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La ciberguerra de Ucrania que no fue

Voces

A finales del año pasado, Estados Unidos y el Reino Unido enviaron expertos a Ucrania para ayudar a su gobierno a prepararse para el espectacular ataque cibernético que algunos creían que sería el ataque inicial de Vladimir Putin durante una invasión. Se decía que la red eléctrica ucraniana era un objetivo muy atractivo para los hackers rusos, que ya habían conseguido desconectarla durante breves periodos en dos ocasiones anteriores. Muchos temían que el próximo ataque fuera mucho más devastador.

Bajo el mandato de Putin, Rusia ha adoptado una forma de lucha que combina la fuerza militar convencional con operaciones no convencionales, a menudo digitales, como la propaganda política online y los ciberataques a infraestructuras. Desde hace años, los funcionarios de seguridad de Occidente se preocupan por la capacidad de hackeo de Rusia. Sin embargo, se produjo algo ciberinesperado en el camino hacia el ciberarmagedón: Rusia invadió Ucrania a la vieja usanza, con tanques, cañones, misiles y aviones, y hubo pocas pruebas de que lograra algo significativo con armas de código. Hubo informes de un aumento de los ataques a sitios web ucranianos en los meses previos a la guerra, pero su impacto ha sido mínimo.

Dos semanas después de los combates, la red eléctrica de Ucrania, sus sistemas de comunicación y otras infraestructuras aún funcionan en general. ¿A qué se debe la aparente contención cibernética de Rusia? Nadie lo sabe a ciencia cierta. Rusia podría estar reservando sus mejores armas cibernéticas para un momento más crítico de la guerra. También es posible que solo sea incompetente. Tal vez sus hackers no fueron rivales a la altura de las ciberdefensas de Ucrania, que el país ha estado reforzando durante años. Pero la relativa calma en el frente cibernético ucraniano hace que algunos expertos en cibernética sugieran algo inusual: que quizás la imagen que tienen los organismos de seguridad nacional de los ataques digitales como un nuevo frente único y revolucionario en la guerra es incorrecta.

Esto no quiere decir que los ciberataques no sean una amenaza seria; son costosos y podrían causar un gran caos e inclusive daños físicos. Sin embargo, como armas de guerra ofensivas, tal vez se hayan sobrevalorado. Más que ataques que definen la situación en el campo de batalla, este tipo de armas son más apropiadas como instrumentos de espionaje, sabotaje y otras operaciones encubiertas. Así como el bastón o el bolígrafo de las películas de James Bond son un buen truco de espionaje, pero es poco probable que alteren el orden internacional como lo han hecho los portaaviones, las municiones de precisión o las armas nucleares. Hay quienes consideran que estas armas pueden tener un papel más revolucionario. Estas predicciones son preocupantes, pero aún no se han comprobado en el campo de batalla. Aunque pueden dañar o importunar a un enemigo, no suelen causar dificultades que lleven al enemigo hacia un objetivo específico.

En muchos casos, tal vez la mayoría, los ciberataques son más adecuados para fines delictivos o de inteligencia que para cambiar los cálculos políticos. Por supuesto, debería ser motivo de celebración que las armas cibernéticas no sean la siguiente versión de las armas nucleares. Pero para algunos teóricos también es triste darse cuenta de esto porque sugiere que la guerra seguirá siendo tan violenta como siempre.

Farhad Manjoo es columnista de The New York Times.