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Lo absurdo para el COVID-19

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El intento de Estados Unidos de vacunar al mundo contra el COVID-19 está a punto de terminar. “Estamos en un punto en el que, sin financiamiento adicional, vamos a tener que empezar a reducir nuestra programación”, dijo Jeremy Konyndyk, coordinador del grupo de trabajo para el COVID- 19 de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por su sigla en inglés). No parece que los fondos vayan a llegar. Nuestra atroz política disfuncional va a provocar más enfermedades y muertes en todo el mundo y estamos aumentando las probabilidades de que una nueva mutación viral del coronavirus nos vuelva a trastocar la vida. Si eso sucede, podríamos llamarla la variante filibustera.

Hasta para un organismo tan descompuesto e ineficaz como el Congreso de Estados Unidos, este nivel de autosabotaje es difícil de entender. “El mayor riesgo al que nos enfrentamos, tanto a nivel nacional como mundial, es la aparición de nuevas variantes”, dijo Konyndyk. Una parte de la culpa es de los demócratas de la Cámara de Representantes, que hicieron un mal cálculo el mes pasado cuando, en medio del disenso interno, eliminaron un paquete de ayuda para el COVID-19 de $us 15.600 millones del proyecto de ley de gastos generales de un billón y medio de dólares. Los republicanos del Senado insistieron en que la ayuda para atender el COVID-19 procediera de dinero ya asignado, pero aún no gastado. Así que los líderes del Congreso idearon un plan para extraer $us 7.000 millones de los fondos que ya se habían reservado para los gobiernos estatales y locales en el Plan de Rescate Estadounidense del año pasado.

Los demócratas de la Cámara de Representantes (así como gobernadores de ambos partidos) tenían buenas razones para oponerse, porque los legisladores estatales y locales habían elaborado sus presupuestos teniendo en cuenta ese dinero. Tras una revuelta entre sus propios integrantes, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, se vio obligada a retirar la ayuda para el COVID- 19 del proyecto de ley general.

Debido al filibusterismo —la técnica de obstrucción en el Congreso—, los demócratas del Senado necesitan que 10 republicanos apoyen un proyecto de ley independiente para el COVID-19 y los republicanos se resisten a destinar más dinero a los programas internacionales del COVID. “Para ser honesto, estoy batallando”, dijo Chris Coons, un senador demócrata conocido por su compromiso con el bipartidismo, sobre el intento de negociar un acuerdo. Según él, existe un conflicto de fondo entre los grupos legislativos acerca de la amenaza que supone el COVID-19. Coons mencionó que varios de sus colegas republicanos le han dicho: “En lo que a mí respecta, esta pandemia terminó”. Como a algunos republicanos les da igual que se aprueben fondos adicionales para el COVID-19, los están usando como moneda de cambio en su demanda de políticas fronterizas más estrictas.

Los fondos de la USAID no son fungibles: la agencia no puede limitarse a transferir recursos de otros programas para mantener su programa de vacunas ni para empezar a suministrar antivirales como el Paxlovid. Como resultado de esta intransigencia, muchas de las dosis de vacunas que Estados Unidos ya donó podrían desperdiciarse. Coons tiene la esperanza de que pueda haber un avance en el Senado en tres o cuatro semanas, después de que vuelva del receso. Pero no es fácil reanudar los programas una vez que se han detenido y, mientras tanto, estamos poniendo en peligro de manera innecesaria tanto la salud de los estadounidenses como la de las personas de todo el planeta.

El abandono del resto del mundo respecto al COVID-19 también tiene un costo político. En un momento de renovada competencia entre grandes potencias, las vacunas eficaces de Estados Unidos podrían darnos una ventaja diplomática. Como dijo Coons: “El año pasado, tanto Rusia como China hicieron grandes alardes sobre el envío de aviones cargados de vacunas a decenas de países del mundo en desarrollo. Esas vacunas son ineficaces contra la variante Ómicron del coronavirus. Nuestras vacunas son eficaces”. Por desgracia, nuestro Congreso no lo es.

Michelle Goldberg es columnista de The New York Times.