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Campeones en inflación

TRIBUNA

A poco más de dos meses de iniciada la guerra en Europa, sus efectos adversos no se sienten en la economía boliviana. Con una tasa de inflación acumulada a marzo de 0,4%, Bolivia ostenta en 2022 la cuarta inflación más baja del mundo, solo superada por Jordania (0,2%), las islas Seychelles (0,2%) y Palestina (0,3%) sobre una lista de 82 países publicada por datosmacro.com.

En un contexto de repunte inflacionario a escala global, los resultados en la región no dejan de ser preocupantes. Argentina encabeza la lista con un aumento de precios de 16%, seguido de Venezuela con 11%. Un poco más atrás se encuentran Uruguay y Colombia, ambos con 4,4%, Paraguay 3,7%, Chile 3,4%, Brasil 3,2%, Perú 1,8% y Ecuador 1,1%. Un hecho relevante es que por primera vez en mucho tiempo Venezuela dejó de ser el país más inflacionario.

La inflación boliviana ha creado cierto desconcierto a nivel nacional e internacional. Analistas bolivianos y extranjeros se miran perplejos ante singular resultado y sus explicaciones son diversas. Le atribuyen la baja variabilidad de precios al régimen cambiario superfijo y las expectativas ancladas a éste, las generosas subvenciones desde tiempo inmemoriales —tan odiadas pero necesarias— y el incontrolable contrabando. Pero ningún mérito a las políticas económicas en curso.

En una reunión de amigos alguien lanzó una picardía. Me dijo que la política cambiaria había muerto porque ya no se movía. Mantener el tipo de cambio invariante fue duramente criticado más de una vez por analistas que hoy padecen del síndrome de Alzheimer y cuyo debate actual sería cuando menos infructuoso. Hoy se puede decir con bastante certeza que la apuesta por la estabilidad cambiaria fue acertada. Sin embargo, para mantener la inflación controlada no basta con congelar la relación de cambio de la divisa —al menos no en un periodo de euforia de los precios internacionales—, de otra manera Belice, Qatar, Eritrea, etc., deberían sumarse al cuadro de honor líneas arriba. El mismo silogismo también puede ser aplicado al contrabando comparando otros países.

La política de subsidios a la energía y los alimentos ha tenido su propio mérito, empero, hay economistas que piensan que los subsidios son un problema estructural de la economía boliviana y eliminarlos un deber. De haberse seguido las viejas recetas neoliberales, la inflación bien podría hoy rozar los dos dígitos como ocurre con la inflación interanual en varios países vecinos. Sin duda que la subvención tiene un costo —que la asumen el Estado y sus niveles—, pero a diferencia del modelo de mercado no se traspasa la factura a las familias. En todo caso, este es el peor momento para pensar en levantarlas.

El modelo económico entendió que la crisis alimentaria es un fenómeno inherente a las contradicciones del sistema capitalista, por eso ideó una empresa estatal con el fin de regular los precios en el mercado interno. Para los detractores, los déficits de caja son fiel reflejo de su ineficiencia, sin comprender que la naturaleza de esta empresa no es obtener ganancias. Las imperfecciones del mercado distorsionan los precios llevando a que algunos agentes experimenten pérdidas. Bajo el actual modelo, estas pérdidas son absorbidas por la empresa estatal sin que sean transferidas a los consumidores finales como ocurriría en una economía de libre mercado. Pocos países en el mundo tienen una entidad como Emapa que responde a cabalidad a este desafío, lo que pudo haber marcado la diferencia.

En suma, la baja inflación se explica por una acertada combinación de políticas de subvenciones, límites a las exportaciones —a la cual ya me referí en un artículo anterior—, regulación de precios internos, estabilidad cambiaria y un buen desempeño agrícola en lo que va del año.

Algunos esfuerzos últimos por desacreditar la estabilidad de precios ponen en duda su sostenibilidad, ya que ésta se mantendría a costa de incrementar los déficits fiscales y la pérdida de reservas. Como todo en economía, las acciones tienen costos y beneficios. Sin desconocer el enorme sacrificio fiscal que conlleva mantener una economía estable, en justo análisis, se debe reconocer los beneficios. Las empresas invertirían menos en un contexto de inflación alta, los trabajadores perderían más poder adquisitivo. Este primero de mayo los trabajadores tienen una razón más para festejar, porque somos campeones en inflación.

Omar Velasco Portillo es economista.