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El acoso en Twitter

/ 30 de abril de 2022 / 03:37

Dentro de poco, el cofundador y director ejecutivo de Tesla, Elon Musk, se convertirá en el nuevo propietario de una plataforma de redes sociales algo frecuentada, con más de 217 millones de usuarios diarios. El multimillonario ha revelado muy poco sobre cómo planea operar el negocio, pero una cosa está clara: está muy muy preocupado por cómo hablamos en la plataforma y parece decidido a anular algunas de sus políticas de moderación para permitir toda clase de expresión legal en Twitter.

“La libertad de expresión es la base de una democracia funcional, y Twitter es la plaza pública digital donde se debaten asuntos vitales para el futuro de la humanidad”, declaró Musk en su anuncio del acuerdo. Afirma tener una tolerancia saludable a las críticas. Sin embargo, la retórica de los absolutistas de la libertad de expresión como Musk confunde el acoso con la crítica. Estas experiencias no infrecuentes para las mujeres y las minorías que alzan la voz en público, en Twitter y en otros contextos, y el acoso que yo he sufrido es mucho menor al que han enfrentado otras personas. Esto sucede todo el tiempo. Las políticas de moderación actuales de Twitter no pueden prevenirlo por completo, pero sí están diseñadas para mitigarlo. El valor de estas medidas no siempre es evidente para los poderosos como Musk porque, si eres un hombre blanco en internet, es mucho menos probable que recibas una amenaza de violación y también estás bastante apartado de un posible escenario de violencia real.

Musk insiste en que las políticas de la empresa son demasiado restrictivas. Pero esto no se trata de la libertad de expresión en el sentido consagrado en la Primera Enmienda, es decir, garantizar que el Estado no pueda censurar a sus ciudadanos. Al parecer, lo que Musk busca es una especie de licencia infinita para decir casi cualquier cosa, en cualquier parte. Es una definición absolutista de la libertad de expresión que dicta que las corporaciones están obligadas a permitir que cosas que podrían ser dañinas para sus usuarios o perjudiciales para sus negocios permanezcan en sus plataformas porque cualquier límite a la libre expresión es censura de facto y la censura de cualquier tipo es peor que las consecuencias del discurso de odio, el acoso y la desinformación.

Claro que es probable que la eliminación de las políticas que restringen el discurso de odio afecte mucho más a las mujeres y a las minorías que a los hombres blancos como Musk y, a diferencia de él, la mayoría de las víctimas de acoso y amenazas no puede costear un equipo de seguridad personal. Las normas de Twitter ya permiten una variedad extensa de abusos, muchos de los cuales radican en un área gris entre la ofensa personal y el acoso.

Todo esto es un argumento moral y ético a favor de conservar las políticas de moderación, pero lo más desconcertante sobre la cruzada de Musk es que es difícil ver cómo eliminarlas sería bueno para el negocio. En la actualidad, las estadísticas demográficas de Twitter tienden hacia la población masculina. Si Twitter quiere que su negocio crezca más y aumentar su rentabilidad, lo cual parece ser su objetivo, necesita ampliar su alcance. Hacer de la plataforma un entorno hostil hacia las mujeres y las minorías no conduce a la expansión, a menos que considere que su audiencia más valiosa son los hombres blancos con tendencias conservadoras y que ellos existen en cifras cada vez mayores, lo cual es falso según las tendencias demográficas.

Musk afirmó que no quiere comprar Twitter para ganar dinero, pero como un emprendedor exitoso, podría decirse que quiere que la empresa, que desde hace mucho ha batallado para ser rentable, sea un éxito. Por supuesto, también existe el riesgo —moral y comercial— de que permitir más acoso y desinformación en la plataforma cause daños físicos en el mundo real. Es totalmente posible que Musk no haya pensado en nada de esto a fondo. Su oferta pública para comprar Twitter comenzó hace apenas unas semanas y desde entonces sus intenciones declaradas han cambiado sin cesar, acompañadas de un informe de valores tardío y confuso, además de declaraciones contradictorias. Disfruta del troleo en línea, y quizá todo esto empezó como una broma que luego se tomaron tan en serio los mercados, los accionistas de Twitter y el público que el mismo Musk comenzó a considerarlo.

Si fue así como sucedió, es posible que el magnate no sepa qué hacer ahora que obtuvo lo que quería. Las acciones de Tesla se desplomaron tras el anuncio de la compra, lo cual podría ser un reflejo del presentimiento de los accionistas de que Musk tal vez no sea capaz de dirigir otra empresa con eficacia además de las cuatro que ya lidera (Tesla, SpaceX, Neuralink y The Boring Company).

Es complicado desarrollar e implementar políticas de moderación sofisticadas y Twitter ya ha dedicado años a modificar y tratar de idear algo que funcione. Los términos de servicio actuales no son perfectos, pero si Musk decide desmantelarlos parcial o totalmente, podría vivir en carne propia un nuevo lado de Twitter: los aspectos de la plataforma que se utilizan como armas contra las mujeres y las minorías quizá también le afecten. Y si la empresa no logra ampliar su base de usuarios, sus peores críticos tal vez sean la única área de Twitter que crezca.

Elizabeth Spiers es columnista de The New York Times.

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Tom y Gisele

Una persona en el matrimonio ha renunciado a una carrera para permitir el éxito de la otra

/ 8 de noviembre de 2022 / 01:02

Tom Brady, el mariscal de campo superestrella de 45 años, y Gisele Bündchen, la supermodelo de 42 años, anunciaron que se habían divorciado: según reportajes, no estuvieron de acuerdo sobre la decisión de Brady de salir de su retiro y regresar a jugar con los Bucaneros de Tampa Bay. En mi barrio, Brooklyn, esa no es una razón típica para divorciarse.

Sin embargo, los contornos sí son familiares: una persona en el matrimonio ha renunciado a una carrera para permitir el éxito de la otra. Luego se supone que el beneficiario de ese intercambio sea recíproco, pero no es así. En un matrimonio heteronormado, con una regularidad decepcionante, la carrera de la mujer es la que sufre.

Brady, quien posee siete anillos de campeonato de Super Bowl, decidió que todavía había cosas que podía lograr en el campo. Es fácil imaginar que Bündchen, quien había supervisado los asuntos del hogar, también quería lograr otras cosas.

Mi empatía está con Bündchen por muchas razones y algunas de ellas son por la naturaleza específica de lo que está pidiendo. En algún momento, parece razonable querer que el padre de tus hijos deje de hacer eso antes de que sufra una lesión de la que no pueda recuperarse. Tom Brady tal vez sea único en su tipo, pero aun así solo puedo pensar que ese deporte no es más que un “baile de contusiones”.

Mi empatía podría estar con Brady en cuanto a lo que le ocurre a un matrimonio cuando una persona pierde algo que considera una parte importante de su identidad. ¿Qué es el retiro en comparación con la adoración ferviente de los aficionados cada vez que sales al campo? Muchos atletas descubren que no saben bien qué hacer cuando sus carreras comienzan a atenuarse.

Sucede lo mismo con muchas modelos. Sin embargo, Bündchen no era demasiado vieja para su carrera. La dejó de lado para facilitarle la suya a Brady (los aficionados de Brady que lo quieren en el campo desestiman el trabajo de ella, pues lo consideran frívolo, insignificante, en el contexto del de él. Sin embargo, seamos honestos: no es como si alguno de los dos estuviera curando el cáncer).

Para cualquier mujer, la maternidad puede desplazar el sentido de quien solía ser, aunque la fortuna, la fama y el poder cultural de Gisele sin duda la eximieran de muchas de las realidades prácticas que les pesan tanto a muchas madres. Si estás acostumbrada a ser una supermodelo con la fama suficiente como para que te conozcan por un solo nombre, me imagino que la transición es una sacudida todavía más fuerte y tal vez incluso un poco irritante, pues la “esposa de Tom Brady” son cinco sílabas más que “Gisele”.

Por supuesto, estos no son problemas para la gente en matrimonios en los que una persona decide tener una carrera y la otra opta por las labores domésticas y ambos están satisfechos con ese arreglo. No obstante, este colapsa cuando ambos consideran el trabajo que hacen como parte de sus identidades centrales y fracasan las concesiones que hacen.

Para las mujeres como Bündchen en matrimonios en los que ambas personas tienen intereses fuera del matrimonio y el hogar, los roles a menudo cambian con base en la disponibilidad, el ingreso, la salud y lo que sea que hayan acordado en la relación. También cambian, según las expectativas sociales, e incluso las mujeres ricas como Bündchen, que pueden pagar para que les cuiden a los hijos y ayuda externa y tiene más control sobre su tiempo que muchas de las mujeres que trabajan, siguen sujetas a predisposiciones antiguas: que su rol en esencia es de apoyo y sus ambiciones son secundarias.

En la jerga de los videojuegos, son “personajes no jugadores”, personajes que no tienen una narrativa ni una voluntad significativa fuera del papel que desempeñan para permitir que los jugadores salgan victoriosos. No pueden ganar de manera significativa. Si nunca iba a ser su turno, no culpo a Bündchen por decidir salirse por completo del juego.

Elizabeth Spiers es columnista de The New York Times.

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