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Periodismo y coprofilia

HURGANDO EL AVISPERO

Mañana, 10 de mayo, se recuerda el día del periodista en Bolivia. Esta fecha siempre fue una oportunidad para que los elogios de los periodistas a los periodistas se conviertan en una ola contagiosa a lo largo de esa jornada. El mirarse el ombligo es una práctica recurrente en el mundo del periodismo. No hay duda que existieron —y existen— periodistas destacados y comprometidos con su oficio, para muchos de ellos es su pasión. Aunque no es la tendencia, sino todo lo contrario, posibilitando que el “mejor oficio del mundo” (dixit Gabriel García Márquez) se sumerja en un abismo que ameritaría una reflexión profunda en el gremio periodístico.

Hace casi un mes atrás, el papa Francisco I, en una carta enviada a un amigo suyo, el periodista argentino Gustavo Sylvestre, atribuyó a los medios de comunicación de incurrir en la “coprofilia”. Según la Real Académica Española, la coprofilia es la atracción fetichista por los excrementos. Esta metáfora odorífica del Papa da cuenta de la degradación por la que atraviesa el periodismo globalmente, que se refleja con sus propios matices en el caso boliviano.

Esa sensación de sucumbir al sensacionalismo es uno de los rasgos más notorios del quehacer periodístico. Esta es una cuestión por la que no solamente debería haber una reflexión deontológica entre los periodistas, sino este tipo de noticias tienen un efecto sociológico perverso. Es el caso de los feminicidios, su tratamiento es muy ligero y tendencioso, quizás por ese manejo sensacionalista de las noticias se está provocando una especie de “contagio” de asesinatos en la sociedad, ya que su difusión cotidiana peligrosamente está naturalizando el crimen contra las mujeres. El mal manejo periodístico en temas sensibles necesita ser elaborado tomando en cuenta las implicancias que tiene el mismo, no solamente pensando en la libertad de prensa, sino en el derecho social a la información.

Ese sensacionalismo en el manejo mediático se desplaza también al campo del periodismo político. Desde la instalación de la polarización política en Bolivia, muchos mass medias se atrincheraron en uno de los polos, en el cual la propaganda subordina la responsabilidad informativa. No es casualidad, el Sumo Pontífice no solo acusó a los medios de su tendencia de incurrir a la coprofilia, sino también por su inclinación por las calumnias, la desinformación y la difamación en todo momento, pero especialmente en tiempos de guerra y conflicto político.

Los periodistas lanzan su grito al cielo cuando el Estado o los gobiernos buscan regular la labor periodística, acusando a esos intentos como atentados a la “libertad de prensa” y, por efecto colateral, a la democracia. Irónicamente, cuando las instancias de autorregulación de los gremios periodísticos dictan sentencias negativas, aquellos periodistas denunciados por el mal manejo de su trabajo no aceptan los veredictos emanados de tribunales de ética y asumen actitudes arrogantes con relación a esas sentencias (vgr. Amalia Pando). Por lo tanto, muchos periodistas asumen una pose superior, o sea, pecan en la hybris del punto cero, aquel pecado por el que los griegos condenaban a esos seres que se ubicaban en una posición jerarquizada, a partir de la cual juzgan e informan soberbiamente a los otros.

Entonces, esa tendencia de los medios a la coprofilia parece añorar la actitud de Nerón de incendiar a Roma o quizás para hacer realidad el sueño de Calígula por el desastre fatal. Él deploraba su época porque no había hecatombes: masacre de sus ejércitos, guerras, hambruna, peste, incendios, terremotos o cataclismo político cualquiera.

Yuri F. Tórrez es sociólogo.