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Liberalismo del miedo

PENSAR

Frente a la pregunta de quién debería gobernar, el pensamiento liberal responde con otra pregunta: ¿Cómo se podría organizar instituciones políticas de modo que los gobernantes malos e incompetentes no hagan daño? Esta pregunta sitúa al pensamiento liberal bajo la preocupación del abuso de poder y del maltrato al débil, que ha inspirado la materialización del constitucionalismo. Muchos principios constitucionales como in dubio pro reo, in dubio pro operario, res judicata, favor debilis, favor debitoris o nula poena sine lege, estructuran una cierta asimetría originaria de la actividad política en la que se defiende al débil y muestran claramente la base y esencia del llamado “liberalismo del miedo”: los derechos e instituciones para hacer frente a los poderosos.

Pensadores liberales clásicos como Locke, Montesquieu, Kant o John Stuart Mill, o contemporáneos como Rawls o Dworkin presentan su preocupación respecto a que la base de la vida política en sociedad es la pugna entre débiles y poderosos; y una de las soluciones posibles a esta lucha se encuentra en los límites institucionales para contener el abuso. Incluso el constitucionalista neopositivista italiano Luigi Ferrajoli ha caracterizado a los derechos fundamentales como la ley del más débil, es decir, como las garantías de las minorías frente al abuso que puedan llevar a cabo las mayorías. Sin embargo, ha sido la profesora lituana, nacionalizada norteamericana, llamada Judith Shklar, quien ha desarrollado la base teórica de este “liberalismo del miedo”.

Shklar vivió los desplazamientos humanos de la Segunda Guerra Mundial. Tuvo que huir, junto a su familia de Letonia a Suecia, Japón, Canadá y finalmente se asentó en Estados Unidos, donde estudió, consiguió su doctorado y se convirtió en la primera mujer presidenta de la asociación de ciencia política de Estados Unidos. La tesis central de Shklar radica en que los gobernantes son propensos al abuso y obviamente cuando lo llevan a cabo, no lo hacen a los poderosos, sino a los débiles. El liberalismo, que busca limitar el ejercicio abusivo del poder, debe estructurar su pensamiento en el temor, es decir, en el miedo respecto a estos abusos. Entonces, todo aquel que desee llamarse liberal, debe estar preocupado en la protección al débil.

Para Shklar, la preocupación por los derechos de Locke, la separación y división de poderes de Montesquieu, el tomar al ser humano como un fin y no como medio de Kant, el liberalismo del desarrollo personal de Mill, o la justicia como la primera virtud de las instituciones básica de una sociedad de Rawls, no son sino herramientas para proteger al débil. Y esa es la lucha liberal, más que preocuparse por quiénes deberían ser nuestros gobernantes, preocuparse por fortalecer las instituciones.

Farit Rojas T. es abogado y filósofo.