Biden y Ucrania
En la causa de la libertad, el mundo ha encontrado en Volodymyr Zelensky su figura más churchilliana en décadas. “Necesito municiones, no un aventón”, la enérgica respuesta del Presidente ucraniano a una oferta estadounidense para llevarlo a un lugar seguro, es una línea para la historia. Sus inspiradoras apariciones en las calles de Kiev recuerdan al primer ministro británico en tiempos de guerra durante el Blitz, personificando la determinación de resistir de su nación.
Ahora le toca al presidente Biden hacer el papel de Franklin ante el Winston de Zelensky. Eso comienza explicando al público estadounidense que si perdería Ucrania sería una calamidad global, no local.
El punto principal es este: el objetivo de Vladimir Putin en Ucrania no es simplemente apoderarse del territorio de Rusia, incluso si no le importaría tragarse una porción adicional. Quiere aplastar su espíritu. La amenaza que representa una Ucrania libre para su régimen no es, y nunca será, militar. Es político.
Pero lo que está en juego en esta guerra es más que el destino de Ucrania. Putin es una criatura del sistema soviético y personifica sus valores: desprecio por la verdad, desprecio por el individuo, desprecio por las normas internacionales, la búsqueda sin principios del poder desenfrenado.
Estos valores no tienen límite cultural ni geográfico. Si Putin puede imponerlas en Ucrania, tal como China las ha impuesto en Hong Kong, entonces seremos arrojados a un mundo en el que, en palabras de Tucídides, “los fuertes hacen lo que pueden y los débiles sufren lo que deben.”
Para Estados Unidos, un mundo así sería una prueba interminable de fortaleza en un momento en que no somos particularmente fuertes. ¿Dónde estará entonces la presidencia de Biden? La administración se desempeñó bien en las semanas previas a la invasión. Pero si cae Kiev, será la segunda catástrofe geopolítica que la administración Biden sufra en apenas seis meses. Los republicanos dirán que el Presidente siempre ha llegado un día tarde y un dólar corto y que esto nunca hubiera sucedido bajo su mandato. Un número creciente de estadounidenses les creerá.
Pero el coraje del pueblo ucraniano, igualado por la notable ineptitud del ejército ruso en su campaña hasta el momento, le ha dado a la administración la oportunidad de ayudar a Ucrania, al mundo y a sí mismo.
¿Cómo? Puede dejar de telegrafiar a Putin lo que no vamos a hacer. Puede hacer todo menos la guerra para evitar la caída de Kiev, incluso mediante el establecimiento de un corredor aéreo humanitario para evitar que la ciudad se muera de hambre y se congele hasta la rendición.
Puede impulsar una declaración con la UE de que el sector energético de Rusia enfrentará sanciones integrales si las fuerzas rusas matan, dañan o capturan a Zelensky.
Mucho antes de Pearl Harbor, Roosevelt entendió que Estados Unidos no podía ser indiferente al destino de Gran Bretaña, incluso con las probabilidades tan abrumadoramente en su contra. En una reunión en Gran Bretaña en enero de 1941, su asesor más cercano, Harry Hopkins, usó las palabras del Libro de Rut para transmitirle a Churchill los sentimientos que compartían los dos estadounidenses:
“A donde tú vayas, yo iré; y donde tú te alojes, yo me alojaré; tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios.” Luego agregó: “Hasta el final”. Biden debería enviarle a Zelensky el mismo mensaje.
Bret Stephens es columnista de The New York Times.