Soñar con los BRT en el país de los sindicatos
Hace más de 40 años, en la ciudad de Curitiba, Brasil, nacía un ingenioso sistema de transporte masivo, después bautizado “BRT” (Bus Rapid Transport, en inglés). Este novedoso sistema se fue perfeccionando a tal punto que en la actualidad se encuentra implementado en más de 180 ciudades alrededor del mundo.
Es la alternativa más económica y práctica versus sistemas mucho más costosos e invasivos como el metro, tranvías o trenes urbanos. Si bien estas otras opciones son inevitables cuando las metrópolis ya poseen un gran tamaño y densidad, el BRT aun así, sigue siendo un complemento y una alternativa dentro de la interconexión y alternabilidad que plantea el concepto moderno de movilidad urbana, que habla del uso de diversas formas de movilidad dentro de una ciudad: vías peatonales, ciclovías, buses BRT, teleféricos, metros o trenes urbanos de cercanías.
La implementación de un sistema BRT plantea el uso de vías “segregadas” que dan la prioridad a los buses que las recorren, con paradas exclusivas y seguras cuyo acceso es por el lado izquierdo, asegurando así que el flujo de buses no se entorpezca con la actividad de vehículos particulares que se da sobre el lado derecho de las calzadas. La genialidad del BRT es que permite un servicio de calidad, seguro y fiable, que además podrá ser regulado y controlado porque se pueden incrementar o disminuir los buses según las horas de mayor o menor demanda.
El sistema BRT genera grandes “corredores o ejes” que transportan masivamente a miles de personas diariamente, estos ejes son alimentados por pequeños buses que de forma transversal acarrean a los pasajeros hasta el corredor. La experiencia nos indica que el sistema BRT no se hace de la noche a la mañana y que su implementación será paulatina en base a un plan maestro que va consolidándose con el paso de los años.
En Bolivia tenemos pocas experiencias cercanas al sistema BRT. Describiremos tres en el eje troncal. La ciudad de La Paz fue la pionera con la creación del sistema La PazBUS, popularmente conocido como PumaKatari, con una empresa municipal que en los últimos ocho años consolidó siete rutas utilizando una flota de 179 buses. Sin embargo, la etapa propiamente dicha de un BRT con carriles exclusivos no pudo ser lograda al día de hoy, debido en gran medida al poder de los sindicatos de transporte que tienen gran influencia económica y política.
El segundo caso en la ciudad de El Alto, en 2015 se pone en marcha el sistema Sariri, que finalmente se rebautizará como Wayna Bus. Igualmente se trata de una empresa municipal, que arrancó con 60 buses. Tuvo muchos problemas de funcionamiento, tanto por los buses como por las rutas. Actualmente tiene un funcionamiento discreto y marginal en una sola ruta, sin vías exclusivas.
El tercer caso es en Santa Cruz de la Sierra, la ciudad más grande de Bolivia. Esta ciudad es la de peor desempeño en cuanto al actual servicio de transporte sindicalizado. Desplazarse de un extremo a otro implica grandes distancias y tiempo. Esta realidad hace innegable la necesidad de un sistema de transporte masivo que resuelva el grave problema de desplazamiento diario que tienen los cruceños.
El sistema BRT, bautizado como Sarao, fue el único que se planteó desde un inicio como un BRT con vías segregadas y además con la concesión de las rutas a empresas privadas que se adjudicarán las vías de acuerdo a condiciones estipuladas por el Gobierno Municipal.
El diagnóstico previo de la cooperación Japonesa JICA cimienta las bases de una red que abarca toda la ciudad con corredores origen – destino y con corredores circulares interconectados, como son los anillos que caracterizan a la ciudad.
Lamentablemente una mala decisión política decide iniciar obras en 2019 en un tramo complejo como es el primer anillo en desmedro del eje Norte-Sur de 22 kilómetros. A ello se suma la llegada de la pandemia en 2020, y finamente un cambio de gestión edilicia que opta por defenestrar y desahuciar lo construido para el arranque del sistema, que tenía previsto comenzar con 30 buses.
Queda claro que en nuestro país, mientras no exista voluntad política que se aleje del poder y las influencias de los sindicatos de transportistas (mal llamados sindicatos, porque son pseudoempresarios que no pagan impuestos), no podremos acceder al siglo XXI con el goce pleno de sistemas de transporte BRT, eficientes, seguros, cómodos, amigables con el medio ambiente y universalmente accesibles. Es tarea de la ciudadanía no perder esta aspiración.
Ernesto Urzagasti Saldías (es arquitecto y docente universitario).