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La globalización clandestina

HUMO Y CENIZAS

Nuestra última reflexión llegó a la conclusión de que la guerra contra las drogas parte de un enfoque punitivo tan inefectivo como arbitrario, dada su forma de clasificar ciertas sustancias como legales o ilegales. Ahora pasemos a abordar cómo dicha cruzada mundial en contra del vicio revela algo más que hipocresía por parte de uno de sus principales impulsores, los Estados Unidos, hasta convertirse en un soporte estratégico de su política exterior, sin el cual seguramente tendrían menos argumentos para justificar su “liderazgo” sobre el resto del mundo.

Desde el Plan Colombia hasta el Plan Mérida, es interesante notar cómo los programas de asistencia militar de los EEUU en la región han fracasado en su objetivo de reducir la producción de narcóticos en el sur global, sirviendo, por otro lado, como verdaderos caldos de cultivo para la emergencia de organizaciones criminales y ejércitos paramilitares poco inclinados a la promoción de la democracia, pero sí muy exitosos en el sostenimiento de élites políticas poco representativas como sucedió con las Fuerzas de Autodefensas Unidas de Colombia, muy atadas al uribismo.

Si sumamos a dicha experiencia los ejemplos del general Noriega en Panamá, los Contras en Nicaragua y los gobiernos de Banzer y García Meza en Bolivia, no es difícil notar que existe una relación casi directa entre el narcotráfico y la extrema derecha en toda Latinoamérica. Con esto no queremos negar, por supuesto, que algunos grupos de insurgencia comunista no hayan recurrido a este tipo de actividades para financiar su lucha, pero es de notar que la guerrilla de las FARC, por ejemplo, precedió por mucho al boom de este negocio, llegando a él muchos años después de su fundación.

Hasta este punto, parecería que la cooperación estadounidense no solo fracasa al momento de combatir la producción de narcóticos en la región, sino que, de alguna manera, la fomenta. ¿Por qué sucede esto? Creo que una posible explicación para esta aparente paradoja reside en el hecho de que la industria de las drogas es hoy tan necesaria para la economía global como lo es la industria de los combustibles fósiles.

¿Qué sería del capitalismo sin el contrabando de armas, el narcotráfico y la trata y tráfico de personas? Mucho movimiento económico global sería imposible de explicar. Y de la misma forma en que muchos países desarrollados piensan en cocaína o marihuana cuando se habla de Latinoamérica, creo que el éxito de Suiza se debe a algo más que relojes y chocolates. Por cada actividad legal que produce empleos en el mundo, hay otras tres que se constituyen en fuentes alternativas de sustento para millones de personas. Me cuesta imaginar el éxito de los EEUU sin el tráfico de armas al resto del mundo.

Un enfoque de aproximación interesante para este fenómeno, aunque desde una perspectiva muy diferente, es el que el politólogo Peter Andreas ha llamado Economía Política Internacional Ilícita, que ayuda a explicar el lado clandestino de la globalización, y al que estaré dedicando mis subsecuentes análisis en este espacio.

Carlos Moldiz Castillo es politólogo.