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Bolivia, libre de COVID-19

TRIBUNA

El 10 de marzo se cumplieron 730 días de los primeros casos de COVID- 19 registrados en nuestro país; a la fecha, Bolivia ha superado cuatro olas y tiene un promedio de casos inferior a los 100 por día, con una tasa de letalidad menor al 1%, resonando ya hace varias semanas la llegada de una quinta ola, sin claridad sobre sus características y los efectos que podría provocar.

Cada ola se ha caracterizado por sus propios números y un contexto político social económico por demás interesante, cada ola se ha convertido en un hito en la historia de nuestro país.

La primera ola tuvo una duración aproximada de ocho meses (de marzo a octubre de 2020), con un promedio de 1.500 casos por día y una tasa de letalidad del 6,2%, ligada a un régimen establecido en “mesa”, cuyas características son por demás conocidas y no necesarias de ahondar en este artículo: fue un “gobierno” sin mucho que gobernar y encerrado en sus cuarentenas, que se han convertido en “cuarentenas productivas y de la economía”, provocando un retroceso económico que hasta ahora se encuentra en pleno proceso de recuperación, por ejemplo, el PIB cayó en este periodo hasta -8,8%.

La segunda ola tuvo una duración aproximada de cuatro meses (de diciembre de 2020 a marzo de 2021), con un promedio diario de 2.000 casos y una tasa de letalidad del 2,6%, ligada a la posesión de un nuevo gobierno constitucional establecido en las urnas y con ello, las primeras medidas contra la pandemia, un plan de vacunación y un conjunto de políticas de reactivación económica. El proceso de vacunación iniciaba con las primeras inmunizaciones, tocaba el turno de los trabajadores en salud de primera línea para continuar con las personas con enfermedad de base; a la fecha, todavía se viene insistiendo y sensibilizando a la población sobre la importancia de la vacunación, al parecer no con los resultados deseados. Se iniciaron las campañas electorales para alcanzar las sillas de los gobiernos subnacionales, que fueron extendidas por segundas vueltas hasta abril del mismo año. La población comenzaba a perder el miedo a la pandemia y a exigir la recuperación de su economía.

La tercera ola tuvo una duración de aproximadamente cinco meses (de marzo a julio de 2021), con un promedio de 2.500 casos y una tasa de letalidad del 2,2%, ligada a un repunte interesante de la economía, con un incremento de 5,3% en el primer cuatrimestre de esta gestión. Una reducción del desempleo de 5,2% con respecto a los 11,6% registrados en 2020. Un plan de vacunación con cerca de siete millones de dosis aplicadas a nivel nacional.

La cuarta ola tuvo una duración de aproximadamente cinco meses (de octubre de 2021 a febrero de 2022), con un pico de casos cercanos a los 10.000, pero con una tasa de letalidad del 0,7%, una de las tasas más bajas de la región, incluso a nivel internacional. Pudimos sobrellevar fiestas regionales y nacionales como la Alasita, los distintos carnavales, entre otras. Un plan de vacunación con alrededor 12 millones de dosis repartidas en primera, segunda dosis, refuerzos, etc. Una población que va perdiendo totalmente el miedo a la pandemia, o quizá simplemente es el cansancio generalizado después de dos años de pandemia.

Finalmente, la venidera quinta ola con seguridad tendrá un contexto económico y social muy distinto a sus predecesoras; el mundo progresivamente va dejando el uso del barbijo y va levantando las restricciones establecidas a esta pandemia; por otro lado, las nuevas variantes, al parecer, no tienen la misma carga viral que antes, por tanto, generan una percepción de riesgo más bajo en la población, provocando naturalmente con ello, un relajamiento tanto en su prevención como en su atención; esto significa más atenciones caseras, menos pruebas formales y menos estadísticas para la toma de decisión. El plan de vacunación continúa pero avanza lentamente, frente a una población confiada en los impactos minimizados de la pandemia que no acatará con la misma vehemencia las posibles restricciones emergentes del Gobierno central y mucho menos de los gobiernos subnacionales; son tiempos de reactivación económica y el pueblo bien lo sabe, quedaron atrás las “cuarentenas productivas”, por tanto, esta quinta ola no será como sus predecesoras, no tendrá los números anteriores, no tendrá los impactos anteriores, estamos frente a un punto de inflexión que quizá permita decir que es el inicio de una Bolivia libre de COVID-19.

Christiam Cordero Rocha es ingeniero industrial.