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Meteorito ambiental

Hace unos meses se estrenó la película No mires arriba (Don’t look up), la cual, para muchos resultó graciosa, para otros aburrida o sin sentido, y para unos cuantos, un punto de reflexión sobre los serios problemas ambientales que nuestra sociedad está soportando y sobre cómo la palabra de los científicos sobre los diversos descubrimientos, advertencias y/o posibles soluciones a diferentes problemáticas pueden pasar desapercibidas o ser olvidadas rápidamente producto de la influencia de las redes sociales o campañas de desinformación que obedecen a intereses o lineamientos políticos y económicos.

Podemos citar diversas analogías (recientes o pasadas) entre esta película y la constante degradación de nuestro medio ambiente (el meteorito que acabará con el planeta). Por ejemplo, en agosto de 2021, el Panel Internacional de Expertos sobre el Cambio Climático, IPCC, (conformado por científicos de todo el mundo) informó que, “a menos que las emisiones de gases de efecto invernadero se reduzcan de manera inmediata, rápida y a gran escala, limitar el incremento del calentamiento global a 1,5 ºC o incluso a 2º C en las próximas décadas será un objetivo inalcanzable”.

Esta advertencia, cuyos efectos por supuesto que también afectarán a Bolivia, aparentemente han pasado desapercibidos, tanto por el sistema público como privado, especialmente si consideramos que, en los últimos cinco años, el sector agropecuario ha generado la mayor proporción del Producto Interno Bruto del país (mayor al PIB generado por el sector petróleo crudo y gas natural y minerales metálicos y no metálicos); por lo cual, las proyecciones de la expansión de la frontera agrícola y ganadera es un hecho, tal como lo expresa el Plan de Desarrollo Económico Social 2021-2025. Sin embargo, bajo el escenario climático planteado por los científicos del IPCC, nos preguntamos, ¿valdrá la pena expandir las áreas de producción de este sector económico?

Esta interrogante puede responderse sola, pues basta remontarnos a diciembre de 2021 (además de otros eventos que históricamente suceden año tras año), cuando las inundaciones y granizadas afectaron grandes extensiones de producción agropecuaria en todo el país; pero, como regularmente ocurre, no queremos adquirir nuevas experiencias y hacemos caso omiso a la palabra de los entendidos en dicha materia que ya habrían advertido dicha situación (no queremos ver el meteorito cayendo).

Recientemente, una colonia menonita construyó un puente sobre uno de los pocos cuerpos de agua permanentes en la región del Gran Chaco, afectando, además, un humedal importante para la regulación climática de esta zona. Este puente, construido sin ningún tipo de autorización legal-ambiental (tiene como argumento el posible beneficio social para las comunidades guaraníes de la región) se constituye en una bomba de tiempo, pues, según el análisis de los expertos (estructural y ambiental), no reúne las condiciones adecuadas para su sostenibilidad a largo plazo; además que se convierte en la puerta de ingreso para la colonización de áreas donde el recurso agua es altamente escaso. Este tema ya está pasando desapercibido, y seguramente, volveremos a escuchar sobre el puente cuando suceda una catástrofe ambiental, tal como ocurre con las cuantiosas pérdidas producto de la sequía, inundaciones o granizadas. La amnesia colectiva es un mal que lastimosamente hemos estado sufriendo todos los bolivianos y bolivianas, aspecto que debemos cambiar, pues, como indica el IPCC, ambientalmente, estamos llegando a un punto de no retorno, y cuyas consecuencias, si no hacemos nada al respecto, lastimosamente las terminarán sufriendo nuestras futuras generaciones.

Daniel Villarroel es subgerente de Investigación y Monitoreo de Ecosistemas, Fundación Amigos de la Naturaleza.