Icono del sitio La Razón

El mestizaje en la Revolución

HURGANDO EL AVISPERO

Jaime Saenz escribió Máscara, libreto para ópera que debería ser ambientada musicalmente por Alberto Villalpando, lo cual, finalmente, quedó en un proyecto inconcluso. En la trama de esta ópera, el protagonista principal se entera que su madre era una india. No soportando esta revelación, este protagonista, en un momento de ofuscación, asesina a mansalva a los participantes en una fiesta organizada en la casa de los familiares de su novia. Este drama saenzeano da cuenta del mestizaje conflictivo, aquel que intenta negar al indio, inclusive aquel que está en nuestro ancestro. Esta problemática del mestizaje, por sus vericuetos socio/culturales amén a su origen colonial, hizo que se erigiera en un tema espinoso y recurrente en la agenda política e incluso cultural de Bolivia.

Como si fuera una carnada de la historia, hoy convergen temporalmente el recordatorio de los 70 años de la Revolución que empezó el 9 de abril de 1952 con la aparición, una vez más, a propósito del nuevo censo, del debate en torno al mestizaje y su incorporación como pregunta en la próxima boleta censal. El mestizaje se constituyó en el proyecto cultural más importante de la Revolución Nacional, aunque su debate provino de más atrás: desde el ciclo liberal, por ejemplo, en el afán de “ciudadanizar” bajo el esquema bipolar: civitas/barbarie, y así convertir al indio, bajo la categoría de campesino, en mestizo. Esos sueños de los sectores ilustrados del liberalismo recién se cristalizaron posteriormente en la revolución nacionalista, que edificó el Estado de 1952.

La Revolución del 52, además, fue el corolario de una acumulación de la conciencia social de sectores populares (mineros e indígenas), empero, los hijos de la oligarquía —minera y feudal— en un impulso de rebeldía y quizás lidiando con sus familiares e influenciados por las secuelas de la Guerra del Chaco engendraron esa “conciencia nacional” y, a la vez, se constituyeron en intelligentsia compuesta por pensadores devenidos en ideólogos del MNR que se empoderaron de esa energía “revolucionaria” para luego encaminar el Estado de 1952.

En ese contexto, la revolución nacionalista sirvió para que aquel discurso recurrente de las élites criollas/mestizas de asumir al indígena como “problema” u obstáculo para el progreso del país, sea vigente. Esta postura se constituyó en un dispositivo discursivo que operó como mecanismo legitimador del orden político que se basó en aquellos cimientos de la modernidad, en la cual la inclusión del indio era solo admitida vía el mestizaje. Entonces, el discurso del mestizaje propalado era para incorporar al indio, pero bajo las luces de la modernidad. Ese discurso fue un continuumde la concepción de aquel decurso histórico del pensamiento político racial de las élites bolivianas.

El mestizaje es parte del imaginario colonial, entonces es parte ineluctable de los procesos identitarios complejos. La Colonia constituyó un imaginario en base a una sociedad estratificada y segregacionista. Históricamente, los sectores blancos/criollos eran los privilegiados porque ocupaban los espacios más altos de esa estructura social. A la inversa, los indígenas estaban en los peldaños bajos. Ese imaginario se materializó en un dispositivo discursivo sobre el mestizaje legitimando el orden colonial y, luego, prevaleció intacto hasta la República señorial. Hoy, los herederos de esos sectores criollos/mestizos desempolvan el debate del mestizaje reclamando que esa categoría racial sea insertada en el censo quizás para invisibilizar, una vez más, a los indígenas y así restituir privilegios.

Yuri F. Tórrez es sociólogo.