Querida universidad
Cuando entré a la universidad, además de la preocupación por entender la dinámica de funcionamiento tan diferente al colegio, estaba la curiosidad. Entré en el último momento de la dictadura de Banzer y se pretendía hacer de las aulas universitarias una especie de escuelita donde el rey incontestable era el catedrático (pocas catedráticas); claro que peleamos contra la dictadura en las aulas y la dictadura en el país.
Derrotamos a Banzer dictador con una huelga de hambre, la iniciaron cuatro mujeres mineras y donde los y las universitarias estábamos junto a nuestro pueblo, con piquetes de hambreadoras y hambreadores, alimentándonos de las discusiones políticas, entendiendo que era nuestro país y empezando a dibujar los sueños, partiendo de las explicaciones de la dependencia y el imperialismo como las causas de la pobreza y las opresiones.
Sí, yo estaba en el piquete de los y las estudiantes de Medicina, que siempre fue una facultad de fachos y no cambian, ocupamos las oficinas de la OMS en la Plaza del Estudiante.
Diferente era la universidad de la que es hoy, porque éramos fundamentalmente autodidactas, lo que más funcionaba era el grupo de estudio, es decir estudiábamos porque queríamos saber, porque necesitábamos argumentos para pelear con argumentos en las aulas universitarias; teníamos que derrotar a los profesores fascistas que cuando ya no tenían argumento, nos denunciaban al DOP (Departamento de Orden Político), nos perseguían y encarcelaban, decían que éramos comunistas.
La universidad fue abandonada en el neoliberalismo por los otrora estudiantes, que en los años 90 ya muchos de ellos eran catedráticos. Prefirieron hacer ONG, ser parte de los gobiernos neoliberales, ser asesores de organismos internacionales imperialistas y colonialistas, vendiendo las utopías al mejor postor. Estos hombres y mujeres ya no creían que era posible revolucionar las estructuras y se dedicaron a hacer plata.
Cuando el proceso de cambios del pueblo boliviano irrumpe desde las calles, con la indiada, hombres y mujeres de los pueblos que queríamos escribir nuestro futuro, que ya no era un destino, ellos y ellas se asombraron y como buen oportunista se cambiaron de bando. Fue entonces que algunos y algunas se colaron al proceso de cambios, pocas y pocos hicieron una autocrítica y se comprometieron con el pueblo. Un buen grupo salió después del gobierno, tirando mierda con ventiladora, porque los indios pensaban y hacían las cosas por sí mismos, sin preguntarles a los intelectuales.
Rabiosos volvieron a las universidades, a envenenar a una juventud que creció con los mitos del neoliberalismo, que veían en la universidad un lugar de blanqueamiento y desclasamiento —cierto, no todos ni todas—, fue el caldo de cultivo del “pitifascismo”, de la ignorancia, de la ley del menor esfuerzo y la mejor nota.
Necesitamos recuperar nuestras universidades — mi querida universidad— con una autonomía al servicio del pueblo, esa es la autonomía por la que luchamos y ahora la están rifando. Yo le debo a la universidad mi formación, aprendí en sus aulas a usar el conocimiento como un instrumento y arma de defensa de un pueblo valiente, como lo es el pueblo boliviano.
Julieta Paredes Carvajal es feminista comunitaria.