Una sola Tierra
A cinco décadas de que en Estocolmo la comunidad científica ya solicitaba a los gobiernos una política ambiental internacional, se puede afirmar que los avances están en mayor retroceso. Para esa época (1972), Bolivia y Sudamérica no se encontraban en el ojo público por sus acciones ambientales.
Hoy la Amazonía sufre una grave transformación por la deforestación y los incendios. El 26% de su territorio está convertido en campos agropecuarios y con áreas altamente degradadas. El 90% de estas afectaciones son causadas en Brasil y Bolivia. Ninguna civilización como la nuestra afectó tanto a la Amazonía. Cada año eliminamos 1,5 millones hectáreas de bosque amazónico; la deforestación total (2020) es más extensa que toda España.
Las cifras son de terror porque se pierde mucho más que árboles. La Tierra está interconectada y funciona como un todo. El efecto esponja de la Amazonía almacena agua para las ciudades, sus frondosos árboles además de alimentar a los acuíferos devuelven la humedad capturada por sus hojas a la atmósfera para producir lluvias, generando vida y productividad todo el tiempo. La biodiversidad que habita en la Amazonía es la arquitecta de todo este proceso, diseña su funcionalidad, sin ella se rompe este ciclo.
La conectividad ecológica para el desplazamiento de miles de especies está fragmentada, muchas especies están en peligro crítico y al borde de la extinción. El mayor detonante es la deforestación, y junto a los incendios se acelera una era de cambios en la Amazonía.
La crisis climática que atravesamos nos afecta más a los humanos; sin agua y clima estable será difícil lograr el desarrollo que anhela Latinoamérica. La naturaleza ha demostrado siempre su capacidad de adaptarse a los cambios y es testigo de la extinción de especies desde hace millones de años.
Quizás debamos mirar un poco más hacia el pasado para aprender de la forma de convivencia que tenían nuestros abuelos con la naturaleza. Está claro que ellos fueron más responsables y cuidadosos con el medio ambiente. Hoy los territorios indígenas de la Amazonía conservan y respetan mucho mejor que cualquier otra figura de protección, se han convertido en custodios de los bosques, sus áreas son escudos contra la deforestación.
El cambio climático no discrimina, impacta a todos. Los pueblos indígenas afrontan mayores desafíos; mientras sufren los impactos de las extremas sequías e inundaciones, varios líderes indígenas pierden la vida por disputas de tierra y recursos naturales. Según la FAO (2021), entre 2015 y 2019 más de 200 líderes indígenas fueron asesinados. La defensa del medio ambiente ha quedado más en manos de los pueblos indígenas que de los que habitamos las ciudades. Este rol debería ser a la inversa.
Tenemos “Una sola Tierra”; si lo ambiental no es una prioridad, y la crisis climática se acelera, ¿cómo imaginas el medio ambiente de tus hijos y nietos para 2072? Podemos revertir el daño si actuamos hoy.
Marlene Quintanilla es directora de Investigación & Gestión del Conocimiento de la FAN.