Icono del sitio La Razón

La madre de las batallas

Virtud y fortuna

El karma del gobierno de Arce es la crisis, su manejo será determinante en los futuros escenarios de la política. Esa es la madre de las batallas. No hay mucho que discutir políticamente sobre las orientaciones gruesas de los instrumentos para su gestión, pero el diablo estará en su adaptación y renovación en un entorno, interno y externo, más complejo e incierto que 2008/2009.

Desde hace tres años venimos de crisis en crisis, ahora nos toca enfrentar el gran desajuste económico global que está provocando alzas de precios y costos en todo el planeta. Y las perspectivas no son halagüeñas, la inflación mundial seguirá elevada, al menos hasta inicios del próximo año, y el precio de las energías se mantendría alto en el mediano plazo, no solo por la guerra sino porque recién nos damos cuenta de que la transición hacia una matriz energética verde cuesta y mucho. El riesgo es que las grandes economías experimenten un escenario de alta inflación y estancamiento del crecimiento.

Bolivia no es inmune a ese zafarrancho, sobre todo porque sus impactos más concretos tienen que ver con la evolución de los precios de alimentos y combustible, aspectos extremadamente sensibles para los bolsillos de cualquier ciudadano. Y la política tiene bastante internalizada esa realidad social: la cuestión precios-dólar siempre estuvo asociada a momentos políticos decisivos desde el retorno de la democracia.

Si hay un consenso casi transversal es sobre la “estabilidad de precios”, entendida como que no deben subir en ningún caso, y la posibilidad de tener un dólar barato y cuando uno lo necesite. Quizás es una herencia de nuestra experiencia hiperinflacionaria y posterior ajuste brutal, pero así se sigue entendiendo la cosa hasta ahora. Por esa razón es un poco ocioso, en este momento, discutir sobre otra política cambiaria o de precios, sabiendo que no hay casi espacio político para grandes rupturas en ese ámbito. De hecho, la oposición no dice ni pío en estos temas, es entendible.

Por tanto, el diseño básico de las políticas para enfrentar los actuales desequilibrios es nomás la regulación y el control de precios a cargo del Estado. Esa orientación está en el ADN de la economía política del masismo y es el mantra de su creador y gestor, que es justamente el actual Presidente. Y es, además, de una rentabilidad política monumental, cuando funciona por supuesto.

No hay que ser pitonisos para entender que si Arce logra superar la actual tormenta sin grandes daños, hay masismo para mucho rato. Al final, la mayoría de la gente necesita ciertas estabilidades básicas, los grandes relatos abstractos y las ilusiones ideológicas son complementarias.

Por tanto, la pregunta del millón es sobre la capacidad y recursos del Gobierno para hacer que ese esquema funcione. Tarea nada obvia porque no todo está bajo su control, el contexto externo importa, nada es gratis, todo tiene costo y hay que tener posibilidades de pagarlo.

Estamos en medio de la tormenta, la vieja casa cruje, hay ya alguna gotera. Sería medio desubicado querer empezar una gran renovación, es más bien el tiempo de los fontaneros, de los que conocen las grietas, el aguante de los pilares y las mil maneras de evacuar el agua en emergencia. Es el tiempo del constructor, del que conoce los secretos de su arquitectura, incluso los inconfesables. En eso, Arce parecería ser el hombre de la situación.

Pero el tiempo será el gran adversario, una lluvia que se alarga demasiado, un chaparrón demás, un pilar demasiado erosionado, un temblor imprevisto y la situación se puede complicar. Frente a los avatares del destino, no es suficiente la coherencia de la orientación y el voluntarismo ante la adversidad, hay que saber también adaptarse, encontrar y aprovechar recursos nuevos, leer el contexto que tiene sus novedades y oportunidades.

Es decir, no hay que quedar atrapados en el corto plazo, cuya gestión obviamente es vital en una crisis, ni en las certezas absolutas, hay que levantar de tiempo en tiempo la cabeza para ver alrededor y más adelante, ahí están también algunas de las respuestas a los dilemas y retos de la emergencia.

Armando Ortuño Yáñez es investigador social.