Albina, la condesa roja
Simón I. Patiño regaló el primer avión a Bolivia, encargando a su secretario, Agustín Fernández Valdivieso, abuelo mío, entregar la nave que, al aterrizar en El Alto, el 3 de abril de 1921, se estrelló contra la multitud ocasionando una tragedia que le costó la vida y la del aviador francés Maurice Bourdon. Ese episodio me liga al interés que despierta en mí, la descendencia de aquel esclarecido magnate minero, cuya nieta —estrella de brillo universal— es mi querida amiga, la condesa Albina du Boisrouvray que acaba de publicar sus memorias bajo el título de Le courage de vivre (El coraje de vivir) y el sugerente subtitulo Rebelarse, perder lo esencial, donarlo todo. Son 475 páginas editadas por Flammarion, plenas de rigurosos detalles sobre la acción y pasión que la protagonista implanta en sus relaciones familiares, en sus declaraciones políticas, en sus ligamentos amorosos, en sus diversos y fugaces matrimonios, en sus generosas donaciones, en sus viajes planetarios regando medios y cariño entre los más necesitados, particularmente los niños abandonados. Su coraje de vivir empieza venciendo —en su temprana niñez— la muerte segura, al caer al vacío de una jaula de ascensor. Carente del sentimiento maternal, se enfrenta a la frivolidad de su madre Luz Mila Patiño Rodríguez, que la confía a nodrizas extranjeras en Suiza, Francia, Marruecos o Nueva York, donde vivía por largas temporadas en el hotel Plaza… “menuda, muy pequeña y frágil, chola de piel morena, pero de rostro blanqueado por el lavado a la leche, ritual de cada noche.” Así era esa mamá evidentemente afectada por desórdenes mentales, a quien la autora no parece profesarle afecto alguno. Luego, adviene su sulfurosa juventud gozando de las noches parisinas, pero repulsando las drogas. Tiempo en que, su belleza exótica atrae admiradores entre futuras celebridades desde John F. Kennedy hasta George Soros. Albina se declara mestiza e híbrida, atrapada por las dos ramas de sus orígenes entre una “madre socialmente aceptada pero étnicamente menospreciada y una familia paterna que vivía de los recuerdos gloriosos del mundo que fue”, aunque hoy sigue cercana familiaridad con sus primos Grimaldi en Mónaco. Albina debió escoger entre valores opuestos y optó por rebelarse contra el sistema, resultado de sus tempranas lecturas políticas que la llevan al bando anarquista y más tarde comunista. Era la época en que la figura quimérica del Che Guevara cautivaba a la juventud, tanto que la incitó a militar resueltamente en manifestaciones y acciones directas. Por ello, cuando años mas tarde coincide en Cochabamba con el coronel Joaquín Zenteno, astutamente, lo induce a que le relate la ejecución del Che y éste, rumbosamente, le obsequia como memento, la última bala que aún quedaba en el fusil del guerrillero. Albina participa, intrépidamente, en París, en la revuelta estudiantil de mayo de 1968 pero, consciente de que no podía cambiar el mundo por la violencia, se enrola con los médicos voluntarios para socorrer a las víctimas de las guerras en el Medio Oriente y otras latitudes. En reglón aparte de su agitada vida, Albina realiza —como productora— una veintena de películas de marcado éxito frecuentando a astros como Gerard Depardieu, a quien en una gresca casi le clava un cuchillo de cocina en su abultado vientre. Entretanto, fomenta con encendido amor la educación superior de su hijo François-Xavier-Bagnoud, cultor de la aviación de salvataje que, un fatídico 14 de enero de 1986, lo llevaría a sus 24 años a perecer cuando su helicóptero se destrozó en medio de la carrera París-Dakar. Entonces, el cielo cayó encima de esa madre dolorosa cuya alma devastada no cicatriza nunca. Sin embargo, la pérdida de su único vástago la impulsa a ir al encuentro de aquellos huérfanos de las víctimas del sida, principalmente, en África y el Asia, para proporcionarles el amor y los medios necesarios para salir del infierno. Así nace la iniciativa de crear la Fundación François-Xavier- Bagnoud (FXB), que la alimenta vendiendo casi todos los bienes heredados de la cuantiosa fortuna de sus padres. Mas de $us 100 millones son invertidos en la implantación de aldeas que albergan —ahora— a miles de chicos y jóvenes desvalidos. Múltiples homenajes de reconocimiento y gratitud colman a Albina que, en su autobiografía, nos enseña que dar es más gratificante que recibir.
Carlos Antonio Carrasco es doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia.