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Las cosas por su nombre

KAMCHATKA

En Colombia, a pesar de que existían encuestas que anticipaban lo que el domingo ocurrió en términos de resultado, la obtención del segundo lugar en esta votación por un candidato fue tildada como “sorpresa electoral”, esto a pesar de que fuentes y voces provenientes de fuera del establishment mediático en ese país advertían con anticipación no solo la presencia del candidato Rodolfo Hernández en estas elecciones, sino también su incursión en ellas como una estrategia para debilitar a la izquierda colombiana que luego de muchos años se vio beneficiada con la mayoría del voto popular en primera vuelta, aunque esto no le alcanzara para hacerse del gobierno.

Fue entonces, producto del resultado, que el continente y el mundo conocimos a Rodolfo Hernández, siendo que hasta entonces el relato en torno a la pugna electoral se había instalado teniendo como centro la pugna entre el Petrismo versus el Uribismo. Tras conocerse el resultado, los análisis y la información preliminar propusieron a Hernández como el candidato outsider y populista que irrumpió sorpresivamente en los resultados. Es difícil pensar en alguien como outsider cuando ha ejercido anteriormente cargos de elección que, en la mayoría de los sistemas electorales incluido el colombiano, requieren la intermediación de los partidos. La calificación de populista complejiza más aún esta denominación, sobre todo cuando existe tanto debate irresuelto desde hace décadas en torno a la significación e implicancia del populismo político. Como apunte, la pensadora feminista Luciana Cadahia ha señalado que considera que, en realidad, el de Rodolfo Hernández “es un proyecto demagógico y protofascista (que) es una tendencia global ahora mismo”. Una categorización seguro más precisa y honesta que la facilona que recorre el mundo ocultando lo que Hernández en realidad encarna. Las cosas por su nombre.

El fenómeno político que durante la década pasada emergía (y lleva ya un tiempo cosechando resultados electorales) en Europa y el norte, al parecer, está empezando a afincarse, ahora con mayor claridad, también en nuestro continente. Y si bien los síntomas de esto son previos a la presencia de Rodolfo Hernández en la escena continental, su incursión/votación permite referirse con mayor evidencia sobre ello y hablar, al mismo tiempo, del futuro de la democracia y nuestras sociedades.

A reserva del enorme descrédito que atraviesan los sistemas de partidos y la “clase”/casta política en distintos países, lo cierto es que quizás uno de los componentes que complejizan más el escenario de la política global son las ciudadanías que, en gran parte, por como votan a determinados líderes de este perfil, podrían tender a parecerse más a las de inicios del siglo XX que a las de finales de éste. Mucho de ello podría ser resultado de las dinámicas instauradas en un mundo altamente digitalizado en varios aspectos, incluido el informativo.

Mientras en términos culturales tengamos todo lo destinado a ser público sometido a la política emotiva, a su vez supeditada al estallido y linchamiento emocional de la ciudadanía y éste, simultáneamente, promovido por operaciones de desinformación y descrédito generadas a conveniencia, seguiremos asistiendo a la emergencia de líderes en apariencia antisistémicos y en realidad cercanos al fascismo. Y estaremos más lejanos de líderes que puedan ir aplacando las grietas sociales producidas por la polarización de donde éstos emergen y de la cual se alimentan.

Verónica Rocha Fuentes es comunicadora.Twitter: @verokamchatka