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El acoso en Twitter

TRIBUNA

Dentro de poco, el cofundador y director ejecutivo de Tesla, Elon Musk, se convertirá en el nuevo propietario de una plataforma de redes sociales algo frecuentada, con más de 217 millones de usuarios diarios. El multimillonario ha revelado muy poco sobre cómo planea operar el negocio, pero una cosa está clara: está muy muy preocupado por cómo hablamos en la plataforma y parece decidido a anular algunas de sus políticas de moderación para permitir toda clase de expresión legal en Twitter.

“La libertad de expresión es la base de una democracia funcional, y Twitter es la plaza pública digital donde se debaten asuntos vitales para el futuro de la humanidad”, declaró Musk en su anuncio del acuerdo. Afirma tener una tolerancia saludable a las críticas. Sin embargo, la retórica de los absolutistas de la libertad de expresión como Musk confunde el acoso con la crítica. Estas experiencias no infrecuentes para las mujeres y las minorías que alzan la voz en público, en Twitter y en otros contextos, y el acoso que yo he sufrido es mucho menor al que han enfrentado otras personas. Esto sucede todo el tiempo. Las políticas de moderación actuales de Twitter no pueden prevenirlo por completo, pero sí están diseñadas para mitigarlo. El valor de estas medidas no siempre es evidente para los poderosos como Musk porque, si eres un hombre blanco en internet, es mucho menos probable que recibas una amenaza de violación y también estás bastante apartado de un posible escenario de violencia real.

Musk insiste en que las políticas de la empresa son demasiado restrictivas. Pero esto no se trata de la libertad de expresión en el sentido consagrado en la Primera Enmienda, es decir, garantizar que el Estado no pueda censurar a sus ciudadanos. Al parecer, lo que Musk busca es una especie de licencia infinita para decir casi cualquier cosa, en cualquier parte. Es una definición absolutista de la libertad de expresión que dicta que las corporaciones están obligadas a permitir que cosas que podrían ser dañinas para sus usuarios o perjudiciales para sus negocios permanezcan en sus plataformas porque cualquier límite a la libre expresión es censura de facto y la censura de cualquier tipo es peor que las consecuencias del discurso de odio, el acoso y la desinformación.

Claro que es probable que la eliminación de las políticas que restringen el discurso de odio afecte mucho más a las mujeres y a las minorías que a los hombres blancos como Musk y, a diferencia de él, la mayoría de las víctimas de acoso y amenazas no puede costear un equipo de seguridad personal. Las normas de Twitter ya permiten una variedad extensa de abusos, muchos de los cuales radican en un área gris entre la ofensa personal y el acoso.

Todo esto es un argumento moral y ético a favor de conservar las políticas de moderación, pero lo más desconcertante sobre la cruzada de Musk es que es difícil ver cómo eliminarlas sería bueno para el negocio. En la actualidad, las estadísticas demográficas de Twitter tienden hacia la población masculina. Si Twitter quiere que su negocio crezca más y aumentar su rentabilidad, lo cual parece ser su objetivo, necesita ampliar su alcance. Hacer de la plataforma un entorno hostil hacia las mujeres y las minorías no conduce a la expansión, a menos que considere que su audiencia más valiosa son los hombres blancos con tendencias conservadoras y que ellos existen en cifras cada vez mayores, lo cual es falso según las tendencias demográficas.

Musk afirmó que no quiere comprar Twitter para ganar dinero, pero como un emprendedor exitoso, podría decirse que quiere que la empresa, que desde hace mucho ha batallado para ser rentable, sea un éxito. Por supuesto, también existe el riesgo —moral y comercial— de que permitir más acoso y desinformación en la plataforma cause daños físicos en el mundo real. Es totalmente posible que Musk no haya pensado en nada de esto a fondo. Su oferta pública para comprar Twitter comenzó hace apenas unas semanas y desde entonces sus intenciones declaradas han cambiado sin cesar, acompañadas de un informe de valores tardío y confuso, además de declaraciones contradictorias. Disfruta del troleo en línea, y quizá todo esto empezó como una broma que luego se tomaron tan en serio los mercados, los accionistas de Twitter y el público que el mismo Musk comenzó a considerarlo.

Si fue así como sucedió, es posible que el magnate no sepa qué hacer ahora que obtuvo lo que quería. Las acciones de Tesla se desplomaron tras el anuncio de la compra, lo cual podría ser un reflejo del presentimiento de los accionistas de que Musk tal vez no sea capaz de dirigir otra empresa con eficacia además de las cuatro que ya lidera (Tesla, SpaceX, Neuralink y The Boring Company).

Es complicado desarrollar e implementar políticas de moderación sofisticadas y Twitter ya ha dedicado años a modificar y tratar de idear algo que funcione. Los términos de servicio actuales no son perfectos, pero si Musk decide desmantelarlos parcial o totalmente, podría vivir en carne propia un nuevo lado de Twitter: los aspectos de la plataforma que se utilizan como armas contra las mujeres y las minorías quizá también le afecten. Y si la empresa no logra ampliar su base de usuarios, sus peores críticos tal vez sean la única área de Twitter que crezca.

Elizabeth Spiers es columnista de The New York Times.