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Efectos de la invasión rusa de Ucrania

TRIBUNA

Siempre es bueno considerar diferentes perspectivas e intercambiar distintos puntos de vista y posiciones. Pero también es necesario decir las cosas como son cuando los hechos son lo suficientemente claros. En este sentido, la invasión rusa de Ucrania es un crimen de agresión. Rusia invade un país democrático, bombardea su infraestructura y acepta miles de muertes y millones de refugiados para cambiar su gobierno democráticamente elegido por uno alineado con el agresor o, por lo menos, implementar por la fuerza una política de no alineación con la OTAN.

La guerra ha tenido repercusiones muy profundas y duraderas en la política y las sociedades europeas. Más allá de la tragedia que significa en términos de atentar contra los derechos humanos fundamentales de las personas afectadas, implica una ruptura en la forma en la que muchos países, como Alemania, ven el mundo y ha sacudido los fundamentos de la sociedad alemana contemporánea. Varias certezas (o ilusiones) que los alemanes habíamos tenido sobre el mundo dejaron de tener vigencia, cosa que en pocos días engendró cambios trascendentales. La principal certeza era que una guerra en Europa era impensable. Aun después de la guerra ruso-georgiana de 2008 y la anexión de Crimea en 2014, se asumía en Alemania que una guerra de gran escala nunca más se daría en Europa y que el país no tenía enemigos reales.

Por esa razón y por la belicosidad de generaciones anteriores, la sociedad alemana, que hoy día se considera ampliamente pacifista, y las élites políticas, asignaban poca importancia a las fuerzas armadas y había muy poco interés en invertir en ellas. En 2018, solo el 15% de la población estaba en favor de aumentar los gastos militares. Unos días después de la invasión y la pérdida de esta falsa seguridad sobre la imposibilidad de una guerra en Europa, el gobierno alemán decidió aumentar los gastos militares en 100.000 millones de euros, y el 65% está de acuerdo con ello. Antes de la guerra, Alemania tenía la posición de no enviar armas a zonas de conflicto como Ucrania y solo el 20% de la población estaba a favor de hacerlo. Eso también cambió drásticamente: poco después de la invasión, el gobierno alemán decidió enviar armas a Ucrania y el 61% lo apoya.

Así, Alemania tuvo que darse cuenta —de golpe— de que el mundo no es como se lo imaginaba o esperaba. Este cambio ha sido especialmente notable en el Partido Socialdemócrata (SPD), que durante mucho tiempo tuvo una posición más indulgente con Rusia y apostaba al “cambio a través del comercio” y por lo tanto se había opuesto a más sanciones. La invasión dejó claro que ese concepto no dio fruto. De la misma forma, el Partido Verde, que nació del movimiento pacifista y antiguerra, está apoyando el aumento de los gastos militares (una posición a la que hasta hace poco se opuso ferozmente).

Igualmente, se ha fortalecido la cohesión interna en la OTAN. Hace no mucho tiempo, en 2019, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, diagnosticó su “muerte cerebral”. La invasión a Ucrania le ha vuelto a dar una razón de ser e incluso ha avivado las discusiones sobre la adhesión de países históricamente neutrales como Finlandia y Suecia. De la misma forma, el apoyo para la OTAN está en un récord histórico en Alemania, con el 83% de la población recalcando la importancia de la OTAN para mantener la paz en Europa.

Las perspectivas y la duración de la guerra son totalmente inciertas. Tampoco se sabe el futuro destino de Ucrania, si podrá llegarse a una solución negociada, si el país estará ocupado en su totalidad, o si los rusos lo dividirán en una parte oriental alineada con Rusia y otra independiente. Pero lo que sí está claro es que habrá repercusiones económicas fuertes en muchas partes del mundo.

De la misma manera, es razonable asumir que durante mucho tiempo Rusia preservará su condición de paria, en gran parte debido a la total pérdida de confianza y credibilidad de Putin entre los líderes occidentales. Como consecuencia de este aislamiento internacional, Rusia se volverá cada vez más dependiente de China, la única potencia mundial con la que seguirá comerciando. China sabrá aprovechar políticamente para su beneficio esta dependencia, así como la configuración de la nueva Cortina de Hierro entre Occidente y Rusia, con lo cual es más probable que a mediano-largo plazo Rusia se vuelva una segunda fuerza, subordinada a China, que una fuerza mundial autónoma de primer nivel.

Jan Souverein es director de la FES Bolivia.