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Todos somos (de) plástico

bajezas

Hace cuatro años, el artista alteño Cristian Laime Yujra ganó el Gran Premio del Salón Pedro Domingo Murillo con una obra titulada Himno Nacional, coro general. El cuadro retrataba a una mujer cuyo marido había sido asesinado en Octubre Negro de 2003, uno de tantos meses/años marcado a sangre y fuego en la memoria popular.

En 2019 montó la exposición De colonizados a descolonizadas en el Tambo Quirquincho. El uso potente del color, la luz irradiando desde el fondo, las mujeres valerosas en permanente alerta/resistencia desde la noche de los tiempos y un arte político por naturaleza ya estaban ahí. Y su mamá, también. Laime coloca a la mujer de pollera en el centro de la historia, una chola (sin diminutivo, por favor) consciente de su poderío, imán y seducción, sobreviviente de mil naufragios.

Ahora, Laime (nacido en Puerto Carabuco, zona lacustre del lago Titicaca y vecino primero de zona Pacajes y luego de Río Seco) ha llegado al Museo Nacional de Arte con Mama Plastic/Pachamama. Laime cubre a su madre de plástico, un plástico omnipresente que contamina, que es usado para todo y para nada.

Son 13 óleos sobre lienzo con propuesta/identidad propia, con un mundo interior que enlaza tradición y (post)modernidad. Pareciera que el plástico —reinterpretado— tiene vida propia, pareciera que se sale del cuadro. Es el hábil manejo de luces y sombras que regala esa sensación extraña de profundidad, de cercanía con el observador.

La madre —la entrañable doña Amalia— también es la Virgen del Cerro, esta vez cubierta no de plata potosina sino de plástico negro sobre fondo amarillo. Es Cielo dorado, cerro de plata. Un corto video-arte —filmado por Daniel Sanz y editado por Christian Lanza— da la bienvenida a la muestra del Emeneá: una mujer de pollera con sombrero borsalino posa en medio del altiplano cubierta de un plástico rojo, eternizando un instante.

En Diálogo milenario las dos madres se yuxtaponen, una nos mira, la otra no; ambas están vestidas con una gigantesca pollera de plástico, de rojo intenso, brillante. En Pachamama Plastic con Illimani, el vestido parece de gala, parece nupcial con el Resplandeciente esperando la ofrenda. En Míticas sirenas, las leyendas del Lago han parido dos seres ancestrales, llegan desde el fondo telúrico unidas por sus trenzas, brotadas en la nueva era del plástico, lo viejo y lo nuevo nacen y mueren en un tiempo desconocido. Son Quesintuu y Umantuu, las mujeres-peces que pecaron con los dioses antiguos y ahora lo hacen con el vil plástico en un ejercicio surrealista/circense.

En Vestida de tiempo, la madre posa con otro vestido, esta vez azul, siempre de plástico. Es una pose orgullosa, como todas, de fondo siempre los achachilas, cuestionando(nos). En Tierra sintética y Calentamiento global solo hay un globo terráqueo con una especie de monstruo plástico negro que amenaza con salir a devorarnos, con un plástico azul preparado para el apocalipsis. A lo lejos, brilla el sol rojo.

En La Piedad, el niño es cuidado por la mano que mece la cuna, la cuna también es de plástico- vida, de plástico-muerte. En Tunny Condoriri, el plástico entrelazado e invencible es la divinidad superior, está por encima de los cerros sagrados, del lago y de los últimos paisajes.

Laime —que no tiene límites— ha vendido una buena parte de los cuadros expuestos en el MNA y se da el lujo de tener otra exposición paralela en la Galería Puro llamada Tinto, gran reserva. En esta última, la osadía de Laime vuela más alto, más libre aunque las trenzas y la mamá siguen ahí. Gastón Ugalde, que lo llama Chino, ha comprado media docena y uno de los mayores coleccionistas de la ciudad, otros tantos. Ahora que Laime —arquitecto amateur de yapa— goza de su mejor momento, anuncia un cambio de ciclo/etapa. En eso también es diferente: quedarse en su zona de confort y repetirse (como otros) hubiese sido lo más fácil.

Hace unos días un estudio holandés ha dado cuenta por primera vez de la presencia de microplásticos (los famosos PET, politereftalato de etileno) en la sangre humana. Tenemos plástico en nuestros cuerpos y no deberíamos; es nuestra segunda piel. La (pacha) mama de Laime es de plástico/kitsch. Todos somos (de) plástico, ya lo contaba Rubén Blades cuando era chévere. La única diferencia es que Laime Yujra hace arte, del bueno, del nuestro, con él, repensando y entendiendo nuestro tiempo.

(La muestra ‘Mama Plastic/Pachamama’ estará hasta el 25 de abril en el Museo Nacional de Arte. ‘Tinto, gran reserva’, hasta el 9 de abril, galería Puro, calle Enrique Peñaranda 1034, San Miguel)

Ricardo Bajo es periodista y director de la edición boliviana del periódico mensual Le Monde Diplomatique. Twitter: @RicardoBajo.