Ama los bosques
En tiempos de pandemia, y en silencio, el mundo continúa perdiendo bosque. La deforestación arrasa con la vida de miles de especies; en un solo año, la humanidad pierde alrededor de 12 millones de hectáreas (23 canchas de futbol por segundo). La Amazonía, el bioma que produce más agua dulce para el planeta, está llegando al punto de inflexión. La deforestación y los incendios ganan terreno dejando suelos áridos, sequías, inundaciones y mayor pobreza en las comunidades que los habitan.
Pese a la recesión económica padecida por la pandemia, los bosques amazónicos incrementaron su pérdida en 40% más en 2020 respecto a 2019 (Raisg, 2021), está tendencia de alza parece continuar. Mientras no logremos mirar al bosque como nuestra fuente de producción de alimentos, agua, medicina, oxígeno, y fuente sustentable para mejorar la economía del país seguiremos cercenando nuestra única posibilidad de afrontar a los efectos del cambio climático.
Bolivia es un tesoro escondido en recursos forestales maderables y no maderables. En un fragmento del bosque chiquitano (FAN, 2018) podemos encontrar más de 114 plantas con valor alimenticio, 75 especies con uso medicinal, 44 especies usadas para construcción y manufactura, asimismo la regulación de temperatura en -8°C respecto a una zona agrícola, almacenamiento de agua y más lluvia, alrededor de 50 especies frugívoras e insectívoras que regeneran el bosque, controlan plagas y enfermedades; la lista de beneficios es interminable…
La heterogeneidad y diversidad de bosques en la Amazonía destacan a Bolivia y Venezuela por los Yungas, bosques de Várzea y Tepuyes (gigantescas mesetas), estos lugares además de su impresionante belleza escénica son la morada de muchas especies endémicas (distribución geográfica restringida), cuyo valor ecológico es intangible por su rol en la salud de los ecosistemas.
Nuestra cultura y relación con la vida siempre han estado influenciadas por la diversidad de árboles y plantas que formaron parte de nuestra niñez cuando los trepábamos, o cuando nos cobijamos del sol y la lluvia. Para los pueblos indígenas, los bosques son más que solo madera, sombra, alimentos, etc., significan su identidad y vinculación espiritual con la Madre Tierra. Tenemos mucho por aprender del conocimiento y relacionamiento de los pueblos indígenas con el bosque. La vida moderna requiere de más bosque para una mayor resiliencia climática.
América del Sur y África en las tres últimas décadas merman sus bosques entre 2,5 y 5 millones de hectáreas por año, debido al cambio de uso de suelo. En sentido contrario, la esperanza reside en que la tasa de pérdida de bosque está disminuyendo en Europa y Asia: en ambos continentes la cubierta forestal aumentó entre 0,5 y 2,5 millones de hectáreas por año (FAO, 2020). Son buenas señales para el planeta, si logramos disminuir la deforestación y apostamos por el manejo de los bosques junto a la restauración podríamos contribuir significativamente a disminuir el hambre, asegurar el agua y proteger el clima. Ama los bosques, ama la vida.
Marlene Quintanilla es directora de Investigación & Gestión del Conocimiento de la FAN.