¡La historia se repite, y vuelta la burra al trigo!
A principios del siglo XX, el imperio de turno, Gran Bretaña, solicitó la ayuda del Sheriff Hussein en la Primera Guerra Mundial para acabar con el imperio otomano, a cambio de otorgar la libertad e independencia de los países árabes del imperio turco. Como consecuencia, el imperio inglés comenzó a instalar el nuevo Estado de Israel en el territorio palestino con la promesa del primer ministro británico Lord Balfour.
Posteriormente, en 1947 y después de la Segunda Guerra Mundial, en la asamblea de las Naciones Unidas, los países coloniales votaron a favor de la Resolución 181 para dividir el territorio palestino en dos estados: el 54% de la superficie de Palestina para el nacimiento del Estado de Israel y el 44% para el Estado de Palestina, Como consecuencia, los países coloniales legitimaron internacionalmente el reconocimiento del Estado de Israel y la catástrofe para Palestina y su pueblo.
Veinte años más tarde, en 1967, Israel ocupó el 100% de territorio palestino y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas dictó la Resolución 242 que exigía la retirada de Israel de los territorios ocupados en Cisjordania, Gaza y Jerusalén oriental, que suponía el 22% de la superficie de Palestina. A raíz de ello, los países coloniales armaron a Israel con los armamentos más sofisticados, incluido el nuclear, sin dar ninguna protección al pueblo palestino.
En 1987 se produjo la primera intifada palestina que acabó con la Conferencia Internacional de Paz de Madrid (1991) y, posteriormente, con los acuerdos de Oslo (1993). Dichos pactos dictaban el establecimiento del Estado de Palestina en un periodo de cinco años en los territorios ocupados en 1967; sin embargo, lejos de cumplirse los acuerdos, los países coloniales miraron hacia otro lado mientras Israel sembraba Cisjordania y Jerusalén de colonos y asentamientos y, como consecuencia, cerraban las puertas al establecimiento del Estado de Palestina.
Todavía hoy los países coloniales no han reconocido al Estado de Palestina ni han obligado a la retirada de Israel de los territorios palestinos para establecer dicho Estado, mientras que estos mismos países coloniales, y por la fuerza militar, establecieron nuevos Estados en el sur de Sudán y en la antigua Yugoslavia.
El presidente estadounidense aceptó la invitación de Neftalí Bennett, el primer ministro de la entidad sionista que ostenta el estatus de colono en los territorios palestinos, para visitar Israel a finales del próximo junio; la presidencia palestina también recibió una llamada de la administración estadounidense informando que el presidente Joe Biden visitará Ramallah durante su estancia en la región.
¿Qué tiene Biden en el bolsillo con respecto al conflicto y para poner fin a la ocupación más fea y antigua del mundo? Hay muchas preguntas obligadas por la tensa realidad que se vive en Palestina y la región, así como por los cambios y el desarrollo de la situación regional e internacional, y por los resultados de la crisis de Ucrania y sus importantes repercusiones en el futuro de los países en la región.
La región se ha convertido en una zona caliente debido al extremismo del gobierno de ocupación sionista, sus posturas y sus acciones condenables, contrarias a las reglas más simples del derecho internacional y de legitimidad internacional que lastiman los sentimientos de musulmanes y cristianos por igual.
¿Rectificará la administración estadounidense sus errores del pasado y reactivará el proceso de paz y el arreglo político sobre una base correcta para adoptar un arreglo aceptable que respete las normas del derecho internacional y las resoluciones de legitimidad internacional?
Todo esto depende de la sólida necesidad de poner fin a la ocupación y permitir que el pueblo palestino disfrute de sus derechos inalienables: al retorno, a la igualdad, a la libre determinación y el establecimiento de un Estado palestino independiente en las fronteras reconocidas internacionalmente en 1967, con su capital Jerusalén Oriental.
El colonialismo de ayer es el mismo colonialismo de hoy aunque maquille sus métodos, formas y tecnologías. Parece claro que el colonialismo no cambiará ni sus principios ni sus objetivos, siempre con la pretensión de esclavizar a los pueblos y robarles sus recursos, usando nuevas normas, leyes, alianzas, mercados, monedas, bloqueos, confiscación de recursos y también la fuerza militar para conseguir su objetivo. Los pueblos de los países en vías de desarrollo deben unirse en una verdadera lucha justa para defender su libertad, soberanía y sus recursos naturales; si no lo hacen, nuevamente volverán a ser esclavos, pero esta vez con ropa limpia y con teléfono móvil.
Mahmoud Elalwani es embajador del Estado de Palestina en Bolivia.