La confrontación política llega a Disney
Hasta hace poco, la confrontación entre Disney y el estado de Florida podría haber parecido inconcebible. Los ataques de los republicanos de Florida contra el gigante del entretenimiento afectarán, probablemente mucho, a la economía del estado; implican un repentino bandazo hacia la intolerancia en un país que parecía cada vez más tolerante, y las acusaciones contra Disney son, en pocas palabras, delirantes.
Pero lo que está ocurriendo en Florida tiene lógica cuando advertimos que lo que están haciendo el gobernador Ron DeSantis y sus aliados no tiene nada que ver con políticas públicas y ni siquiera con la política en el sentido convencional. Más bien, lo que estamos atestiguando son síntomas de la transformación que ha tenido el Partido Republicano de ser un partido político normal a un movimiento radical construido en torno a teorías conspirativas e intimidación.
Disney World está en un “distrito especial” de más de 10.000 hectáreas dentro del cual, pese a estar pagando impuestos locales sobre la propiedad, la empresa proporciona servicios públicos básicos. Sin embargo, DeSantis promulgó una ley que elimina ese distrito, lo cual pondría en problemas a los contribuyentes locales, a quienes, al parecer, se les cargaría una deuda de más de $us 1.000 millones. Además de emplear a una gran cantidad de personas, este centro turístico atrae a millones de visitantes cada año. No obstante, todo esto quedó en riesgo cuando Florida aprobó su proyecto de ley “No digas gay”, el cual no solo restringía lo que las escuelas pueden decir sobre la identidad de género, sino que limitaba muchísimo sus facultades para orientar a los alumnos atribulados sin que sus padres lo autorizaran y daba pie a que los padres presentaran demandas por transgresiones a unas reglas poco definidas.
Disney no se pronunció acerca de esta ley mientras intentaban que se aprobara con rapidez. Pero una empresa del entretenimiento cuyo negocio depende en parte de su imagen pública, no puede parecer que va demasiado en contra de las costumbres sociales predominantes. Además, la sociedad estadounidense, en general, se ha vuelto mucho más abierta que antes en lo que respecta a la comunidad LGBTQ: la aprobación del matrimonio igualitario aumentó del 17%, en 1996, al 70% el año pasado. Ya muy tarde —tras la aprobación del proyecto de ley—, el director general de Disney finalmente hizo declaraciones de que la empresa estaba en contra. La respuesta de los republicanos ha sido muy radical; pero estos días siempre lo es.
Hace no mucho tiempo, se habría considerado inaceptable usar el poder del gobierno para imponerles sanciones económicas a las empresas por expresar opiniones políticas que no son de su agrado. De hecho, hasta podría ser inconstitucional. Pero el ataque a Disney ha ido mucho más allá de las represalias financieras: de pronto, Mickey Mouse es parte de una extensa conspiración. La vicegobernadora de Florida acusó a Disney en Newsmax de “adoctrinar” y “sexualizar a los niños” con su “plan no secreto”.
Si esto les parece demencial —que lo es— también es con mayor frecuencia la norma de los republicanos. No creo que los informes políticos estén al día de qué tanto el Partido Republicano se ha “qanonizado”. Como señalé el otro día, casi la mitad de los republicanos creen que “demócratas importantes están involucrados en redes de tráfico sexual infantil de élite”. Esta cifra es todavía más impactante: el 66% de los republicanos creen en la “teoría del gran reemplazo” y aceptan, en su totalidad o en parte, la afirmación de que “el Partido Demócrata está intentando reemplazar al electorado actual con electores de países más pobres de todo el mundo”.
Con esta mentalidad, es lógico que los políticos republicanos ambiciosos promuevan políticas diseñadas para la paranoia de las bases y acusar a cualquiera que se oponga a estas políticas de ser parte de una conspiración perversa.
Además, las inusitadas características de los ataques contra Disney no solo alimentan la locura de las bases del Partido Republicano; lo absurdo de los ataques también es un mensaje intimidatorio para el mundo empresarial. Lo que, de hecho, dice es: “Sin importar cómo gestiones tu negocio o lo inofensivo que sea tu comportamiento, si criticas nuestras acciones o de alguna manera no demuestras lealtad a nuestra causa hallaremos algún modo de castigarte”.
Así que el conflicto con Disney es en realidad el síntoma de un acontecimiento mucho más profundo e inquietante: la qanonización y orbanización de uno de los partidos políticos más importantes de Estados Unidos, lo cual pone en peligro nuestra democracia.
Paul Krugman es premio Nobel de Economía y columnista de The New York Times.