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¿Qué se hace frente a la intolerancia?

KAMCHATKA

Comenzaba esta semana con la duda de cuáles habían sido los libros más vendidos en la recién finalizada Feria Internacional del Libro de Santa Cruz. Hasta el momento en que escribo esta columna no he podido encontrar la nota periodística que al respecto se suele hacer, con seguridad ya pronto lo sabremos. La duda provenía de que, de alguna manera, e incluso dentro de una sociedad nacional como la nuestra, este indicador podía ser un dato respecto a qué están leyendo quienes sí lo hacen, quienes detentan (o al menos intentan disputar) el poder cultural dentro de nuestras sociedades.

Mientras masticaba esta duda, este martes se produjo un nuevo incidente (éste más violento que el anterior) en contra de la exposición sobre diversidades sexuales y orgullo LGBTIQ+ que estaba programada en el Museo de El Altillo en la ciudad de Santa Cruz, en ocasión de que este 28 de junio se celebra el Día Internacional del Orgullo LGTB. La novedad ya venía dada desde antes y generaba cierta expectativa en quienes esperamos que pronto se consolide la construcción de una sociedad nacional cada vez más progresista en términos culturales e involucraba, en este caso, al Gobierno Autónomo Municipal de Santa Cruz que —nobleza obliga—, de la mano de su secretaria municipal de Cultura, Sarah Mansilla, viene impulsando interesantes agendas culturales en el municipio cruceño.

Tras las múltiples agresiones que sufrieron las piezas que componían la mencionada exposición, varias fueron las manifestaciones públicas a favor y en contra. Entre ellas, el sociólogo Eduardo Paz tuiteó que lo ocurrido en El Altillo del Beni se constituye “en una embestida política antiderechos que cada día está más organizada, (encabezada por quienes) saben qué es un frente de batalla cultural” y que, por esa razón, no resultaba adecuado simplificar el fenómeno ocurrido denominando a las y los agresores como “provincianos” o “ignorantes”.

De alguna manera, esa reflexión nos plantea la disyuntiva en torno a cuál es la manera en la que se debe responder a este tipo de afrentas agresivas que provienen de grupos que no toleran la visibilización/celebración de las múltiples diversidades sexuales, identitarias y religiosas que conviven simultáneamente en nuestro país.

¿Cómo se responde entonces ante la violencia intolerante presenciada que, de repente, se va generando y mostrando con cada vez menos pudor en nuestra sociedad? Una opción puede ser la de la denuncia sonora ante lo que se considera injusto, otra es la del silencio impávido y precavido y una última es la de la búsqueda de opciones alternativas (e inteligentes) a la reacción indignacionista que no solo proviene, sino que alimenta una cultura que (mal)interpreta la libertad a favor suyo sin entender que, por fuera, existe una comunidad que sin nuestro trabajo colectivo no va a funcionar.

¿Qué implica este trabajo colectivo/personal? Superar la lógica polarizadora que plantea que la libertad (y voz) propia está por encima de cualquier otra. Al parecer ese (mal)sentido de época solamente nos llevaría, como sujetos sociales, a ser objetos de polarización alimentados por la inmediatez y la falta de reflexión respecto a cómo vamos a afrontar el gran desafío que implica construir comunidad en conjunto, con respeto al Estado laico, a los pensamientos/ credos distintos y a las diversidades e identidades sexuales.

Verónica Rocha Fuentes es comunicadora. Twitter: @verokamchatka.