Los nuevos desafíos
En mi libro digital Neoliberalismo versus Neopopulismo señalé que el problema de algunos modelos económicos, considerados en su momento exitosos, fue su incapacidad de adaptarse a los nuevos desafíos del contexto externo y del entorno nacional. La rigidez en el manejo de los instrumentos de política económica erosiona la capacidad para enfrentar problemas tanto originados por shocks externos e internos, como los generados por el propio modelo.
Concluí que en el caso de Bolivia: “El modelo es muy dependiente del dinamismo de la demanda interna y especialmente de la inversión pública, que actualmente atraviesa una fase de descenso muy similar a la desaceleración del crecimiento del PIB y, dado el alto componente de recursos propios asociados a la recaudación de hidrocarburos, el modelo es dependiente de la exportación del gas natural en precio y cantidad.”
El motor del crecimiento ha sido la inversión, con un alto componente de la inversión pública cubierta en dos tercios por financiamiento propio derivado, en gran medida, por la recaudación de hidrocarburos. La participación estatal fue del 71,8% de los ingresos generados por el sector hidrocarburos y la renta estatal (renta petrolera y recaudación tributaria) fue el 39% de los ingresos del Gobierno General. El problema de fondo es que el esquema que permitió el éxito del modelo ya no funciona puesto que, en primer lugar, Bolivia ya no es un país exportador de hidrocarburos sino minero y de alimentos. La restricción no es externa, de precios, sino interna, de volumen, puesto que en 2021 el precio del barril subió hasta alcanzar 90 dólares.
En segundo lugar, la demanda interna ya en 2018 perdió dinamismo y entre el primer trimestre de 2020 y el de 2021 su incidencia en el crecimiento del PIB fue negativa (10%) para recuperarse recién en el segundo y el tercer trimestre de 2021 con una contribución positiva del 8,2% y 7,3% respectivamente. La demanda externa, que en la fase de expansión del modelo heterodoxo había contribuido con 1% al crecimiento del PIB frente a un 6% de la demanda interna, tuvo una incidencia negativa desde el primer trimestre de 2019 hasta el primer trimestre de 2021, para luego contribuir al crecimiento del PIB con más del 4,5%. La absurda discusión entre el dinamismo de la demanda interna asociada al modelo heterodoxo vs el de la demanda externa relacionada con el modelo neoliberal debería ser superada con medidas de política económica para incrementar los ingresos de exportación.
En tercer lugar, la inversión total y en especial la pública, que había contribuido al crecimiento del PIB hasta 2018 con un 1,6%, desde el primer trimestre del 2019 hasta el primer trimestre del 2021 tuvo una contribución negativa del 3%, para recién en el segundo y tercer trimestre lograr una incidencia positiva del 2,3%. La preferencia por la inversión pública en desmedro de la inversión privada nacional y extranjera debe cambiarse por una política que no desplace sino complemente ambas inversiones con énfasis en las alianzas públicas y privadas.
Por tanto, si las variables que permitieron un buen funcionamiento del modelo heterodoxo ya no contribuyen como en el pasado, es necesario realizar los cambios necesarios para retomar el dinamismo de la economía.
Por ejemplo, el esquema de la captación del excedente económico de la renta petrolera debe cambiarse con una radical reforma tributaria que aliente la exploración y explotación y sustituirse por una nueva modalidad de captación del excedente económico de los sectores que no han contribuido en función de sus altos precios, como la minería, en especial del oro, los gremialistas y la economía de la coca.
El énfasis en el financiamiento interno tiene que equilibrarse con una estrategia de financiamiento externo con mayor apertura y actitud hacia los organismos multilaterales, dejando la consigna de “esta agua no he de beber” y con una apertura a los mercados de capitales en un contexto muy adverso, de aumento de las tasas internacionales de interés.
Por último, una política económica es resilente si tiene la capacidad de adaptarse a los cambios y amenazas del entorno externo e interno y enfrentar nuevos desafíos dejando los fundamentalismos en función del Vivir Bien.
Gabriel Loza Tellería es economista, cuentapropista y bolivarista.