Deshilando la Revolución de 1952
El 9 de abril se recordó los 70 años de la Revolución Nacional de 1952. Es la segunda revolución en el Abya Yala, después de la mexicana de 1910. Fue una revolución armada donde el pueblo destruyó a las Fuerzas Armadas y a la Policía nacional. Esta revolución es atípica porque no participaron los burgueses, porque no existían. El rol revolucionario fue asumido por varios sectores sociales como los obreros, pero sobre todo por la indiada, que también eran los mineros y sectores populares urbanos del país.
Pese a esta situación simbólica importante, no ha merecido mayor atención, como el de contar con la recuperación de formas de memoria como testimonios orales de sus protagonistas, fotografías de sus actores e incluso la preservación de algunos lugares emblemáticos.
Algunos lugares como Laikacota, Killi Killi (hoy Villa Pabón), Villa Victoria, Munaypata e incluso la Ceja de El Alto en la ciudad de La Paz, donde se libraron batallas decisivas, han quedado casi borrados como lugares representativos del triunfo.
La insurrección de 1952 fue quizás uno de los acontecimientos más importantes de toda la historia de Bolivia, porque dio inicio al resquebrajamiento de las exclusiones e inauguró la democratización del país, aunque a la vez permitió ciertas líneas de continuidad poscolonial, en especial para los pueblos originarios. Los aspectos más distintivos de este proceso son: en lo global, se intentó refundar el Estado-nación, mestizo y homogéneo; en el ámbito socioeconómico, generó la reforma agraria de 1953, los programas de “colonización” y la “marcha al oriente”; en lo educativo, produjo la multiplicación de escuelas rurales; en el campo organizativo y político, dispuso el voto universal y la imposición nacional de los “sindicatos campesinos”.
El 2 de agosto de 1953, en Ucureña se firmaba el Decreto de la Reforma Agraria, una de las principales medidas del nuevo régimen. Fue sin duda un paso más dado por la presión indígena y campesina que por la convicción del gobierno del MNR. Pero la reforma mantenía una fuerte dosis de la orientación liberal planteada desde el siglo XIX. Esta ley fue ambigua con los ayllus y “comunidades originarias”. Esta falta de claridad no permitió brindar mejoras a los comunarios, aunque se toleró su reproducción como sistema socio- económico y político local. Los ayllus y “comunidades originarias” no recibieron beneficio especial alguno de la ley, la cual se limitó a garantizar algunos de sus derechos.
La formación de los sindicatos campesinos no solo fue fomentada por el MNR. Era parte de una nueva corriente que estaba ganando cuerpo después de la Guerra del Chaco en varias zonas de haciendas con el apoyo de varios partidos políticos de izquierda. Pero fue el MNR el que canalizó y generalizó esta corriente, añadiéndole a la vez una relación política clientelar en el campo.
Detrás de este éxito aparente, se detecta también un nuevo discurso civilizador. Apoyado por la masificación de las escuelas rurales, el sindicalismo quebró la relación intergeneracional y ocasionó que los jóvenes rechacen el pasado de sus mayores, como algo arcaico y menos digno. En términos de la sociedad colonial, la estructura sindical fue concebida como el espacio de la “civilización y progreso”, el camino hacia la modernización, por el que sí valía la pena avanzar desconociendo toda la experiencia previa al 52.
El Estado de 1952 generó todo un imaginario en torno a las tierras bajas y sus pobladores originarios. La política de la “marcha al oriente” estaba orientada a la colonización interna. Se pensaba que las tierras amazónicas, orientales y chaqueñas eran vírgenes y con pocos habitantes de algunos “grupos selvícolas”. Se conocía muy poco a los pueblos indígenas de las tierras bajas y esa es una las explicaciones del por qué tanta ignorancia al calificar a los originarios de “salvajes”. El “Estado del 52”, que se vanagloriaba de ser moderno, actuó con una mentalidad arcaica y colonizadora al declararse “tutor” de quienes “se encuentran en estado salvaje”.
Ma jach’a ch’axwayiwa utjawayatayna kha 1952 uka marana. Achachilanakasax, awichanakasax wali unjtasiwayapxatayna. Uka sartasiwix janiw armasiñakiti.
Esteban Ticona Alejo es aymara boliviano, sociólogo y antropólogo.