¿Hasta cuándo la desidia?
Ha trascurrido un año desde que asumieron las nuevas autoridades municipales, tiempo suficiente para demostrarnos hacia dónde están conduciendo los destinos de La Paz, sede de gobierno y principal urbe de Bolivia. Sin embargo, quienes vivimos en nuestra querida “hoyada” no sabemos qué está pasando con nuestra ciudad y menos qué están haciendo nuestros administradores urbanos.
Nos dice una intensa campaña publicitaria que La Paz es una “Ciudad en Movimiento”, pero… ¿qué dirección tiene ese “movimiento”?, pues por los acontecimientos que estamos viviendo, La Paz está en un notablemente retroceso. No hemos avanzado en planes y proyectos concretos que mejoren la calidad de vida de los paceños, por el contrario, las medidas y acciones asumidas, claramente demuestran que la ciudad está sometida a una combinación peligrosa de desidia e intereses personales, que solamente nos destruirán la ciudad en que vivimos.
La Paz ha caído en procesos de improvisación, sin ninguna visión ni planes de largo plazo que muestren un claro horizonte de la ciudad que se pretende construir. La ciudad ha generado normativa que motiva la continuidad de construcciones irregulares sin importar el riesgo, el patrimonio o la seguridad. La ciudad se asfalta solo en espacios donde se construyeron edificios de los socios políticos, mientras que cientos de barrios y miles de kilómetros de calles están llenos de huecos, semejantes a poblados de una posguerra.
La desidia de la gestión municipal es tan elevada que ni siquiera las contrataciones de la anterior gestión son fiscalizadas adecuadamente, teniendo obras totalmente lentificadas sin importar el perjuicio que provoca a los vecinos el cierre de calles y el bloqueo de aceras. La desidia es tan grande que aún no hay un avance concreto para rehabilitar los puentes Trillizos, pues al parecer se conformaron con que solo sean “Mellizos”.
La desidia es tan alarmante que ni siquiera están evaluando propuestas para solucionar los múltiples problemas que tiene La Paz. La ciudad está totalmente congestionada y no hay planes de movilidad urbana; la ciudad está sucia y con acumulación de basura que afecta la salud de las personas y no hay planes de manejo integral de residuos; la ciudad está sometida a los usurpadores y loteadores de terrenos y no hay un plan para definir límites ni catastro; la ciudad se nos cae a pedazos producto de los deslizamientos y no hay acciones concretas de gestión preventiva de riesgos.
Ni siquiera ha primado la racionalidad al momento de contratar un financiamiento, llegando a gestionar un crédito que endeuda la capacidad de la ciudad a tasas de interés muy altas en comparación con las disponibles en otras instancias de financiamiento como el BID, CAF u otros.
Así está mi ciudad, presa de la desidia y el desinterés; presa de los intereses personales y los favores políticos; presa de una inacción peligrosa que nos conducirá vertiginosamente a que cada día la calidad de vida de sus habitantes se deteriore estrepitosamente.
¿Qué debemos hacer ante esta situación? ¿Qué debemos hacer si después de un año de gestión nos han demostrado que la ciudad no marcha de manera positiva hacia un necesario desarrollo urbano? Urge que nosotros, los habitantes de La Paz quienes vivimos y amamos este hermoso espacio que nos cobija, hagamos conciencia de la situación y generemos encuentros ciudadanos participativos que nos conduzcan a evaluar situaciones concretas que mejoren la calidad de vida de los vecinos; es imprescindible que de manera conjunta propongamos soluciones que se pongan a consideración de nuestras autoridades, para incidir desde la sociedad en la formulación de políticas, planes, programas y proyectos urbanos que realmente sean de beneficio de todos los vecinos. Se trata de que participemos de “Jornadas por nuestra Ciudad de La Paz”, para que periódicamente nos nutramos de la vida de nuestra gente y generemos propuestas que nos permitan construir la ciudad que soñamos y merecemos.
Estoy convencido de que desde la colectividad podemos impulsar a nuestras autoridades municipales a ponerse a trabajar por nuestra ciudad y dejar de una vez la desidia que nos tiene postergados.
César Dockweiler Suárez es economista y presidente de la Fundación Ciudad Humana.