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Wednesday 17 Apr 2024 | Actualizado a 21:47 PM

Meteorito ambiental

/ 2 de marzo de 2022 / 02:50

Hace unos meses se estrenó la película No mires arriba (Don’t look up), la cual, para muchos resultó graciosa, para otros aburrida o sin sentido, y para unos cuantos, un punto de reflexión sobre los serios problemas ambientales que nuestra sociedad está soportando y sobre cómo la palabra de los científicos sobre los diversos descubrimientos, advertencias y/o posibles soluciones a diferentes problemáticas pueden pasar desapercibidas o ser olvidadas rápidamente producto de la influencia de las redes sociales o campañas de desinformación que obedecen a intereses o lineamientos políticos y económicos.

Podemos citar diversas analogías (recientes o pasadas) entre esta película y la constante degradación de nuestro medio ambiente (el meteorito que acabará con el planeta). Por ejemplo, en agosto de 2021, el Panel Internacional de Expertos sobre el Cambio Climático, IPCC, (conformado por científicos de todo el mundo) informó que, “a menos que las emisiones de gases de efecto invernadero se reduzcan de manera inmediata, rápida y a gran escala, limitar el incremento del calentamiento global a 1,5 ºC o incluso a 2º C en las próximas décadas será un objetivo inalcanzable”.

Esta advertencia, cuyos efectos por supuesto que también afectarán a Bolivia, aparentemente han pasado desapercibidos, tanto por el sistema público como privado, especialmente si consideramos que, en los últimos cinco años, el sector agropecuario ha generado la mayor proporción del Producto Interno Bruto del país (mayor al PIB generado por el sector petróleo crudo y gas natural y minerales metálicos y no metálicos); por lo cual, las proyecciones de la expansión de la frontera agrícola y ganadera es un hecho, tal como lo expresa el Plan de Desarrollo Económico Social 2021-2025. Sin embargo, bajo el escenario climático planteado por los científicos del IPCC, nos preguntamos, ¿valdrá la pena expandir las áreas de producción de este sector económico?

Esta interrogante puede responderse sola, pues basta remontarnos a diciembre de 2021 (además de otros eventos que históricamente suceden año tras año), cuando las inundaciones y granizadas afectaron grandes extensiones de producción agropecuaria en todo el país; pero, como regularmente ocurre, no queremos adquirir nuevas experiencias y hacemos caso omiso a la palabra de los entendidos en dicha materia que ya habrían advertido dicha situación (no queremos ver el meteorito cayendo).

Recientemente, una colonia menonita construyó un puente sobre uno de los pocos cuerpos de agua permanentes en la región del Gran Chaco, afectando, además, un humedal importante para la regulación climática de esta zona. Este puente, construido sin ningún tipo de autorización legal-ambiental (tiene como argumento el posible beneficio social para las comunidades guaraníes de la región) se constituye en una bomba de tiempo, pues, según el análisis de los expertos (estructural y ambiental), no reúne las condiciones adecuadas para su sostenibilidad a largo plazo; además que se convierte en la puerta de ingreso para la colonización de áreas donde el recurso agua es altamente escaso. Este tema ya está pasando desapercibido, y seguramente, volveremos a escuchar sobre el puente cuando suceda una catástrofe ambiental, tal como ocurre con las cuantiosas pérdidas producto de la sequía, inundaciones o granizadas. La amnesia colectiva es un mal que lastimosamente hemos estado sufriendo todos los bolivianos y bolivianas, aspecto que debemos cambiar, pues, como indica el IPCC, ambientalmente, estamos llegando a un punto de no retorno, y cuyas consecuencias, si no hacemos nada al respecto, lastimosamente las terminarán sufriendo nuestras futuras generaciones.

Daniel Villarroel es subgerente de Investigación y Monitoreo de Ecosistemas, Fundación Amigos de la Naturaleza.

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Likes para la vida silvestre

Daniel Villarroel

/ 28 de febrero de 2024 / 10:05

En 2013, la Asamblea General de la Organización de la Naciones Unidas proclamó el 3 de marzo como el Día Mundial de la Vida Silvestre, esto con la finalidad de que las personas tomen conciencia respecto a su valor e importancia.

Sin embargo, no comprender lo que significa la vida silvestre, así como su contribución al bienestar y el mejoramiento de la calidad de vida de las personas, hace que, por lo general, en nuestra sociedad, su importancia pase desapercibida o sea subvalorada.

Lea también: Valoremos la biodiversidad

Cuando nos referimos a la vida silvestre, hacemos énfasis en esa parte de la biodiversidad que está conformada por plantas, animales y otros organismos no domesticados que habitan e interactúan en ecosistemas terrestres o acuáticos.

Pero, ¿cómo contribuye la vida silvestre al bienestar de las personas?

Desde nuestra aparición como especie (Homo sapiens, hace ~315.000 años), los humanos hemos utilizado y aprovechado los recursos naturales de nuestro entorno. Por ejemplo, todos los alimentos que consumimos diariamente fueron obtenidos mediante la domesticación de plantas y animales silvestres, proceso que aún se sigue realizado con otras especies (ejemplo, el arándano); para las comunidades indígenas, la fauna silvestre se constituye en su principal fuente de proteína animal; castaña, cacao y asaí cosechados anualmente en los bosques amazónicos, que representan una de las principales fuentes de ingresos económicos para las comunidades y el departamento de Pando y el norte de Beni.

Pese a las significativas contribuciones de la vida silvestre en favor del bienestar de las personas, así como los compromisos asumidos por el Estado boliviano para salvaguardarla y conservarla —ejemplo, Bolivia es parte del Convenio sobre la Diversidad Biológica desde 1994, Ley 1580; Agenda 2030, Objetivos de Desarrollo Sostenible—, nos hemos empeñado en eliminarla, pues, según datos de la plataforma MapBiomas (https://plataforma.bolivia.mapbiomas.org/), del 2011 al 2021, en promedio, Bolivia perdió cada año 218.822 ha (±116.447 ha) de su cobertura boscosa, lo cual representa una disminución de entre 600 y 670 ha de bosques cada día, así como la vida silvestre que la habita (aproximadamente 15.071 especies de plantas vasculares habitan en los distintos tipos de vegetación de Bolivia).

Reconociendo la importancia de la tecnología e intervenciones digitales en un mundo virtualmente cada vez más conectado, este año, el Día Mundial de la Vida Silvestre se planteó bajo la temática “Conectar a las Personas y al Planeta: Explorando la Innovación Digital en la Conservación de la Vida Silvestre”, con el fin de que las personas, especialmente jóvenes y niños, comiencen a valorar y comprender la importancia de la vida silvestre, pues debemos recordar que somos una de las tantas especies que integran el ecosistema, las cuales podrían sobrevivir y co-existir favorablemente sin nosotros.

Este 3 de marzo le invito a que se una a promover la conservación y la valorización de la vida silvestre, compartiendo en sus redes fotografías de animales, plantas o paisajes del país, con el fin de inculcar en las personas, pero, especialmente en jóvenes y niños, el aprecio y respeto a quienes habitan en nuestra casa grande y que son vitales para mantener nuestra conexión con el planeta.

(*) Daniel Villarroel  es subgerente de Investigación y Monitoreo de Ecosistemas de la FAN

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Valoremos la biodiversidad

La biodiversidad no depende de nosotros, pero nosotros sí dependemos de ella

Daniel Villaroel

/ 24 de mayo de 2023 / 08:23

La biodiversidad o diversidad biológica, conformada por todos los seres vivos (plantas, animales, hongos y microorganismos) que integran los ecosistemas del planeta Tierra, es el resultado de aproximadamente 4 billones de años de evolución. Se estima que en el planeta existe más de 8 millones de especies, de las cuales 2,3 millones han sido identificadas y catalogadas. Evolutivamente, todas estas especies, incluyendo a los humanos, surgieron con la finalidad de cumplir un rol o función en la naturaleza. Por lo que las especies que co-existen e integran los diversos ecosistemas del mundo, en mayor o menor magnitud, dependen unas de las otras, aspecto que determina el equilibrio ecosistémico.

Desde nuestra aparición como especie (~315.000 años), hemos aprendido a utilizar la biodiversidad para satisfacer nuestros requerimientos y necesidades, demanda que se ha incrementado rápidamente como consecuencia del crecimiento poblacional y expansión demográfica, al punto que, hoy en día, ~1 millón de las especies identificadas y catalogadas están en peligro de extinción (https://www.ipbes.net/global-assessment).

De acuerdo con el Informe de Evaluación Global sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas de 2019, desde 1500, como consecuencia directa o indirecta de las acciones antrópicas, 872 especies de vertebrados se han extinguido. Así también, hasta 2016, debido a la modernización tecnológica y mejoramiento genético, la denominada agrobiodiversidad, resultado de miles de años de procesos de domesticación y selección de especies, ha disminuido significativamente. Por ejemplo, 559 de las 6.190 razas de mamíferos domesticados se extinguieron, y al menos 1.000 más están bajo amenaza.

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Conscientes de la pérdida de la biodiversidad, en diciembre de 2000 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 22 de mayo como el Día Internacional de Biodiversidad con el fin de conmemorar el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), con el objetivo de conservar la biodiversidad, restaurar los ecosistemas y proteger los derechos de los pueblos indígenas e informar y concientizar a la población y los Estados sobre la importancia de la biodiversidad.

Desde entonces, no fue sino hasta la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica de 2022 (COP15 realizada en Montreal, Canadá) cuando la biodiversidad nuevamente volvió a ser reconocida como una temática de alta prioridad, pues, bajo el ritmo actual de deterioro y pérdida de la biodiversidad, se prevé que al menos el 80% de las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible a nivel mundial no podrían ser alcanzados.

Entre las metas planteadas para detener y revertir la pérdida de la biodiversidad hasta 2030 (23 metas en total), los 196 países que participaron de la COP15, incluyendo Bolivia, acordaron reducir los incentivos perjudiciales para la biodiversidad, proteger/conservar al menos el 30% del planeta y restaurar el 30% de los ecosistemas, respetando los derechos de los pueblos indígenas y comunidades locales, y reconociendo las contribuciones de los territorios indígenas y tradicionales al cumplimiento de dichas metas.

Sin lugar a duda, el reconocimiento de los países miembros de las Naciones Unidas respecto a la importancia de la biodiversidad como la principal defensa y solución ante los problemas del cambio climático, así como la significativa contribución al bienestar humano, son excelentes noticias, ya que es de suma urgencia promover su conservación en favor de las generaciones actuales y futuras. Al ser la biodiversidad el soporte de los ecosistemas, al igual que una casa de naipes, con la extinción local o global de una o más especies se podría provocar el desequilibrio y caída del o los ecosistemas, siendo finalmente nuestra especie la que sufrirá las consecuencias; la biodiversidad no depende de nosotros, pero nosotros sí dependemos de ella.

(*) Daniel Villaroel es subgerente de Investigación y Monitoreo de Ecosistemas de la FAN

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Reactivación y MESCP ante la crisis

/ 22 de octubre de 2022 / 01:34

La lucha contra el COVID trajo mucha incertidumbre en el ámbito económico, los países a nivel mundial tomaron una serie de medidas para poder contrarrestar los efectos negativos de esta pandemia, como inyección de recursos en la economía, implementación de planes de ayuda a los sectores estratégicos de sus respectivas regiones, planes sociales de subvención, etc. No siendo suficiente los efectos negativos del COVID, al primer trimestre de la presente gestión se tuvo un nuevo actor liderado por Rusia y su guerra contra Ucrania, lo que tuvo un efecto directo en la economía de los países colindantes con Bolivia, influyendo en los distintos niveles y sectores económicos, principalmente los relacionados a materias primas y alimentos básicos, circunscribiendo sus efectos en toda la región latinoamericana; sin embargo, cabe resaltar que los efectos en Bolivia no fueron de la magnitud ni preocupación como lo experimentaron países como Argentina y Brasil, más al contrario, se reportaron indicadores positivos como un baja inflación, posicionando a Bolivia como el país con mejores perspectivas económicas, situación que genera malestar en analistas económicos y principalmente políticos.

Uno de los principales factores para que Bolivia haya afrontado los efectos del COVID, permitiendo la reactivación de la economía, fueron las transferencias realizadas a la población con la finalidad de reforzar el consumo interno a través del Bono contra el Hambre, que llegó a beneficiar a 4.015.364 personas. Dicha medida, no solo dotó de recursos a los beneficiarios, sino también permitió que los agentes económicos lograran reducir el stock de productos que vinieron acumulando a lo largo de 2020, recuperando su liquidez, y permitió la renovación de inventarios.

Las gestiones fiscales y el incentivo a la inversión lograron consolidar la reactivación económica en 2021, los que se tradujeron en mayores ingresos a través de la recuperación de mercados, industrialización de la economía y sobre todo reactivación de las empresas públicas que lograron un crecimiento en ingresos corrientes de 15,4% y en utilidades netas, de 480% respecto a 2020; asimismo, la inversión pública de las EPNES alcanzó en 2021 a Bs 4.073 millones.

El 2021 fue la punta de lanza para que todos los actores económicos logren su reactivación, en el marco de las políticas diseñadas para la reconstrucción de la economía, como herramientas del Modelo Económico Social Comunitario Productivo (MESCP) que, con su recuperación en noviembre de 2020, generó la estabilidad económica y social, otorgando certidumbre en la población, por lo que para 2022 se tienen proyecciones optimistas en cuanto a los indicadores macroeconómicos, tal como lo señalaron el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional: que Bolivia alcanzaría un crecimiento del 4,1% y 3,8%, respectivamente.

En ese contexto, las empresas públicas, para el segundo trimestre de 2022, registraron ingresos por ventas superiores en 53% respecto a similar periodo de 2021, destacándose YPFB, Vinto, BoA, EBA, ENDE, Emapa, entre los más relevantes, producto del incentivo a la demanda propiciado por las acciones y políticas como créditos productivos, incentivos tributarios para la importación de maquinaria productiva, inversiones públicas y otras orientadas a reforzar la matriz productiva.

El Modelo Económico Social Comunitario Productivo tiene como fin principal la generación de empleo, redistribución de los ingresos, industrialización de las materias primas, y utilización de los recursos naturales para beneficio de los bolivianos, componentes que permitieron una baja influencia de los shocks externos, teniendo una inflación de 1,8% acumulada a septiembre, siendo la más baja de la región. Estos aspectos permiten que la economía boliviana tenga un crecimiento constante, destacándose la integración de los distintos niveles socioeconómicos y culturales.

Daniel Villarroel es economista.

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Bolivia hermosa, ¿hasta cuándo?

Daniel Villarroel

/ 31 de agosto de 2022 / 02:28

El 7 de febrero de 2022, Salman Haqqi (personal finance editor) publicó en la página money.co.uk la lista de los 50 países que poseen la mayor belleza natural a nivel mundial (https://www.money.co.uk/loans/natural- beauty-report), entre los cuales se destacó a Bolivia, ocupando el puesto 32 en el ránking general y el sexto lugar entre los siete países sudamericanos. Sin lugar a dudas, esta noticia divulgada a nivel nacional por diversos medios de comunicación y redes sociales durante el mes patrio, fue un gran motivo de alegría y orgullo.

Personalmente, después de leer el titular de la noticia me pregunté: ¿por qué Bolivia ocupa esta posición en el ránking?, ¿será debido a la belleza escénica de sus paisajes naturales (salar de Uyuni, lago Titicaca, meseta de Huanchaca, Gran Pantanal, etc.)?, ¿la extraordinaria biodiversidad de la flora y la fauna que resguarda?, o ¿la diversidad de ecosistemas que recubren la región andina y las tierras bajas?

Debido a que los medios que difundieron la noticia en Bolivia no proporcionaban mayores detalles al respecto, o en algún sentido planteaban estos cuestionamientos como respuestas, decidí examinar el trabajo de Haqqi para comprender el detalle de los atributos y criterios empleados en la evaluación.

Como resultado, descubrí no solo que mis cuestionamientos estaban equivocados (Haqqi se basó en la relación de la cantidad/superficie de arrecifes de coral, líneas costeras, volcanes, montañas ultraprominentes, glaciares, áreas protegidas y bosques tropicales por cada 100.000 km2 de superficie), sino también que nuestra posición en el ránking internacional se encuentra bajo peligro/amenaza.

De los siete atributos evaluados en dicho trabajo, solo cinco están presentes en Bolivia, siendo las áreas protegidas (167) los bosques tropicales (530.454 km2) y los glaciares (5.044), con relación a los volcanes (1) y montañas ultraprominentes (15), los atributos más relevantes y por lo que nuestro país es considerado mundialmente hermoso (valores superiores a los obtenidos por Ecuador y Costa Rica); pero a su vez, también los atributos actualmente más amenazados o en peligro.

Por ejemplo, del total de áreas protegidas cuantificadas por Haqqi, en la actualidad, algunas solo existen figurativamente, pues están degradadas (ejemplo: laguna Alalay, Cochabamba), corresponden a áreas verdes dentro de las ciudades capitales (ejemplo: Parque Urbano Central, La Paz) o están siendo objeto de deforestación (ejemplo: laguna Concepción, Santa Cruz); al igual que otras áreas protegidas de carácter nacional, departamental o municipal, tal como lo indicó hace unos años la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierras (http://www.abt.gob.bo/images/stories/Transparencia/ InformesAnuales/memorias-2016 2017/Memoria_ Deforestacion_2016_2017_opt.pdf).

Así también, la cobertura de nuestros bosques tropicales ha disminuido constantemente. Entre 2001 y 2021 se estima que, en promedio, cada año la cobertura de bosques tropicales del país se ha reducido en aproximadamente 320.407 hectáreas (±174.389 ha), es decir que, durante los últimos 20 años, cada día se habría perdido cerca de 878 hectáreas (https://www.globalforestwatch.org/).

Finalmente, los glaciares, es un atributo que durante los últimos 50 años se ha reducido en más de la mitad como consecuencia del calentamiento global y el hollín de la quema de diésel y biomasa (http://www.bolivianmountains.org/).

Por tanto, de continuar bajo la tendencia histórica de la pérdida de estos atributos que nos han permitido ser parte del ránking mundial, ¿hasta cuándo podremos decir que tenemos las bellezas naturales más importantes del mundo?

Daniel Villarroel es subgerente de Investigación y Monitoreo de Ecosistemas de la FAN.

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El reto de restaurar

/ 9 de junio de 2021 / 02:58

De acuerdo con la Global Forest Watch (https://www.globalforestwatch.org/map/), entre 2000 y 2020, Bolivia perdió aproximadamente 6,2 millones de ha de cobertura vegetal natural (áreas con algún tipo de aprovechamiento que no modifica drásticamente su estructura, y áreas sin ningún tipo de aprovechamiento registrado), de las que el 49,6% correspondían a bosques primarios (áreas sin ningún tipo de aprovechamiento previamente registrado).

Históricamente, en este periodo, 2019 se constituye en el año con mayor pérdida de cobertura natural (860.000 ha) y primaria (290.000 ha), pues, para tener una idea del impacto, estos datos son equivalentes a la pérdida de 2.358 ha de cobertura natural por día, de las cuales 796 ha fueron bosques primarios.

Si bien en 2020, debido a las limitaciones causadas por la pandemia del COVID-19 y el contexto sociopolítico del país, la pérdida de la cobertura natural disminuyó en un 50% con relación a 2019 (432.000 ha), no deja de ser altamente impactante y preocupante, ya que este año fue cuando se registró la segunda pérdida de cobertura primaria más grande en los últimos 20 años (277.000 ha); pero además, al ingresar a zonas antes no exploradas, existe la posibilidad de abrir la caja de Pandora, tal como ya lo ha demostrado el coronavirus y previamente el arenavirus.

La reducción de la cobertura vegetal no solo implica la pérdida de nuestra biodiversidad, sino también la pérdida de los sumideros de carbono (principal mitigante de los efectos del calentamiento global) y la liberación masiva de Gases de Efecto Invernadero (GEI), lo cual en Bolivia durante los últimos 21 años superó los 2.685 millones de toneladas de CO2, por lo que, como país, solo para la gestión 2019, cada boliviano habría sido responsable por la liberación de 25 toneladas de CO2. La creciente pérdida de la biodiversidad y la reducción de los sumideros de carbono parecen ir contrarruta con relación a los compromisos de Bolivia ante la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC), así como con el cumplimiento de los objetivos y principios del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB).

Como ciudadanos sabemos y entendemos que la producción de alimentos es altamente relevante para alcanzar y mantener una buena calidad de vida, siendo un derecho de todos (artículo 16 de la Constitución Política del Estado). Sin embargo, ¿será que el actual modelo de desarrollo productivo de Bolivia coincide con el modelo del “Vivir Bien en equilibrio y armonía con la Madre Tierra”? El 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente, se dio inicio al Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de Ecosistemas (2021-2030), teniendo como objetivo prevenir, detener y revertir la degradación de los ecosistemas en todos los continentes y océanos, de esta forma ayudar a erradicar la pobreza, combatir el cambio climático y prevenir una extinción masiva. Por tanto, esta es una oportunidad para que, como país podamos curar el daño que hemos causado a la Madre Tierra: #Reimagina #Recrea #Restaura #GeneraciónRestauración.

Daniel Villarroel es subgerente de Investigación y Monitoreo de Ecosistemas de la FAN

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