Un alcalde para Colón, no para La Paz
En Virginia, un grupo de manifestantes organizados en repudio al asesinato de George Floyd en manos de la policía, derribó un monumento a Cristóbal Colón; fue en junio de 2020. El destino de la figura fue un lago al que fue arrojado luego de ser arrastrado envuelto en una manta. Simultáneamente, similares hechos sucedieron en Massachusetts, Minnesota, Florida y otras ciudades estadounidenses como denuncia del asesinato racista. El mecanismo de protesta contra el racismo y la colonialidad llegó más allá de las fronteras norteamericanas, pues en esos mismos días, Barcelona fue sede de una protesta similar.
Un año después, en Barranquilla, Colombia, otro grupo de manifestantes decapitaron el monumento de Cristóbal Colón en su ciudad, en el marco de un descontento generalizado por las acciones del gobierno de ese país. El 12 de octubre de ese mismo año en la capital guatemalteca, varios manifestantes intervinieron el monumento a Colón bajo la consigna de “nada que celebrar”.
Cristóbal Colón es el personaje más simbólico de la colonización de América. De hecho, popularmente se considera que la palabra colonia tiene origen en el apellido del explorador italiano, aunque etimológicamente la relación no sea correcta. Pero desde 1992, a 500 años de la llegada del navegante italiano a “territorio de indios”, es decir a este continente, no han cesado las muestras de rechazo a la violencia de la colonización. Se ha erigido una serie de movimientos culturales, académicos y políticos bajo el objetivo decolonial. Está claro que el saldo de la colonización es desfavorable para este lado del mundo. Aún habita en la memoria la sangre derramada en las cruzadas, la represión en la cristianización, el saqueo de los minerales con trabajo esclavo o de pongueaje y muchos otros etcéteras.
Con lo anterior resulta lógico que de cuando en cuando se intervengan monumentos erigidos a la colonia. De hecho, como ya se decía, La Paz no es el único lugar del mundo en el que se haya concretado una intervención contra la figura de Colón. De hecho, la intervención del 2 de agosto de 2021 no fue la primera vez en la ciudad de La Paz. De hecho, el monumento a Colón no es el único que ha sido intervenido en denuncia; por ejemplo, el 12 de octubre de 2020, el monumento a Isabel La Católica, principal sponsor de las exploraciones de Colón, fue brillantemente intervenida convirtiéndose en el monumento a la “chola globalizada”, pues pasó de ser una típica figura de la reina a vestir una pollera, llevar manta de chola y cargar un aguayo como equipaje.
Aquella movida y la del muchacho que vistió poncho y ch’ullo para intervenir el monumento a Colón el año pasado tienen altos niveles conceptuales, artísticos y políticos en torno a la reivindicación, a la denuncia y a la propuesta decolonial. Por eso, entre otras cosas, es un absurdo que las autoridades municipales lleven a este joven a un proceso penal bajo el argumento de daño al ornato público y al patrimonio. Y es aún más absurdo que la administración de justicia sostenga el proceso.
¿Cuánto patrimonio está siendo ahora mismo descuidado por la alcaldía de Iván Arias? ¿Cuántos bienes patrimoniales están siendo destruidos con autorización institucional del Alcalde? ¿Cuánto tiempo más estará ausente la política de conservación del patrimonio en la sede de gobierno? Y finalmente ¿cuándo llegarán al presente las autoridades municipales que siguen concibiendo el mundo, la ciudad y los bienes patrimoniales bajo criterios anacrónicos?
Imaginar el cuadro de los jurídicos de la Alcaldía paceña persiguiendo a un joven manifestante cual si fuera un delincuente, cuando verdaderos delincuentes incluso reciben salarios de su institución, resulta muy vergonzoso.
Valeria Silva Guzmán es analista política feminista. Twitter: @ValeQinaya