en algunos segmentos, es magnificada en la agenda político-mediática, se agita en las redes sociodigitales. Pero sus rendimientos son decrecientes. Quienes alientan la polarización y se nutren de ella, reciben factura.
Los equidistantes están en medio de esa polarización. ¿Pero quiénes son o, mejor, qué significan? Cuando se lo planteó en el Foro de Análisis Político de la FES, hubo interpretaciones muy interesantes. ¿Los equidistantes son los sensatos, los equilibrados? ¿O corresponden a esa parte de la población que no es del MAS-IPSP, pero termina votándole? ¿Son más bien los desencantados, germen de un futuro “que se vayan todos”? ¿Acaso los oportunistas, los tibios, los traidores?
Según el citado estudio, el segmento de equidistantes se alimenta sobre todo de jóvenes menores de 25 años, de estrato bajo, en ciudades y pueblos (en especial fuera del eje). ¿Representan al llamado votante mediano? No necesariamente. Tampoco parece que sean el centro político del cual pueda surgir un proyecto electoral. Su equidistancia, de unos y otros, tiene mucho que ver con aspiraciones (ya no solo de reconocimiento), con expectativas de futuro (ya no solo de inclusión).
A reserva de las lecturas-debate sobre su composición y cualidad, los equidistantes muestran que algo importante se está moviendo en los más jóvenes, que algo sustantivo se está recomponiendo en el campo (pluri)nacional popular. Hay energía, y mucha, más allá de la polarización.
FadoCracia bloguera
1. Hubo un tiempo (para mí el año 2007) en el que algunos espacios compartidos en internet, en comunidades pequeñas, eran no solo habitables, sino gratos, motivadores, cómplices. Me tocó disfrutarlo con el blog FadoCracia (“gobierno de los melancólicos, hegemonía de la saudade, tiranía de los sentimientos…”). 2. Pronto la blogosfera se contaminó con la disputa sobre el proceso constituyente. Y aquellos meses ebrios de colores, que hoy preservo con nostalgia, terminaron. 3. Después conocí Facebook, esa vitrina de exhibicionismo/voyerismo. Y también Twitter, con sus lindos intercambios. Duraron/duré poco. 4. Recuerdo esto porque una muy querida amiga mexicana (Paola Vásquez), apasionada de los libros, las películas, la música, acaba de crear el blog Letraherida. Su post inaugural (¿Por qué letraherida?) y el siguiente (Arte y rebeldía. Del astigmatismo al impresionismo) son una delicia, oxígeno puro, homenaje a la palabra. 5. Escribo para celebrar y agradecerle. Escribo para decirles, a Paola y a mi hermano Víctor, que por su culpa el blog FadoCracia, quince años después, disculpándose por el largo silencio, está tentado de volver.
José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.