Las desaparecidas
Su vida se detuvo a los 36 años cuando su hija de 15 años desapareció. No volvió a escuchar su voz, no volvió a verla desde octubre de 2015; a partir de ese día la busca todos los días, dejó fotocopias con su foto y su número de teléfono pegados en todos los postes, las pasarelas, las paradas de buses en las puertas de los colegios. Viajó donde le dijeron que había alguna pista, ella insistió con los policías para que hicieran seguimiento de las llamadas de otras niñas desaparecidas que curiosamente figuraban en el teléfono de su hija. Su esposo aún va a los prostíbulos y bares con la esperanza de encontrar viva a su niña que ahora ya debe tener 22 años. Como Carmen (nombre supuesto), hay cientos de familias paralizadas porque sus hijas salieron del hogar rumbo al colegio, a un encuentro con amigas, a comprar algo que necesitaban, pero las horas precedieron a los días, las semanas, los meses y los años, sin que ellas volvieran.
Ni los padres ni sus hijos parecen estar suficientemente advertidos de la existencia de tratantes de personas. Verdaderas bandas delincuenciales con redes internacionales que lucran con la venta y la prostitución de mujeres en todo el mundo. Ahora se sirven de las redes sociales, las que gobiernan la vida de los jóvenes sin límite y con su absoluta sumisión. A pesar de la divulgación que se hace de la forma en la que los tratantes de personas captan a sus víctimas a través del Facebook, Instagram o WhatsApp, todos los días alguien es atrapado en sus telarañas.
No hay cifras oficiales sobre desapariciones, pero existe la Asociación de Apoyo a Familiares Víctimas de Trata y Tráfico de Personas y Delitos Conexos (Asafavittp) que reúne a madres que buscan a sus hijas, muchas de ellas desde hace años y tienen la esperanza de encontrarlas con vida. Esta agrupación ha conseguido encontrar a nueve jóvenes que fueron víctimas de trata y tráfico de personas, siguieron las pistas personalmente hasta encontrar a las adolescentes y niñas.
Los relatos de sus hallazgos llevan a pensar que no se resuelven más casos porque se los abandona ante la falta de dinero, o quedan a medias por el frecuente cambio de los investigadores, o por no seguir las pistas y equivocar el camino, o finalmente porque cuando llegaron las autoridades al lugar correcto los delincuentes habían huido con la víctima al haber sido previamente advertidos.
¿Por qué si se sabe que el cambio constante de investigador perjudica la solución de los casos se continúa con esta práctica? ¿Por qué se dilata el seguimiento de las pistas que se encuentran en los celulares? ¿Por qué con tanta frecuencia desaparecen los expedientes en la Fiscalía? Son preguntas que deben responder la Fiscalía, la Policía y las autoridades del Gobierno encargadas de la seguridad de los ciudadanos.
Lucía Sauma es periodista.