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El noble oficio

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Rubén Atahuichi

Ayer me inundé de lecturas sobre el Día del Periodista, instituido en 1938 por el entonces presidente Germán Busch. Muchos colegas se lanzaron a las redes sociales para recordar sus inicios en el oficio, la condición noble de la profesión, su condición neutral y “objetiva” ante la noticia, sus experiencias, la defensa de la libertad de prensa y expresión o su servicio social.

Unos quisieron marcar diferencia entre su condición de periodista “independiente” y la de los demás. Otros parafrasearon a Gabriel García Márquez o Ryszard Kapuscinski.

Y los gremios —los que existen ahora solo en el nombre— se congratularon por la fecha y, como siempre, prometieron, a nombre de los afiliados que no existen, su compromiso con la “verdad” y la “justicia”.

Cuánto reparo causa la serie de mensajes, que privilegian la libertad de expresión —que es nuestra lucha permanente— sobre los derechos de los ciudadanos a la información: léase información no manipulada, no usada para el morbo, no difundida para el sensacionalismo ni aprovechada para el marketing.

Son tiempos difíciles, lo sabemos. Las tecnologías están rebasando al periodismo tradicional, las redes sociales tienen mayor incidencia y la situación está reduciendo la posibilidad de subsistencia financiera de los medios de información: no se vende papel impreso como antes, la materia prima cuesta más, la publicidad se redujo al mínimo, las páginas de la edición han disminuido, las plataformas digitales tienen más consumo y los ingresos de las casas editoriales han mermado a la par de las condiciones de los trabajadores de la prensa. Aparentemente, esa situación también afectó el ejercicio profesional.

No hay mucho que festejar, decían algunos. Sí, no hay mucho; no por las condiciones y la presión política, que habitualmente suele ser argumento, sino por la decadencia del oficio.

¿Un periodista hablando de decadencia del oficio? Tal cual; la sensatez nos obliga al ejercicio de la autocrítica que tanta falta nos hace, para no incurrir en la soberbia de mirar a los demás por encima del hombro bajo el privilegio de contar con el poder de los medios.

No es posible seguir así por así resistiéndonos a la regulación. Por ejemplo, la vieja Ley de Imprenta necesita adecuarse a nuestros tiempos y la autorregulación hace aguas.

Las noticias falsas pasan por verdades, que a lo largo del tiempo revelan la irresponsabilidad con la historia. La crisis poselectoral develó la peor situación del periodismo.

Entonces, esas “noticias” no solo pasaron sin rigor, sino que alimentaron el escenario ya beligerante que degeneró en la ruptura constitucional y las masacres de noviembre.

Ese periodismo independiente que suele jactarse de su objetividad, imparcialidad, pluralidad o neutralidad sucumbió ante una línea hegemónica de entonces y a la posverdad: “fuego cruzado” termina con muertos en Sacaba, movilizados “tumbaron a dinamitazos” el muro de la planta de Senkata o, una peligrosa especulación en un ambiente tenso, suponer que una eventual “voladura” de la planta terminaría con afectar 5 kilómetros a la redonda y dejar unos 5.000 muertos, como se leía en las redes sociales de ciertos periodistas, hasta en reportajes completos, con “expertos” en el área, en ciertos medios de información.

Hasta creerle a Arturo Murillo de que los movilizados se mataron entre sí o a Luis Fernando López, que de las Fuerzas Armadas “no salió ni un solo cartucho”.

El tiempo se encargó de derrumbar esos mitos. El Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) estableció que en las masacres las víctimas fallecieron por impactos de bala, incluso bajo ejecuciones sumarias; que no había intención ni evidencia de que la planta de Senkata iba a ser volada, no hubo dinamitazos para tumbar el muro; que los muertos fueron resultado de la represión de las fuerzas estatales y bajo un plan oficial.

El noble oficio le falló al derecho a la información y empujó a la violencia. No fue responsable con la historia; ahora que revisamos la historia, muchos datos son falsos, falsos.

Rubén Atahuichi es periodista.