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¿Escudo de racismos y homofobias?

TRIBUNA

Hablar de la diversidad sexual en primera persona ha conllevado que me digan maricón, ignorante y depravado, entre otras cosas. Y hace poco, Cecilia Saavedra (portavoz de un grupo de “Activistas por la democracia y la libertad”) incluyó los términos gente satánica, paganos, aberración, vergüenza, barbarie y degradación moral entre la lista de palabras con que, según ella, nos insulta a la mariconada. Esta mujer y su grupo de “activistas” irrumpieron la muestra Revolución Orgullo en el Museo de la Ciudad Altillo Beni (Santa Cruz) para agredir a las personas que se encontraban allí y romper una de las piezas que se exhibían: el Escudo del Estado Plurisexual de Bolivia, pieza que reconstruye el escudo nacional con símbolos de la comunidad LGBT+. Los “activistas” utilizaron la defensa del escudo como excusa para sus actos de violencia: “No vayan a hacer eso con nuestros símbolos patrios”, dijeron. Obviamente el acto fue denunciado en redes por su connotación discriminatoria y la obra despedazada continuó exhibiéndose tal cual quedó con las marcas de la agresión.

Esta defensa del escudo no es nueva en nuestro panorama. El 13 de enero de 2021 se emitió el DS 4445, donde el Gobierno identificó su logotipo institucional con la chakana. Carlos Mesa presentó una acción de inconstitucionalidad contra el símbolo, afirmando que se estaba tratando de sustituir al escudo con la chakana y que eso era una afrenta a los bolivianos: “No podemos aceptar que se insulte a la dignidad de nuestra identidad, no podemos aceptar que se niegue lo que representa nuestros valores más importantes (es decir los símbolos patrios)”. La acción de CC quedó como anecdótica porque diversos estamentos (como Bolivia Verifica) se dedicaron a explicar la diferencia conceptual entre el logo institucional de un gobierno y un escudo nacional.

Ahora bien, cuando Mesa habla de nuestra identidad y nuestros valores, o cuando Saavedra habla de nuestros símbolos y nuestra moral, ¿a quiénes incluyen en ese nosotros? Imagino que a quienes se identifican con los símbolos patrios de Bolivia, entre ellos, el escudo. Esto me lleva a otra pregunta: ¿cuántas personas se sienten identificadas con el escudo? O más aún, ¿cuántos conocen y entienden su simbología? Es valorable entender la historia heráldica de donde proviene, pero no creo que eso sea una excusa para seguir identificándonos con él. Por supuesto que algunos de sus símbolos (como el cóndor) resultan tremendamente representativos del país; sin embargo, existen otros que pueden ser cuestionados: todos entendemos el valor del gorro frigio en el contexto de la Revolución Francesa, ¿pero acaso en Bolivia no existe un símbolo propio que represente la libertad?

En el centro del escudo resalta el Cerro Rico de Potosí, que simbolizaría la bonanza de los recursos naturales. Entiendo la intención de mostrar la riqueza mineral del país, ¿pero es ese el símbolo correcto? En la colonia el Cerro fue un centro económico importantísimo para la corona española, no por nada Potosí tuvo el esplendor que tuvo, ¿pero nos perteneció acaso ese esplendor? Le perteneció a Potosí, pero al Potosí de la minoría española y criolla que vivía en él, no al Potosí del indio preso de la mita, no al Potosí de la india que vendía en el mercado. Hoy escucho hablar del Potosí colonial con una añoranza que cae en la melancolía por una riqueza que nunca nos perteneció.

Tanto la acción del grupo de “activistas” liderado por Saavedra, como la de CC liderada por Mesa, son acciones de resistencia a cambios en la simbología de la patria que vienen a disfrazar racismos y homofobias. Más que defender la patria, estas personas la están instrumentalizando para sus fines políticos: el ideal republicano de patria es utilizado por Mesa para defender su postura de opositor al Gobierno central, mientras que Saavedra lo utiliza para defender su religión.

Al final el escudo funciona bien como representación de la patria blanqueada que Bolivia quiso ser en algún momento (y que todavía quiere ser para algunos) y, como tal, está bien que se quede así y que represente a quienes se quieran identificar con la minoría blanca del Potosí colonial que tanto añoran ser. Quienes no formamos parte de la norma heterosexual blancoide, al contrario, estamos llamados a repensar la simbología del país que queremos y la noción misma de escudo: al final nuestra identidad y nuestra sexualidad no deberían simbolizarse desde la heráldica, sino desde algún rostro de nuestra indianidad.

Juan P. Vargas es literato.