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Monumentos y teatro

A FUEGO LENTO

Los Estados necesitan monumentos para escenificar la historia ritualmente. Las élites que crearon estos y se apoderaron de las luchas populares mandan a modelar a los hombres que defendieron sus intereses y, mejor si murieron en combate; entonces los mitifican, casi hasta convertirlos en seres perfectos y sobrenaturales, les despojan de sus atributos humanos y los convierten en símbolos de una nación.

Todos los Estados nacientes tuvieron entre sus tareas más tempranas, el mantenimiento del orden en general, pero sin poderse separar de él está la necesidad de mantener el orden de la estratificación social; por eso los monumentos permiten la presencia de los héroes y constructores de una nación, así la ausencia se vuelve presencia. Esa es una de sus funciones políticas y sociales, mantener un panteón de ausentes para que el imaginario de un Estado se mantenga presente ante la multitud.

El vocablo monumento es de origen latino, monumentum, del cual el sufijo mentumhace referencia a la mente, a la memoria y a la conciencia. Debido a tal virtud un monumento apela a la memoria para recordar algún suceso social importante, no solo las representaciones humanas son consideradas monumentos, sino también las construcciones arquitectónicas que sellan en la memoria de los habitantes momentos importantes. Se convierten en patrimonio de un Estado por su valor histórico y estético por estas razones.

El mundo de las imágenes y de los símbolos es usado por los que detentan el poder, se valen de “ideoescenas” o teatralizaciones para ordenar ese cúmulo de información visual para darle un orden y buscar el efecto dramático, festivo o sacro; dependiendo del grupo social que lo emite ante los humanos que lo contemplan y participan con una mirada no neutra, sino condicionada por la instrucción en las escuelas y sujeto a los medios masivos como el internet y convenciones culturales.

Cada año asistimos a la conmemoración del Día del Mar y la Guerra del Pacífico con Chile (1879) y repetimos el ritual frente al colosal monumento de Eduardo Abaroa y sus cenizas en medio de un despliegue imponente de la Armada. El ritual anual contempla desfiles de unidades militares y policiales, ofrendas florales de las embajadas, instituciones estatales y otras organizaciones vinculadas a la vida política, social y económica del Estado boliviano. Este año, el discurso que emitió el presidente Arce Catacora generó expectativa, debido a la reciente asunción al poder del presidente comunista Gabriel Boric, con quien el oficialismo tiene algunas coincidencias ideológicas. Ante la presencia intimidante del dedo índice del monumento al máximo héroe civil de Bolivia, el Presidente emitió un discurso que repetía los anteriores sin mayores matices. Los discursos obedecen a una política del Estado que no cambiará, así sea de derecha, izquierda o fascista como en las dictaduras militares.

En Chile también tienen los monumentos al soldado heroico y al general Manuel Baquedano, escenarios para repetir el mismo discurso. Este monumento fue el centro de reunión de las manifestaciones sociales que cuestionaban el modelo económico y político chileno. Situado entre la frontera de barrios de ricos y de pobres, era la referencia de la división de clases en la capital chilena. Estuvo a punto de ser derribado en octubre de 2019, cuando surgieron las protestas sociales por el aumento de precios de los pasajes del metro, sumadas a la recordación histórica de la participación de este militar en el exterminio de indígenas mapuches. El monumento ecuestre fue retirado para su restauración y ahora genera controversia por su probable reposición en el mismo lugar; pero voces populares opinan que se debería erigir un monumento que recuerde las luchas sociales. Los militares chilenos se sintieron indignados ante la afrenta al “General Invicto”.

La presencia de varios monumentos que aluden a la conquista ibérica causó similar repudio iconoclasta; así en Colombia, tumbaron varios de ellos. En el centro paceño, un joven aymara intentó otro tanto con el monumento a Colón. Ahora está cerca de visitar la cárcel por daño al ornato público y no será juzgado por la justicia comunitaria.

De algo estamos seguros, no se descoloniza derribando monumentos, sino tumbando los monumentos que durante el colonialismo nos impusieron en la conciencia. Es una larga tarea que nos espera.

Édgar Arandia Quiroga es artista y antropólogo.