Santa Vera Cruz Tatala
El mes de mayo desde la etapa escolar lo recuerdo como la reiteración constante que era un tiempo especial porque se festejaba a las madres por el recuerdo a la lucha de las Heroínas de la Coronilla. Este era el centro del homenaje ciertamente, pero hace poco me encontré con otras razones que pueden sumar a los bien merecidos festejos para nuestras progenitoras.
Por ejemplo, para el mundo católico es el mes de María, madre de Jesús, porque se conmemora en buena parte del planeta a la primavera y la belleza, lógicamente que en el caso de la Virgen María porque es alguien fundamental que para los católicos intercede ante el Creador por los pecados y necesidades que tenemos.
Pero también, en una lógica sincrética muy propia de nosotros, el mes de mayo comienza con una fiesta religiosa que tiene por devoción a Santa Vera Cruz Tatala, más conocida como la fiesta de la vida y la fertilidad. El registro es que hace poco más de 500 años esta celebración tiene mucho que ver con unas ruinas antiguas incaicas ubicadas en el departamento de Cochabamba cuya finalidad era evaluar las predicciones sobre el clima, eso llevó el asunto a asociarse con la fertilidad de la madre naturaleza para las cosechas y el ganado.
El significado más importante para las mujeres en relación con esta festividad es que se le pide al Señor de Santa Vera Cruz que interceda para que ellas puedan quedar embarazadas, la creencia gira en torno a la dinámica de que aquellas mujeres que piden por tener hijos, visiten a este santo en los días de su fiesta que son los primeros de mayo, y recoger unos muñecos en forma de bebés que ya antes dejaron otras mujeres a quienes se las bendijo con este milagro de la vida. Curioso ejercicio de celebración, si tomamos en cuenta que algunas decisiones públicas giran en torno a la idea de una maternidad elegida; aquí sin duda, evidenciamos otra faceta de la vida de las mujeres.
Entonces como vemos, casi por triple partida: por heroísmo, tradición originaria y fe religiosa, el mes de mayo concentra un tiempo de homenaje completo a nuestras madres. Yendo a un terreno meramente personal, es cierto que ellas son el pilar fundamental para entender lo que más adelante seremos nosotros; yo por ejemplo doy la cara e intento atender los problemas que nos aquejan, no elijo el campo del anonimato para ejercer desmesuradamente las libertades con las que gozo como ciudadano en un Estado democrático que buena falta necesita ser fortalecido. Y de yapa me alegro mucho por las primaveras y porque todos podamos vivir disfrutando lo que algunos llaman “cosas pequeñas”, por eso me atreví a escribir esta columna que no tiene nada que ver con analizar esas cosas “grandes” a las que nos dedicamos a veces y son fuente posterior para inquinas personales, mejor alegrarse por el mes que acaba de pasar.
Marcelo Arequipa Azurduy es politólogo y docente universitario.