Cogobierno universitario o nudo gordiano
La crisis de la universidad estatal — no implica necesariamente que las otras universidades privadas estén bien—tiene un conjunto de aristas que hoy la pone en el ojo de la tormenta. Quizás, el cogobierno universitario —la participación de docentes y estudiantes en las decisiones institucionales en el marco de la autonomía—, se constituye en uno de los nudos gordianos del declive académico de las universidades públicas. Veamos.
En Bolivia, el cogobierno universitario es paritario: la mitad de decisiones es para cada estamento universitario: docentes y estudiantes. Esta manera de conformación es sui generis ya que en ninguna parte del mundo hay un caso similar. Obviamente, establecida así la correlación de fuerzas al interior de los claustros universitarios, las anomalías, como si fuera un virus, van infectando las entrañas de la universidad estatal.
Este gobierno paritario da curso para que los juegos políticos al interior de las casas superiores universitarias sean el mecanismo perverso predominante para la definición de las políticas académicas. O sea, la calidad académica se subordina a esos juegos políticos del cogobierno universitario. De allí, se sellan los pactos de mediocridad en desmedro de la cualificación académica de los espacios universitarios.
Los dirigentes universitarios ya no son aquellos dirigentes de los años 60, 70 y parte de los 80, cuando los universitarios se convertían en luchadores por una universidad al servicio del pueblo. Esa energía universitaria se agotó con la caída del muro de Berlín, sobre todo, con el advenimiento del neoliberalismo que en Bolivia trazó políticas de “eficiencia académica”; paradójicamente, en el caso específico de los estudiantes, han establecido una “cultura universitaria” basada en la politiquería de la dirigencia estudiantil.
Esa lógica pragmática del accionar de los universitarios estuvo en concordancia con el declive de la calidad académica universitaria. No solamente es la permanencia de algunos universitarios denominados “dinosaurios” en puestos dirigenciales gozando de privilegios económicos y políticos, sino otros dirigentes, aprovechando el pacto de mediocridad, consiguieron graduarse rápidamente, inclusive conformando tribunales de tesis a su imagen y semejanza y, luego, en un cerrar de ojos, aparecieron como catedráticos e investigadores que si bien legalmente podrían acceder, pero, consiguieron esos cargos académicos por la vía de las prebendas, subordinando la calidad universitaria a los intereses corporativos incrustados en las entrañas universitarias.
El poder estudiantil se erigió con un poder excesivo al interior de las universidades estatales, el proceder de muchos de los dirigentes fue degradándose, convirtiendo inclusive sus acciones en actos violentos con consecuencias trágicas, como lo ocurrido hace unas semanas atrás en la Universidad Autónoma Tomás Frías de Potosí.
No solamente es atribuirles, como si fueran chivos expiatorios, a los malos dirigentes universitarios como los culpables de la crisis universitaria, ya que la misma es más compleja, pero, ciertamente, reflexionar sobre el cogobierno universitario paritario ya sería un avance. Este cogobierno se convirtió en una maraña de lazos perversos que responden a una lógica carroñera, haciéndole mucho mal a la universidad pública. Entonces, esas reflexiones y decisiones deben encuadrarse en el marco de la autonomía universitaria para dar señales a la opinión pública, que hoy ve azorada los escándalos que están poniendo en cuestión la imagen de la universidad pública.
Yuri F. Tórrez es sociólogo.