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Transversalización de la discriminación

TRIBUNA

Hace años, en ocasión del velatorio de Fidel Castro, mirando los noticieros, me llamó poderosamente la atención que la guardia de honor que custodiaba su féretro estaba compuesta por soldados cuya piel era morena intensa y que entre el gabinete que acompañaba a su hermano y presidente sucesor Raúl, todos tenían el color de piel “blancoide”; los no blancoides que asistieron eran dignatarios de países caribeños.

En otra ocasión, también vi la composición del entonces presidente Lula y fue la misma imagen, aunque alguno podrá defender diciendo que gestionó para que el primer ministro de piel oscura llegue a la Corte Suprema de Justicia, además meritorio abogado.

Bolsonaro, actual presidente y contrario “ideológicamente” a los dos antes mencionados, también cuenta con un gabinete de “blancoides”.

Pongo comillas y preciso el término de blancoide porque la supuesta blanquitud en los seres humanos es un imaginario construido no ingenuamente; en el mejor de los casos, hoy se puede decir que hasta rosaditos pueden ser algunos, pero jamás blancos.

Hay una noticia de la agencia AFP señalando que en una de las mecas del fútbol mundial como es Brasil, “…da la espalda a los DT negros”. Sí, el Brasil de Pelé, Jairzinho, los Ronaldos, Neymar, etc., etc., etc.

¿Qué quiero resaltar de todo esto? Que los imaginarios construidos desde la colonialidad —del norte dicen otros— penetraron y se consolidaron en esta parte denominada indo-iberoafro- americana. Principalmente, que transversaliza los imaginarios ideológicos, quizás —más que seguro— porque ya se encontraban preñados de dicho prejuicio o imaginario colonial.

¿Los imaginarios disminuyen nuestra capacidad crítica? Recuerdo a mi buen amigo Felipe Quispe, gran luchador social y que proclamaba la grandeza, superioridad e independencia —de Bolivia— de lo aymara. Cuestionaba mi origen regional de nacimiento, de mi apellido y el color de mi piel, diferente a la suya, decía. Lo que no decía y trataba de ocultar con gafas oscuras y desviando la mirada siempre, eran sus ojos verdosos.

Es más fácil repetir los imaginarios porque vienen acompañados de ese equilibrio interno que nos da el “saberlos”: la escolástica vigente. Cuestionarnos nos produce crisis y como diría mi amiga Fátima Escobar, parafraseando a Freud, que tendemos los humanos a vivir sin autoridad —imaginarios, ideologías—, inclusive diría yo, contradiciendo lo que supuestamente pensamos y esgrimimos.

¿Los imaginarios transversalizan a las ideologías o éstas son un producto de aquello? Creo, como respondería mi amigo Carlos Álvarez de Zayas, que desde la complejidad es un sí y un no, y además, todo lo contrario.

El momento histórico exige una discusión nacional profunda, que deje de lado los imaginarios e ideologías preñadas de prejuicios discriminadores y que reconduzca hacia la legitimación expresada por la ciudadanía.

Alejandro Colanzi Zeballos es criminólogo y nonnino de Valentina.