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Minería, el péndulo letal y las implicaciones

HUELLAS

Las crisis políticas, sociales, militares y hasta existenciales a lo largo de la historia han demostrado la importancia que se debe dar a la adecuada administración de nuestros recursos naturales, que en los momentos difíciles juegan un papel decisivo tanto para los países en crisis como para aquellos que miran de palco lo que pueden aprovechar de estas circunstancias excepcionales. La crisis actual del conflicto Ucrania- Rusia es la confirmación de que las posiciones pragmáticas de los bloques de poder van más allá de ideologías y de posiciones éticas, solo importa el provecho que se puede sacar en cada caso y el daño que se puede hacer al rival. No es mi intención entrar en el detalle de estos asuntos, sino esbozar una de las incidencias de un conflicto de esta magnitud para un país periférico como el nuestro, me refiero a lo que como país podríamos aprovechar de la coyuntural subida de los precios de los metales, producida, entre otras cosas, por el conflicto mencionado.

Cuando se escribía esta columna el oro se cotizaba en $us 2.009 por onza troy ($us/oz), llegó a 2.078 $us/oz el 8 de marzo; la plata en 26,12 $us/oz, el platino en 1.089 $us/oz, el paladio en 3.000 $us/oz y entre los metales base que producimos el estaño se cotizaba en 21,86 $us/lb (dólares por libra fina), el zinc 1,84 $us/lb, el plomo 1,09 $us/lb y el cobre 4,61 $us/lb, para citar los principales. Una coyuntura de esta clase no se repite ni se repetirá en muchos años pero, nos encuentra con una capacidad de producción muy limitada para el potencial minero que tenemos, pero que no se ha desarrollado en décadas por falta de exploración sistemática, como debiera ser. La conclusión inmediata, no tenemos capacidad de reacción para incrementar la producción y aprovechar la coyuntura. Estamos mirando de balcón cómo países más organizados del vecindario (Chile, Perú y hasta Argentina) aprovechan la crisis actual, mientras nosotros nos consolamos con el aumento del valor de nuestras exportaciones de una producción minera casi estancada por décadas.

En una antigua columna recopilada en mi libro De oro, plata y estaño. Ensayos sobre la minería nacional (Plural Editores, La Paz-Bolivia, segunda edición 2017, pp. 127 y siguientes), defino la injerencia política en el sector minero como un vaivén pendular de posiciones nacionalistas y liberales, causa principal para un desempeño tan pobre y de baja competitividad. Llego a concluir que el periodo exitoso de los “barones del estaño” a principios del siglo pasado frente al resto de nuestra historia minera, se explica por lo siguiente: dos características inherentes a los exitosos barones y reyes chiquitos: proyección internacional y control de la cadena de producción y dos características negativas de las no muy exitosas revoluciones: su filosofía de tribu ancestral que cierra al país en sus fronteras cuando hoy se han globalizado hasta los pensamientos y el control desordenado de la cadena de producción, con el corazón más que con el cerebro.

La minería es un negocio, es la tribu global donde los exitosos son los más competentes; el péndulo minero seguirá su curso diabólico de estatizaciones y/o privatizaciones si no nos ubicamos en el negocio y alejamos la negativa injerencia política. La fotografía actual del país en este sentido es crítica: injerencia política total, predominio de la informalidad en el sector, sequía total de inversiones privadas por la filosofía de la Ley 535 y otras normas, proyectos estatales que avanzan a gatas cuando deberían correr, y nula proyección de nuestra minería al resto del mundo. Ahora ya ni nos nombran en las estadísticas a nivel global y nuestros proyectos mineros se ven como curiosidades. No sé si seremos capaces de cambiar la historia para bien y en esta generación pero, el péndulo letal que definió nuestra historia debe parar. Abrigo esa esperanza para un futuro ojalá muy cercano.

Dionisio J. Garzón M. es ingeniero geólogo, exministro de Minería y Metalurgia.