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Comercio minorista y pagos electrónicos

ORDEN CAÓTICO

El comercio basado en plataformas de internet llegó para quedarse. El CEO de Facebook lo sabía y por eso creó Marketplace, que es hoy en día una de las herramientas de comercio más usadas en Bolivia. Nuestra población participa con entusiasmo y esperanza de todas las modalidades de comercio presentes hoy en día: las consumidoras más sofisticadas compran e-books, se suscriben a plataformas de streaming y descargan software aprovechando las bondades de las plataformas de comercio electrónico de las transnacionales más reconocidas.

Por su lado, desarrolladores bolivianos fundaron Yaigo y una empresa venezolana internacionalizó aquel emprendimiento. Si Ud. tiene una fiesta y quiere aprovisionarse de trago, puede hacer su compra desde la comodidad de su sala de estar y pagar desde su celular. El omnipresente Marketplace de Facebook nos ha salvado a más de uno cuando necesitábamos algún insumo casero y el pago por QR es una tendencia creciente, que dentro de poco estará disponible para facilitar la vida a quienes tienen que hacer trámites en oficinas estatales.

Esta tendencia a la reconfiguración del comercio muestra signos muy marcados de heterogeneidad entre regiones: mientras en La Paz la penetración es escasa y tímida, dejando todavía un amplio margen al uso de efectivo, en Santa Cruz el uso del QR se está extendiendo y no es extraño que se use para transacciones tan simples como comprar fruta de la casera del mercado.

Esta heterogeneidad está marcada por la cultura en ambas regiones; dos elementos que se me ocurre que son importantes tienen que ver con la manera en que los actores del mercado se autoperciben frente a los instrumentos de pagos electrónicos y la banca, así como la percepción que tienen de la banca y de su relación con los funcionarios de banco —finalmente, se necesita una cuenta de ahorros para hacer la transacción—.

Y acá aprovecho para hacer un apunte: en una columna anterior, ya me referí a la migración que Santa Cruz recibe de empresas collas y de familias de la élite económica de La Paz. Pero también hay un interesante flujo migratorio de familias trabajadoras, que en muchos casos son aymaras/quechuas de origen urbano. Estamos hablando de gente que está totalmente predispuesta al cambio y a asumir los riesgos de vivir en un entorno completamente distinto al que nacieron y, por tanto, tienen una alta predisposición a adoptar innovaciones. Solo por eso, la llegada de inmigrantes constituye un gran aporte.

Pero la modernización, el cambio y la adopción de nuevas culturas viene también de la mano de la demografía: hace un par de semanas tuve el gusto de asistir a una breve obra de teatro representada por un brillante elenco de jóvenes de Coroico, en el marco de un evento de la Fundación Internet Bolivia, acerca del tema de protección de datos personales.

La obra en cuestión fue lo más sofisticado que he visto en años. Los y las jóvenes de Coroico nos metieron en el ambiente sin más recursos que un telón de fondo, un par de ropas y accesorios, “teléfonos” de latas con hilos y cartulinas con los logos de sus redes sociales favoritas, y nos mostraron las experiencias cotidianas de su uso para los grupos o subgrupos sociales, el comercio, la calidad y las restricciones de acceso al internet y —con un enfoque de seguridad— los riesgos de estafas. Para los fines de mis argumentos, me quedo con dos mensajes: 1) a pesar de que en las ciudades intermedias el acceso puede ser limitado, la cultura de uso es la misma que en cualquier ciudad populosa; 2) las innovaciones en el uso de las plataformas de internet están siendo rápidamente adoptadas por los y las jóvenes.

Con todo lo conservadora que puede ser la cultura del occidente del país, la modernización tiene un amplio margen para avanzar —principalmente, de la mano de las nuevas generaciones—. Las innovaciones que las plataformas de internet promueven disminuyen una serie de costos de transacción en el comercio y abren oportunidades para nuevas modalidades de modos de vida. Paralelamente, se intensifica el uso de medios de pago electrónicos, con las particularidades que el contexto boliviano imprime.

El microcrédito, la última innovación financiera que adoptó Bolivia, data ya de hace tres décadas. ¿Será que ya es tiempo de dar el siguiente salto de innovación en finanzas generando un modelo bolivianizado de comercio electrónico? ¿Y qué solución podemos dar para quienes por cuestiones de edad no adoptan las modalidades digitales de pagos y de comercio? No hay nada que inventar, seguro que si miramos las experiencias de otras latitudes podremos tener las respuestas a éstas y otras preguntas que surjan en este camino.

Pablo Rossell Arce es economista.