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La ideología más perversa (I)

TRIBUNA

Uno de mis estudiantes me sugirió escuchar a Agustín Laje, conocido detractor del feminismo. Hice caso y lo busqué en YouTube. Al ver los títulos de sus videos (“PODEROSO DISCURSO de Agustín Laje” o “Agustín Laje DESTRUYE a FEMINISTA”), llegué a dos conclusiones: 1) tiene claro el concepto publicista de orquestación: repite su nombre para que lo identifiquemos con la ideología que transmite; y 2) utiliza bien los signos lingüísticos: resalta palabras en mayúsculas para predisponer la reacción del espectador. Una de sus conferencias se llama La ideología más PERVERSA, donde busca destruir lo que él llama ideología de género, haciendo una contraargumentación a citas de Judith Butler y Paul Preciado.

La primera cita que hace a Butler dice: “La multiplicación paródica impide a la cultura hegemónica y a su crítica confirmar la existencia de identidades esencialistas o naturalizadas”.

Laje la lee y procede diciendo: “Que haya una correspondencia entre género y sexo ha sido un gran engaño que tenemos que deconstruir, esa es la propuesta de Butler. ¿Cómo hacemos para deconstruir la identidad de género esencialista o naturalizada? A través de la multiplicación paródica. ¿La multiplicación paródica de qué? La multiplicación paródica de géneros”. Para él es antinatural pensar la posibilidad de que existan más de dos géneros porque no existirían más de dos sexos a nivel biológico. Podemos disputarlo hablando de la intersexualidad en la biología, pero más allá de eso cabe decir que Laje en ningún momento explica por qué Butler propone la multiplicidad de géneros.

La teoría queer afirma la existencia de la heteronormatividad: una unidad “obligada” entre el sexo (la genitalidad biológica), el género (las prácticas culturales) y el deseo (las prácticas sexuales). Una sexualidad acorde a la norma sería una persona que nace con pene, se identifica como hombre y gusta de mujeres. Una sexualidad periférica surge cuando uno o dos de los tres elementos no respeta la continuidad establecida (cuando una persona nace con vagina, se identifica como mujer, pero siente deseo sexual por otras mujeres, por ejemplo).

Laje no explica por qué se afirma que la unidad entre sexo y género no es natural. El concepto que omite es la teatralidad (lo cambia por “engaño”, palabra que Butler no usa). Para la autora, los roles de género son similares a un teatro actuado por todos; lo masculino y femenino se construyen por un guion sociocultural que asigna roles a ser actuados. La heteronormatividad es el guion de esta obra y los actos de género son la actuación: estos actos son públicos (se hacen en frente de otros), corporales (gestos, movimientos) y son vigilados (por la heteronorma). Es así que el género no sería algo natural, sino un hábito naturalizado en el cuerpo por la repetición.

Yo de niño amaba las Barbies de mi prima y se me dijo: “te van a reñir porque los hombres no juegan con muñecas”. Mi instinto infantil las buscaba, pero me lo impedía mi papel de hombre en la obra teatral. Y no solo en casa, también en el colegio, donde me gritaron “maricón” a los seis años, cosa que marcó un punto de inflexión: comencé adrede a comportarme de modo más masculino. Muchos, sino todos, hemos vivido estos momentos de corrección del género, mediante afirmaciones, burlas y otros mecanismos de control. Si en algún momento de la historia nos hemos inventado los géneros de hombre y mujer, hoy podemos inventar más géneros y actuarlos con el mismo rigor: al mostrar los infinitos grises entre lo masculino y lo femenino, podemos hacer visible que el género es un constructo social que puede deconstruirse.

El problema de Laje no es su falta de rigor académico, sino que sus ideas son muy populares y es necesario aclararlas. Es el lector que se pone en contra del autor antes siquiera de abrir el libro y lo hojea con el fin de encontrar citas para darle la contra. A pesar de esto creo que es importante escucharlo, pues es el síntoma social de un sector que se acerca a las personas de cualquier diversidad sexual y de género con la misma actitud con la que Laje abrió El género en disputa. Claro que la teoría queer no es perfecta, sobre todo si pensamos en aplicarla al ámbito boliviano, donde culturas como la quechua o la aymara tienen su propio entendimiento de la diversidad sexual y las identidades de género (pensamiento que debe ser rescatado y entendido). Pero si le vamos a dar la contra a Butler, hay que hacerlo, pues, desde la argumentación académica.

Juan P. Vargas es literato.